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Espacio fiscal negativo

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Más allá de los disfraces semánticos de Astori, si el oficialismo sigue la carrera en curso por quién es más demagógico entre los comunistas, los tupamaros, Constanza Moreira y su baracutanga, vamos a transitar caminos complejos y el daño será muy grande.

Este concepto o similares han sido utilizados en las últimas semanas para describir la situación fiscal de Uruguay de cara a la Rendición de Cuentas del presente año. La lógica de la realidad contrasta con la de la interna oficialista, donde debaten simplemente quienes están a favor de gastar mucho más o un poco más. La incomprensión del fenómeno es el principal problema macroeconómico que tenemos por delante.

Diversos economistas, de todos los signos y también independientes, han expresado en las últimas semanas que el país no puede aumentar el gasto en la próxima rendición de cuentas, por el contrario, deberían buscarse mecanismos para bajarlo.

Utilizando la misma metáfora que creara el actual Ministro de Economía, se habló de "espacio fiscal negativo". Como se recordará, Astori en su primera incursión en Economía popularizó el término a la hora de armar el presupuesto, que hacía referencia a los recursos que se esperaba tener para gastar si se cumplían los supuestos del análisis.

La dura realidad hoy muestra que el eufemismo, que sirvió para aumentar el gasto público casi un 80% en términos reales desde 2005 y llevar la deuda pública por encima del 60% de un PIB, resultó una trampa peligrosa que nos condujo al lugar donde nos encontramos.

El panorama que muestra la economía hoy, de virtual estancamiento, permite visualizar con toda claridad las consecuencias de la imprevisión, el despilfarro y la enorme irresponsabilidad con que se manejaron los recursos públicos. Y no fueron los planes sociales, el despilfarro está en el clientelismo, en inversiones ruinosas para el Estado, en el descalabro de las empresas públicas, en el Fondes, en definitiva, en la fiesta (literal y metafóricamente) que se dio el gobierno con el dinero de todos los uruguayos.

Ante esta situación la trayectoria fiscal del país no encaja con los planes del gobierno, ni con conservar el grado inversor, ni con mantener la seriedad que requiere un mundo convulsionado y donde se mira con lupa estos temas. Sencillamente, debido a los groseros errores del pasado ahora no solo no hay lugar para aumentar el gasto como quieren moderados y radicales en el gobierno, hay que disminuirlo, porque de lo contrario vamos a entrar en una situación mucho más comprometedora aún de la que sufrimos.

Este espacio fiscal negativo debe llamar al gobierno a la prudencia y a la ponderación, es tiempo de cortar la grasa para potenciar el músculo del Estado. No es cierto que no haya dónde recortar, si lo habrá en organismos que han visto duplicado o triplicado su presupuesto en la última década. Es cuestión de tomar-se las cosas en serio, de calibrar bien la situación y de tomar medidas en forma proactiva antes de que debamos actuar al contragolpe de una realidad que se deteriore.

En buen romance, es mejor tomar medidas ahora, que todavía se pueden instrumentar con gradualismo y evaluando cada número. Es vital, por lo tanto, tomar conciencia de la situación y dejar la discusión de otro planeta que tienen los sectores del Frente Amplio para pasar al plano de la realidad y tomar medidas sensatas.

Si en cambio, el oficialismo sigue la carrera en curso por quién es más demagógico entre los comunistas, los tupamaros, Constanza Moreira y su baracutanga, vamos a transitar caminos muy complejos.

El Ministro de Economía es perfectamente consciente de esta situación; el problema es que ya no es garantía de nada. Ha transado tantas veces con los radicales que su opinión poco importa o, en realidad, casi que es una confirmación de que el gobierno terminará haciendo precisamente lo contrario.

Este sería un momento clave para que Astori se ponga firme y se la juegue por lo que el país realmente tiene que hacer, pero las versiones de prensa que han circulado respecto a que de pique ya está dispuesto a negociar aumentos de cientos de millones de dólares, parece que una vez más va a dejar pasar su cita con la historia. Eso sí con soberbia, libreto de los sesenta y su infaltable power point adiestrado

El frente fiscal es, a todas luces, el talón de Aquiles de la política económica. En su evolución, para mejor o para peor dependiendo de las decisiones que se tomen, se juega el futuro cercano del país. A juzgar por la suerte que hemos corrido en otros temas más de largo plazo, como la inversión en infraestructura (que hace tiempo brilla por su ausencia) o la mejora de la educación (que, caso sin par, empeora a mayor gasto) no abundan los argumentos para ser optimista.

EDITORIAL

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