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Empeñados en querer perder

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Cuando hace unos años algunos columnistas de esta página, junto a otros prestigiosos ciudadanos, plantearon la necesidad de una Concertación de partidos para ganar el gobierno de Montevideo, recibieron críticas de todo tipo. Las narra muy bien el libro sobre Rodolfo Sienra, "Testimonios de su pluma".

En particular, algunos importantes dirigentes blancos y colorados se opusieron tenazmente al proyecto. Fue solo con el tiempo que tuvieron que rendirse a la evidencia y terminaron aceptándolo (algunos a regañadientes). Es que, desde los ciudadanos de a pie, el reclamo era ensordecedor.

Se trataba de dotar a los partidos tradicionales de un instrumento que les permitiera competir con chances electorales ciertas. No para desmerecer la identidad de cada partido que participara en esa Concertación. Sino para abrir un ámbito de seriedad en la propuesta, de trabajo conjunto y de visibilidad política, que diera a los vecinos de Montevideo la certeza de que se podía cambiar de elenco gobernante en el municipio de la capital para hacer una mejor gestión y podía aspirar a una ciudad digna.

Nació así la Concertación. Se presentó a las elecciones internas y cumplió con los requisitos formales para estar pronta para la cita de mayo de 2015. Pero en estas semanas, de vuelta, han fallado los partidos tradicionales.

Primero el Partido Nacional quitó del medio a quien hacía varios años se había planteado ser candidato a Intendente por Montevideo: el diputado Gandini. Se apeló a argumentos electorales de la interna de junio de 2014, cuando los apoyos de Gandini en el Partido Nacional no fueron mayoritarios en la capital. Sin embargo, la señal hacia afuera de la estructura partidaria fue muy mala. Porque durante años hubo un dirigente que había trabajado para ser candidato, y terminaba siendo desplazado.

La candidatura nacionalista finalmente recayó en Álvaro Garcé. En estas semanas, Garcé está mostrando una voluntad encomiable y una buena disposición envidiable. Es un hombre serio que trabaja profesionalmente. Pero, infelizmente, sale al ruedo electoral muy sobre la fecha. Eso hace cuesta arriba su campaña.

Luego vino el incordio colorado. Ney Castillo, que ya había sido candidato en 2010 y tenía un piso de apoyo relevante, decidió bajarse de la candidatura a Intendente, cuando ya había sido postulado por el Partido Colorado para la Concertación. El problema pasa, según Castillo, por la falta de apoyos adentro de su partido, una vez que se definió la tercera candidatura por la Concertación del empresario Edgardo Novick.

No podía haber peor señal para la ciudadanía de Montevideo que esta decisión de Castillo. Porque, en definitiva, abre dudas sobre el verdadero respaldo del Partido Colorado al proceso de Concertación. ¿O acaso no ha hecho público su descontento con este instrumento algún diputado colorado por Montevideo? ¿O acaso estas idas y vueltas no son una forma de mostrar debilidad frente al desafío electoral que tiene por delante la Concertación cuando debe competir con tres candidatos del Frente Amplio?

No hay duda de que la situación ya era muy difícil desde el momento mismo en que se planteó la necesidad de crear la Concertación. Porque Montevideo es el bastión electoral del Frente Amplio desde 1989. Y porque, luego, en octubre de 2014, la izquierda recibió centenares de miles de votos en la capital.

Pero nadie duda también de que hay un enorme hartazgo ciudadano por la gestión de la Intendencia en aspectos sustanciales de la tarea municipal: tránsito caótico, falta de iluminación, altos impuestos, mugre permanente por toda la ciudad o ruidos molestos por doquier. Además, hay un rosario de problemas que se han ido acumulando en estos años: desidia administrativa, errores costosos como el del Corredor Garzón, acomodos compañeros de altos salarios y robos ("desapariciones", le dicen) de obras de arte, entre tantos otros.

Concertación es un instrumento electoral imprescindible. Pero precisa, para ser eficiente, de la seriedad y madurez de los dirigentes de los partidos tradicionales. Se trata de plantear acciones realistas y de proponer candidatos convincentes que den certezas de que se puede confiar en una alternativa de verdad para Montevideo. Nada más y nada menos.

Los dirigentes de los partidos tradicionales cometen el peor error en Montevideo al debilitar a la Concertación con sus incomprensibles decisiones. Están haciendo todo lo posible para dejar huérfana a una ciudadanía que solo pide un cambio serio y posible.

Es como si estuvieran empecinados en querer perder.

Editorial

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