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La envidia de Churchill y De Gaulle

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Editorial

La intendencia toma una medida que desincentiva la llegada de turistas, con los enormes beneficios que esta actividad tiene para el país en su conjunto.

La Intendencia de Montevideo no deja de sorprendernos con una capacidad creativa para lo intrascendente que si lo volcaran a los verdaderos problemas de la ciudad viviríamos en el mejor de los mundos. Cuesta creer como se puede estar tan alejado de la realidad, mientras la calidad de vida en Montevideo se deteriora con el paso del tiempo entre la desidia y la inacción.

Es importante tener en cuenta el contexto. Es claro que el intendente Martínez dedicó sus esfuerzos a crear un buen equipo de comunicación en la Intendencia y un pésimo equipo de gestión de obras, de tránsito, de recolección de residuos, y de todo lo que debería ser su tarea prioritaria. Nunca tiene una noticia concreta para anunciar, solo planes de lo que hará algún día, quizá cuando pase su período, pero ni una obra, ni más limpieza ni mejor tránsito.

Sus apariciones diarias en los informativos siempre son por alguna noticia insulsa, aunque algunas de las más recientes se cayeron del mapa. Con bombos y platillos se aprobó este lunes una medida trascendental largamente anunciada por la comuna; se cambiarán las luces de las ambulancias para el color verde para que no se confundan con los patrulleros. Esta medida, propia de un estadista del siglo XXI, sin dudas ayudará a quienes se confunden una ambulancia con un patrullero, o a quienes ante el sonido de una sirena en el tránsito eligen cederle el paso al vehículo en cuestión dependiendo de quien se trate. ¡Cómo nunca se le ocurrió a Churchill!

Otra decisión tomada luego de un cuidadoso análisis es nombrar ciudadano ilustre de Montevideo al futbolista francés Antoine Griezmann, que según versiones llegará a nuestro país a fin de año. Es de elogiar la presteza con la que se toma esta decisión con la que el futbolista francés compartirá distinción con el sanguinario dictador nicaragüense Daniel Ortega. No puede dejar de elogiarse la capacidad de reflejos y de reacción de la gestión municipal para responder a los desafíos de su tiempo. De Gaulle, un poroto.

Otra formidable iniciativa es la de poner un impuesto disfrazado a los turistas que lleguen a Montevideo. A cambio de nada y al solo efecto de continuar con el afán recaudador que ya llevó a la Intendencia a recaudar casi 2 millones de dólares por día, que luego se pierden misteriosamente en 18 y Ejido, sin que los montevideanos veamos un peso. ¡Castigar a quienes osen visitar nuestra ciudad! Aquí debe destacarse el enfoque disruptivo, ya que tomar una medida para desincentivar la llegada de turistas con los enormes beneficios económicos que le genera a numerosos emprendimientos es propio de un estadista al que no le tiembla el pulso para perjudicar a sus ciudadanos.

Y así podríamos seguir enumerando el disparatario de ideas de la Intendencia de Montevideo. Sería muy interesante, desde el punto de vista sociológico y psicológico, presenciar una reunión de gabinete de Daniel Martínez. ¿Cómo funcionará esa craneoteca de iluminados? ¿Se premiará la idea más ridícula? ¿Se decide implementar la primera que surge, sea cual sea? ¿Recibirá un viático quien haga reír más a los asistentes? ¿Es en serio o nos están agarrando para la chacota? ¿De laburar ni hablamos, no?

Cada día el tránsito es más caótico en la ciudad y la limpieza es un problema endémico sin solución, pero para eso no existen respuestas. Se corta el tránsito durante un mes en Tres Cruces para tapar un pozo pero ninguna obra que agilice el tránsito por ninguna vía importante de la ciudad. El Intendente se pone firme con Adeom si le ocupan el despacho, pero no para que se haga en forma medianamente decente la recolección de residuos en la ciudad.

Es claro que si en más de la mitad de su período no hizo absolutamente nada relevante por Montevideo, no lo va a comenzar a hacer ahora que está largado en campaña para las elecciones nacionales. Caso curioso, aunque para nada único, el de Daniel Martínez, que siendo pésimo como presidente de Ancap y como Intendente de Montevideo, se siente con condiciones de ser presidente de la República.

Es cierto que su partido ha dejado la vara muy baja, pero de todas formas cuesta creer que con las pésimas credenciales que presenta pueda aspirar seriamente a gobernar el país. El tema, afortunadamente, lo terminará laudando la ciudadanía con los resultados de la gestión Martínez a la vista, mientras espera trancada en el tránsito o evita respirar, al ir a tirar una bolsa de basura a un contenedor.

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