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Exceso de licencias médicas

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Los trabajadores uruguayos se enferman cada vez más según las estadísticas del Banco de Previsión Social (BPS) que paga los subsidios por enfermedad. En 2010, se otorgaron 223.649 subsidios, cifra que prácticamente se duplicó en 2014.

Esto ocurre en un país que no sufrió epidemias ni tampoco catástrofes naturales que justifiquen semejante aumento en la solicitud de licencias médicas.

Cuando se habla de enfermos se alude a personas impedidas de trabajar, o mejor dicho, personas que dicen estar enfermas, que es algo diferente como se verá. Porque este incremento espectacular que ahora le cuesta al BPS cerca de 200 millones de dólares al año se registra desde que en 2010 cambió el sistema de certificación de enfermedad. Antes, los controles los hacía el propio Banco, pero ahora cualquier médico particular puede acreditar que el trabajador tiene problemas de salud y merece permanecer en su hogar cobrando su sueldo, aunque con una quita del 30%.

Según reiteradas denuncias hay un auge de "certificaciones complacientes" en donde el médico acreditante avala la afección invocada por el paciente ya se trate de un problema de lumbalgia, caso cada vez más extendido según los datos recogidos, o a malestares de origen psicológico también muy frecuentes como puede ser la depresión. El BPS está seguro que detrás de esta duplicación de la morbilidad de los trabajadores hay una tendencia a simular o exagerar dolencias para evitar el cumplimiento de las obligaciones laborales. De ahí que el organismo arrecie con sus controles que hasta ahora detectaron casos de simulación en una quinta parte de los supuestos dolientes. Según se informó, el BPS hace mil controles mensuales pero ante el auge de solicitudes de subsidio resolvió duplicar sus inspecciones.

Otro mecanismo empleado por el banco para prevenir el engaño consiste en analizar las situaciones en donde se repite el pedido por enfermedades de difícil verificación o donde suelen concederse largos períodos de licencia médica. Del mismo modo el BPS pretende investigar a médicos responsables de la concesión de un elevado número de certificaciones.

Cuando el gran Moliere escribió "El enfermo imaginario" no podía imaginar que en un lejano paraje sureño iba a existir un país con tal cantidad de enfermos imaginarios que, sin ser hipocondríacos como el grotesco personaje de su comedia, aun sabiéndose sanos cobran sin trabajar. No en vano este país tuvo un presidente, José Mujica, que exaltó la felicidad y la paz de los miembros de una antigua y exótica tribu, los "kung san", poco afectos a ganarse el pan con el sudor de su frente. Esa gozosa imagen de una tribu perezosa parece haber hecho carne en ciertos sectores. Tanto que el propio Mujica, en algún viaje al exterior expresó con tono zumbón que el Uruguay era un país lleno de "atorrantes".

Disquisiciones de ese tipo explican en parte el cambio de los valores dominantes en nuestra sociedad en los últimos años en donde cundió el hábito de recibir dinero del Estado a cambio de nada. Si a ello se agregan expresiones tan infelices como las citadas, propagadas desde lo alto del poder político, se comprende mejor lo que ocurre con las licencias médicas. Se trata de un fenómeno que afecta no sólo a los recursos del BPS sino a empresas privadas que padecen la manga ancha que hacen médicos benevolentes instigados por sus pacientes a firmar los certificados. Los empresarios se quejan con razón de los diversos costos que deben afrontar por esta causa, en particular la inversión que hacen para sustituir a trabajadores subsidiados y capacitar a sus reemplazantes.

Inquietos por los perjuicios que les causan las ausencias de sus empleados que aducen dolencias de raros síntomas, curiosa periodicidad y difícil diagnóstico, los empresarios reclaman el retorno al sistema anterior al 2010 en donde intervenían los médicos del BPS que empleaban reglas más estrictas para acordar licencias y que carecían de una relación previa o permanente con los solicitantes del subsidio. Empero, el BPS se niega por ahora a revisar lo que se denominó Nuevo Sistema de Certificación Laboral vigente.

Habrá que esperar a ver si los nuevos controles implantados por el BPS son eficaces para terminar con el auge o la moda de los "faltazos". Si así no fuera se impone volver al viejo régimen en donde el Banco certificaba las enfermedades. De otro modo persistirán los abusos que no sólo perjudican a las empresas y a la economía nacional sino que distorsiona la aplicación de un instrumento tan justo y legítimo como el subsidio por enfermedad.

EDITORIAL

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