Publicidad

El estigma de la cárcel

Compartir esta noticia

SEGUIR

Introduzca el texto aquí

El Plan de Educación de Cárceles será lanzado este martes con la presencia de los Ministros de Educación, Pablo da Silveira, de Interior, Luis Alberto Heber y el Comisionado Parlamentario, Juan Miguel Petit.

Es una asignatura pendiente que tiene el país desde hace años, que afecta seriamente cualquier política de derechos humanos y es uno de los mayores factores de incidencia en materia de inseguridad ciudadana: cómo hacer para que los reclusos que salen en libertad puedan aspirar a otra cosa que no sea volver a delinquir para sobrevivir.

La mayoría de los uruguayos ve los problemas carcelarios simplemente como un problema de delincuentes, que fueron apresados y están pagando su condena con la sociedad. Cómo viven, qué ocurre entre esas murallas y rejas es algo que interesa poco, y solo cuando se registran episodios violentos que trascienden las paredes de los recintos, prestan atención por un rato. Los ven simplemente como una consecuencia de la in-seguridad y que los que están allí han violado la ley penal y han amenazado sus derechos a una vida tranquila. Es gente que eligió el mal camino y está “pagando” por ello.

No les preocupa los de adentro, solo los que aún están afuera. No toman en cuenta que todo lo que allí pasa en esos centros penitenciarios, lo que hacen o dejan de hacer repercutirá muy fuerte en la sociedad cuando recuperen su libertad (no hay cadena perpetua en nuestro derecho), porque su pasaje por los distintos penales de máxima seguridad se han convertido en un “posgrado” de delincuencia. Y no es de ahora.

Las cárceles sirven para cualquier cosa menos para reeducación o la búsqueda de aptitudes de trabajo de los procesados y penados, como pretende y prescribe la Constitución; se han transformado -con la anuencia del Estado- en escuelas de delincuentes que obliga al que ingresa a aceptar códigos, amenazas, y humillaciones que los marcarán para el resto de sus días. La droga se ha convertido en la gran compañera del ocio y se renuncia a los valores para sobrevivir. Se fomenta el desprecio y el resentimiento (cuando no el odio) contra la sociedad que le ha dado esa única alternativa. Se estima que en Uruguay, seis de cada diez presos vuelven a delinquir al salir en libertad. ¿A alguien puede sorprender que ello ocurra? ¿No es acaso el mismo Estado que los encarceló, el que los suelta en esas condiciones de mayor agresividad y peligrosidad?

En el año 2009, cuando el primer gobierno de Tabaré Vázquez y el Frente Amplio y uno de los periodos de mayor bonanza económica del país estaba en su periodo final y en campaña electoral, se recibió la visita del Relator Especial de Naciones Unidas sobre la tortura y otros tratos o penas crueles, inhumanos o degradantes, Manfred Nowak. En su extenso informe expresa concretamente que “las condiciones de reclusión” en el Comcar y en el Penal de Libertad -los dos principales centros de reclusión del país- “eran espantosas”, “un insulto a la dignidad humana”. Y detalla lo visto. Con todo, se va satisfecho (“se sintió alentado”, dice) “por el hecho de que el Gobierno hubiese reconocido la gravedad del problema del sistema penitenciario”. Lo único que se hizo fue eliminar los módulos de acero conocidos como “Las Latas” y aparecieron una cantidad de anuncios sobre obras nuevas y tiempos más dignos para los reclusos.

Las cárceles se han convertido en posgrados de delincuentes. El mismo Estado que los encarceló, es el que los suelta en condiciones de mayor agresividad y peligrosidad. Y eso multiplica la inseguridad.

El problema es que solo se quedó con ese reconocimiento y poco o muy poco hizo algo para mejorar. El 2009 era año electoral y los presos no votan, Mujica sucedió a Vázquez y de pique nomás designó a Bonomi como Ministro del Interior el 1° de marzo de 2010. El resto es muy conocido: llega hasta estos días y ha sido uno de los grandes karmas del Frente Amplio que perdió el gobierno.

No se animó a interpelar al ministro Jorge Larrañaga (pidió la interpelación pero luego echó para atrás), pero arremetió rápidamente contra Luis Alberto Heber. El motivo invocado fue la “crisis del sistema carcelario” y la discusión en sala fue muy correcta, parecía que tanto la oposición como el gobierno estaban contestes en buscar medidas para mejorar la situación imperante. Llegado el momento resultó que esa sensación que sobrevoló el Parlamento era falsa: desde el FA se sacaron la careta y pidieron la censura del ministro. Otra vez la vieja puñalada trapera y por la espalda, pese a que el ministro Heber reconoció expresamente y con mucho valor que “Hoy estamos violando los derechos humanos en las cárceles uruguayas. Me desespera, nos desespera”. Nunca se escuchó decir algo parecido a alguien del FA pese a que esto viene desde hace años.

Los tiempos han cambiado y para bien.

¿Encontraste un error?

Reportar

Te puede interesar

Publicidad

Publicidad