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Enfermos de encuestitis

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EDITORIAL

Lo deseable sería que más allá de resultados coyunturales, los acuerdos partidarios se basaran en ideas y propuestas, no tanto en garantía de acceso al sillón. Esto se agrava cuando se tiene en cuenta que las encuestas pre-internas no son para nada fiables.

En las últimas semanas, dos partidos políticos minoritarios se vieron sacudidos desde sus cimientos. Primero fue el Partido de la Gente, con el enfrentamiento público entre su conductor Edgardo Novick y su cesado vicepresidente, Guillermo Facello. El conflicto derivó en el alejamiento del ex fiscal Gustavo Zubía y en un cruce adicional de acusaciones y críticas de alto voltaje.

Luego sobrevino el inesperado quiebre de La Alternativa, la coalición socialdemócrata que escasos días antes había proclamado su fórmula presidencial, y terminó haciéndose añicos a raíz de una declaración de la candidata a vice, Selva Andreoli. Más allá de anteriores afirmaciones públicas que uno supone deberían haber desencajado con Mires, como catalogar a Cuba como democracia.

En ambos casos, las crisis se desencadenaron en forma fulminante: lo de Novick se tramitó en un fin de semana y lo de Pablo Mieres en el siguiente, generando comidilla periodística por varios días. Porque así funciona el interés público en nuestra tardía posmodernidad: las rencillas personales parecen tener más predicamento que los contenidos programáticos, en la demanda informativa de la gente. Es algo similar a lo que ocurre en el mundo del espectáculo porteño, donde importan más, romances y enemistades que los valores artísticos de cada uno. Habida cuenta de lo que nos está pasando, bien podríamos importar al argentino Jorge Rial y lanzar un programa de TV que se llamara “Intrusos en la política”… La extinción de La Alternativa es sintomática: cuando el Partido Independiente se sentó a negociar con el grupo de Esteban Valenti, ¿no se dijeron cara a cara que en caso de no integrar la opción del balotaje, unos y otros votarían distinto? ¿Tuvieron que esperar a que la candidata a vice lo transparentara en un programa de televisión, para demoler lo que habían construido? Mirándolo de afuera daría la sensación de que el acuerdo se estableció apresuradamente. Bastaba con leer las columnas de opinión de Mieres y Valenti en Montevideo Portal (a veces publicadas una al lado de la otra) para comprobar que el primero cargaba sus tintas contra el Frente Amplio, mientras que el segundo despreciaba con mucho énfasis al Partido Nacional.

Nuestra hipótesis (nada ingeniosa por cierto, sino más que obvia) es que ambos integrantes de ese proyecto de coalición eran conscientes de que pasado octubre dividirían sus preferencias, pero prefirieron patear esa pelota para adelante, con tal de ofrecer al frenteamplista desencantado una oferta electoral atractiva. Y la falta de despegue a nivel de las encuestas tuvo mucho que ver con su precipitado fin.

Lo mismo parece haber ocurrido en el Partido de la Gente: si los números de las mediciones hubieran acompañado a Novick, ningún dirigente lo habría acusado de autoritario ni de privar de “combustible” a la campaña, como llegó a declarar Zubía en un revelador sincericidio.

Sería una buena temática de estudio para los politólogos determinar cuánto pesan los resultados de las encuestas en los reagrupamientos y conflictos políticos. No se trata solo de lo obvio -una candidatura como la de Verónica Alonso, que se retira como consecuencia de su bajo desempeño en las mediciones-; se evidencia sobre todo en estas luchas intestinas, justificadas por conflictos que tal vez no sean tales, sino meros enmascaramientos de cambios de rumbo (o despido de tripulación) para evitar la zozobra.Y allí es donde los ciudadanos de a pie tenemos derecho a tomar nota. Si la adhesión a un líder o la pertenencia a una coalición dependen solo de una apuesta al éxito electoral, la imagen de la política se degrada (aún más).

Lo deseable sería que más allá de resultados coyunturales, los acuerdos partidarios se basaran en ideas y propuestas, no tanto en garantía de acceso al sillón. Esto se agrava cuando se tiene en cuenta que las encuestas pre-internas no son para nada fiables. En la interna Batlle - Hierro de 1999 daban ganador al segundo, y el primero lo pasó con la fusta abajo del brazo. Algo semejante ocurrió en la interna nacionalista de 2014, cuando imprevistamente Lacalle Pou superó a Larrañaga. Hasta las mismas empresas de investigación reconocen que es muy temprano (y el margen de error, muy alto) para pronosticar vencedores. Lo mismo puede decirse de los partidos minoritarios, que al no ofrecer competencia interna, es razonable que estén marcando más abajo de su potencial performance de octubre.Tomar decisiones políticas en función de la encuestitis es un poco como tirar fichas a la ruleta: tarde o temprano, el votante premiará la coherencia (aún en la adversidad coyuntural) antes que el exitismo.

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