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La elección que quedó pendiente

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El domingo pasado se hubieran realizado las elecciones municipales. Pero de haberlas hecho ese día, muchos uruguayos no hubieran concurrido. La pandemia nos confinó a nuestras casas y para muchos de nosotros será necesario esperar hasta que aclare.

Por ese motivo, tras alguna controversia, se optó por postergarlas hasta setiembre. Al transferir la elección, aún si la situación siguiera complicada, igual habría tiempo para organizarlas de tal forma que ofrezcan garantías sanitarias a los ciudadanos.

El problema más serio que trajo esta decisión es que en Montevideo se alargó el período de su actual intendente. Habrá que soportarlo con el mejor talante posible.

Cada departamento deberá entonces en setiembre, elegir sus autoridades por los próximos cinco años. Jugarán en esa elección los intereses locales, no los nacionales. Importará la comarca.

En Montevideo estará en juego la larga hegemonía frentista. Si bien es un departamento donde la impronta frentista arraigó muy fuerte (por algo lleva ya tres décadas completas al frente del gobierno capitalino), hay señales de que ese consolidado funcionamiento presenta fisuras. En el resto del país, el cansancio hacia el predominio frentista se notó en las elecciones nacionales de octubre y noviembre y es probable que ese sentimiento se mantenga.

En Montevideo, los partidos que pretenden desplazar al Frente Amplio, se tomaron esta elección en serio, como no ocurrió en pasadas oportunidades. No es la primera vez que unen fuerzas ya que lo hicieron en 2015 con el Partido de la Concertación, pero esta vez están mejor plantados para presentar batalla. La señal más clara, fue la elección de una candidata de muy buen nivel como lo es Laura Raffo, con sólida preparación, personalidad y clara determinación para llevar adelante la campaña.

Hoy los candidatos están en cuarentena como el resto de la población. Algunos han vuelto a la actividad que hacían antes. Por lo pronto sabemos que uno de ellos, Daniel Martínez, tiene los brazos acalambrados de pelar papas para las canastas de alimentos. Según el mismo hizo público a un periodista, lo está haciendo sin que los periodistas lo sepan. Laura Raffo también está trabajando en una organización con fines similares, tal como lo anunció apenas supo que la campaña quedaba en suspenso. Se trata de una organización a la que ella está vinculada desde mucho antes.

En Montevideo, los partidos que pretenden desplazar al Frente Amplio del gobierno departamental, se tomaron esta elección en serio, como no ocurrió en pasadas oportunidades.

Mientras tanto, Montevideo tendrá que esperar unos meses. Cuando empezó la campaña Raffo recorrió barrios marginales de la ciudad y puso en evidencia sus dramas. Sus adversarios la trataron de ingenua. “¿Cómo, recién ahora descubre la pobreza?” Pero nada había de ingenuo en sus recorridas. Lo que ella estaba poniendo al descubierto es que tras 30 años de gobierno, eran sus adversarios los que desconocían (o habían pasado por alto) esa realidad.

Un gobierno municipal no tiene las mismas competencias que un gobierno nacional, pero dentro de sus posibilidades puede, con obra pública, mejorar la infraestructura de zonas postergadas: mejores calles, mejor saneamiento, veredas decorosas, plazas, iluminación, buenos sistemas para recolección de basura. No son necesariamente políticas que lograrán que tanta gente deje de ser pobre, pero sí se les dará un contexto urbano que ofrezca otra calidad de vida. Obras así harán que sea fácil acceder y salir de esos barrios y en coordinación con el gobierno nacional, lograrían que el Estado se haga presente, ponga oficinas y dependencias, como la idea del ministro Pablo Bartol de instalar en Casavalle las oficinas del Mides.

Eso no quita dejar de lado las grandes obras que Montevideo necesita. Avenidas cuyas mejoras y ensanches esperan desde hace décadas, ordenamiento de espacios verdes, una iluminación que ilumine, una solución eficiente para la recolección de residuos, un transporte público más fluido, todo en un contexto que logre que Montevideo sea más linda, cosa que dejó de ser.

La Intendencia emprendió algunas de estas obras (y a veces mal) recién en el último año y medio de los 30 que lleva gobernando. Hay que insistir en ellas no solo por ser necesarias y porque mejorarán Montevideo, sino porque además es una forma de afrontar algunos actuales dramas sociales.

No existe, como lo planteó Tabaré Vázquez cuando asumió en 1990 la Intendencia, un dilema entre gastar en obras y gastar en planes sociales. Tal disyuntiva es falsa. Hacer obras es dar trabajo y es la más genuina manera de resolver estas situaciones. Además, mejora la ciudad.

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