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Elecciones en Brasil

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Editorial

El hartazgo de la gente evoluciona hacia un descreimiento colectivo hacia la clase política cuando se convencen de que los gobernantes y las elites hacen de la inmoralidad una profesión. Cuando la gente ve que la corrupción a toda escala es el modus vivendi.

Siendo la base de nuestro gobierno la opinión del pueblo, el objetivo primordial debería ser el mantenimiento de ese derecho" le escribía en 1787 Thomas Jefferson, redactor de la Carta Magna norteamericana y Presidente de los Estados, al Tte. Cnel. Edward Carrington. Un pensamiento que el clima que rodea a las elecciones de mañana en el Brasil trae a la memoria.

Llega un punto en que la sociedad se rebela. El hartazgo de la gente evoluciona hacia un descreimiento colectivo hacia la clase política cuando se convencen de que los gobernantes y las elites hacen de la inmoralidad una profesión. Cuando la gente ve que la corrupción a toda escala es el modus operandi en cualquier esfera de poder, mientras la pobreza es muy vasta y el delito y la violencia se potencian llegando a niveles horrorosos. Según los datos del 2017, Brasil superó en ese año, su macabro récord de homicidios; 63 880 personas fueron asesinadas en todo el país, un 3% más que en el 2016. Un promedio de 175 muertes por día y faltan ver los de este año.

En estos procesos, crece la confusión y los anhelos más elementales como la recuperación del orden y la seguridad son los que priman. Otros valores quedan rezagados. En ese tembladeral las voluntades oscilan peligrosamente, la incertidumbre cunde y los candidatos presidenciales son fruto de ese estado de cosas.

Fueron las manifestaciones públicas de una ciudadanía cansada de la máquina de robar que era el Partido de los Trabajadores, las que empujaron fuera de la presidencia a Dilma Rousseff. Fueron series televisivas como El Mecanismo, las que mejor clarificaron a los ojos de los votantes, los engranajes montados para robar dineros públicos en beneficio de los corruptos de siempre, tanto a nivel empresario como político.

Entre el enjambre de trece candidatos que se presentan en el acto eleccionario de mañana, las encuestas señalan a dos con las mayores chances y predicen que habrá que ir a un balotaje pues difícilmente alguno alcance la mayoría en la primera vuelta. En los estados del nordeste, los más carenciados del país, donde el gobierno del PT repartió más "Bolsas Familia", recoge más votos el candidato puesto a dedo por el expresidente Lula. Desde la prisión, donde se encuentra condenado por la justicia en segunda instancia por corrupción, este sigue manejando los hilos y el ignoto exministro de Cultura, Fernando Haddad, a quien los sondeos de Ibope le adjudican el segundo lugar, con un 23%, fue ungido como su delfín al confirmarse que no podría postularse.

El que va primero, con un 32% según la misma encuestadora es el exmilitar y diputado Jair Bolsonnaro, simpatizante de la dictadura brasileña (1964-1985) quien ha hecho del discurso extremo su campaña. Un vivo reflejo de un país en llamas. Su mayor respaldo se encuentra en los estados más ricos del sur. Si bien afirma que esos programas de Lula que según indican las mediciones, sacaron de la pobreza a 30 millones de personas, son en realidad una maquinaria para juntar votos, lo cierto es que ninguno de los contendientes se atreve a hablar de desmantelarlos. Y máxime cuando la pobreza extrema ha crecido en los últimos 4 años. La lucha contra ella será un gran desafío para cualquiera sea el que gane los comicios. El total de brasileños que vive debajo de la línea de pobreza, con menos de US$ 60 al mes, alcanza a 23,3 millones de personas. Un número mayor a toda la población de Chile, de acuerdo a la Fundación Getulio Vargas. Nuestro grandioso vecino se encuentra hoy en un ambiente de recesión, de déficit fiscal, de inflación, de altos impuestos y mala administración, aparte de la alta inseguridad, el elevado informalismo y las grandes diferencias sociales

Así como son bastante evidentes las razones de los que apoyan a Haddad, en el caso de los de Bolsonnaro, más allá de la esperanza de que el país se vuelva más seguro y ordenado, puede que haya una especie de autoengaño entre los empresarios. Parecen creer que será quien lleve adelante las reformas que el país necesita. Entre ellas, nada menos que la reforma de la previsión social. Sin embargo, en su trayectoria como legislador no se caracterizó por acompañar las reformas, sino todo lo contrario. En lo único en que coinciden estos dos adversarios, es en la denuncia de ser víctimas de las fake news, puesto que cada uno acusa al otro por las campañas malevolentes y mentirosas que circulan. En este panorama, las distintas iglesias evangelistas con miles de influenciables feligreses detrás, son el botín más preciado y Bolsonnaro luce como el preferido entre ellas.

El inminente desenlace tiene especialmente atenta a toda la región.

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