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Las enfermedades "truchas"

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Hace un lustro que se oyen denuncias sobre el sospechoso aumento del ausentismo laboral debido a enfermedades certificadas por médicos "complacientes". Hay pruebas de la existencia de abusos desde que en 2010 se dispuso que en vez de los médicos del BPS, serían médicos particulares quienes determinarían el total de días de licencia por enfermedad.

Recién ahora, cuando se verifica que el "agujero" causado al BPS por esta práctica maliciosa llegó a los 200 millones de dólares, el gobierno anuncia que tomará medidas. Más vale tarde que nunca, reza el dicho, pero lo cierto es que este problema debió ser encarado antes.

El anunciante de los cambios fue el ministro de Economía, Danilo Astori, quien incluyó este tema en el reciente plan para reducir el déficit registrado en las cuentas públicas. Según él hay "descontrol" y "exceso" en materia de licencias por enfermedad, por lo que se integrará un grupo de trabajo con la Oficina de Planeamiento, el BPS y el ministerio de Economía para ponerle coto a la sangría de recursos que se pierden por esta vía. Una sangría para la cual el sector privado, a través de su representante en el directorio del BPS, reclama correctivos desde hace años ante gobiernos que hacían oídos sordos.

Hoy, cuando parece haber llegado la hora del "sinceramiento fiscal" y los gobernantes del Frente Amplio pretenden asumir la realidad de lidiar con un déficit del 3.5% del PBI, se comprueba el crecimiento exponencial de las certificaciones médicas así como la cantidad de días libres otorgados, subsidiados por el BPS. Son dineros de todos que el Estado vierte no siempre con justicia, pues abundan datos sobre "enfermedades truchas" y demasiados días de licencia concedidos por males que en ciertos casos son de difícil comprobación.

Hay estudios oficiales que muestran que el desmedido crecimiento de las licencias médicas carece de justificación en un país como el nuestro que en los últimos años no ha soportado plagas ni catástrofes naturales, como las estadísticas de trabajadores enfermos parecerían indicar. De los datos obtenidos surge que las licencias médicas se conceden sin mayor rigor ni controles serios por parte de los médicos oficiantes, hecho denunciado no solo por numerosas empresas privadas sino incluso por el ministro de Trabajo, Ernesto Murro, quien semanas atrás criticó el ausentismo laboral y señaló que resultaba sospechoso su incremento en días cercanos a los fines de semana. El propio director de Trabajo, Juan Castillo, lamentó durante el verano pasado la propensión a faltar al trabajo en grandes sectores de la actividad productiva, lo que explica la expansión de las primas por presentismo cada vez más comunes tanto en la actividad pública como en la privada.

Cuando el gran Molière escribió "El enfermo imaginario" lejos estaba de imaginar que en un lejano paraje sureño iba a existir un país con tal cantidad de enfermos imaginarios que, sin ser hipocondríacos como el grotesco personaje de su comedia, aun sabiéndose sanos cobraban sin ir a trabajar. No por casualidad Uruguay tuvo de presidente a José Mujica, quien exaltó la idiosincrasia de los miembros de una antigua tribu, los "kun san", poco adeptos a ganarse el pan con el sudor de su frente. Esa imagen de una tribu perezosa atrajo sin duda a ciertos sectores, al punto que el propio Mujica, en un viaje al exterior, expresó que Uruguay era un país de "atorrantes". Lamentable.

Detrás de esta patología está sin duda el cambio de los valores dominantes en nuestra sociedad en los últimos años, en donde cundió el hábito de recibir dinero del Estado a cambio de nada. Si a ello se suman expresiones del poder político tan infelices como las citadas, se comprende mejor lo que ocurre con las licencias médicas que, de manera creciente, suelen concederse a quienes aducen sufrir dolencias de extraños síntomas, curiosa periodicidad y difícil diagnóstico.

Tan flagrantes son las trampas del sistema que hasta el gobierno procura reencauzarlo en estos días, algo que los empresarios, inquietos por los perjuicios causados por el ausentismo, venían solicitando. Lo que piden es volver al sistema anterior al 2010, cuando su aplicación por el BPS era más estricta que la actual, en la que los médicos certificadores pueden mantener una relación previa con los solicitantes del subsidio, algo que facilita las "certificaciones complacientes".

Es hora de terminar con los abusos que no solo dañan al erario público sino que distorsionan la aplicación de un instrumento tan justo y legítimo como el subsidio por enfermedad.

EDITORIAL

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