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La encrucijada de Vázquez

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EDITORIAL

La suerte del TLC con Chile depende del Plenario del FA, un órgano de nula representación democrática donde tienen un peso exorbitante los comités de base vacíos de personas y donde no se respeta el voto del ciudadano frenteamplista en las urnas.

La mesa política del Frente Amplio decidió este fin de semana que el tratado de libre comercio con Chile que duerme la siesta de los justos en el Parlamento sea puesto a consideración del próximo plenario de la coalición. Esta noticia no es un buen augurio para la apertura comercial de nuestro país, a juzgar por el antecedente del TISA que fue liquidado incluso antes de entrar a negociarse por meros prejuicios ideológicos. La aprobación del TLC con Chile en la Cámara de Diputados del Parlamento trasandino y su pasaje al Senado pone ahora el foco de atención sobre nuestro país, que debería resolver si ratifica lo actuado por el presidente de la República y su canciller o si los deja pegados y antepone sus prejuicios al interés del país.

El presidente Vázquez y el canciller Nin Novoa han intentado en este tercer gobierno del Frente impulsar acuerdos comerciales que abran posibilidades de crecimiento económico sustentable para nuestro país. Sin embargo, hoy ha quedado en evidencia que estos esfuerzos han quedado en la nada ya que no se ha concretado un solo acuerdo comercial. La oposición de la mayoría radical del Frente Amplio a todo lo que aporte a la inserción internacional del país es una de las principales razones, pero también la falta de coraje del Poder Ejecutivo para avanzar con el apoyo que existe de las grandes mayorías sociales que todas las encuestas marcan es ampliamente favorable a los acuerdos comerciales y con el apoyo explícito de la oposición, que podrían y deberían haber sido factores determinantes.

Hace ya un buen tiempo el senador Luis Lacalle Pou le comunicó al gobierno que contaba con los votos del Partido Nacional para aprobar el tratado y ciertamente también cuenta con los votos de los restantes partidos de la oposición, por lo que la negativa a avanzar se debe a una decisión política que procura no generar problemas a la interna del partido de gobierno cuando notoriamente no existe una imposibilidad real. Es claro que más allá de las intenciones aperturistas del presidente y su canciller han sido grandes equilibristas en las relaciones internacionales. Han evitado las condenas explícitas al régimen criminal de Maduro, han tenido gestos de genuflexión con los países del llamado "socialismo del siglo XXI", y la frutilla de la torta más recientemente es que han decidido permanecer en la Unasur, un organismo que han abandonado todos los países serios y en el que hoy solo quedan Venezuela, Bolivia, Ecuador, Guyana, Surinam y Uruguay. Como el lector habrá observado, un bloque decisivo para el destino de la humanidad.

La decisión sobre el TLC con Chile quedó en manos del Plenario del Frente Amplio y, lamentablemente para el país, su resolución está cantada. En un órgano de nula representación democrática donde tienen un peso exorbitante los comités de base vacíos de personas hace años y donde no se respeta el voto del ciudadano frenteamplista en beneficio de los sectores radicales, difícilmente ocurra otra cosa que una negativa rotunda al TLC con Chile. La opinión de todos los expertos en materia de inserción internacional, la abrumadora evidencia empírica y la teoría económica, en otras palabras, la opinión de la razón, va a ceder paso a ideologías vetustas, prejuicios injustificables y la necedad sin sentido, en buen romance, la irracionalidad.

Este bloqueo político producto del irracional funcionamiento del principal partido y su negativa a considerar la opinión de la otra mitad del país condena al Uruguay a no poder hacer lo que han hecho todos los países que han logrado desarrollarse. Los sectores radicales del Frente Amplio que dominan a los más moderados en la infernal maquinaria interna de esa colación política, tienen como rehenes maniatados a todos los uruguayos. El resultado es predecible, incluso porque los moderados acatarán y terminarán votando en el Parlamento contra lo que saben con cabal convicción que es lo mejor para el país. La disciplina partidaria del astorismo y sus aliados votando contra lo que saben es lo mejor para el país en forma consistente, durante décadas es una de las constantes más lamentables de nuestra política vernácula.

El presidente de la República tiene la palabra en esta encrucijada. Deberá resolver si se resigna a que su gobierno no tenga absolutamente ningún logro o, al menos, alcanzar uno modesto como un TLC con Chile. A juzgar por lo que ha sido hasta aquí su gobierno no podemos abrigar muchas esperanzas de que cambie y esta vez termine haciendo lo correcto.

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