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El doble juego tupamaro

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Uno de los capítulos que todavía están por escribirse de la historia reciente debería dedicarse a los delitos cometidos por el movimiento tupamaro después de 1985, una vez recuperada la democracia cuando todos sus militantes estaban amnistiados y puestos en libertad.

Se trata de datos importantes para comprobar la doblez con que los tupamaros actuaron durante cierto tiempo al participar en el juego democrático a la vez que propiciaban actividades clandestinas típicas de los años sesenta.

Una alusión a esas actividades ilegales la hizo Héctor Amodio Pérez en una publicitada presentación televisiva en donde mencionó los asaltos a mano armada y otros crímenes cometidos por sus antiguos compañeros de armas después de terminada la dictadura. Como era de esperar nadie se dio por aludido ante esas acusaciones que bien pudieron suscitar el interés de algún fiscal por investigar tales crímenes, algunos de los cuales no prescribieron.

Para iniciar esa investigación bastaría con revisar lo que han dicho y escrito los propios tupamaros, por ejemplo uno de sus exjefes, Jorge Zabalza, quien hizo revelaciones de cosas interesantes en una entrevista con la revista argentina Sudestada, publicada en abril del 2008 bajo el título "De las armas a las urnas" que puede leerse en internet. Según Zabalza, hasta 1995 y en plena democracia el MLN organizó y ejecutó atracos a punta de pistola y mantuvo a la vista "el horizonte insurreccional", o sea sin descartar el retorno a la lucha armada.

Entre esos actos delictivos Zabalza se refirió a uno de los más sonados: el asalto a la mayor empresa distribuidora de diarios perpetrado en 1991, bajo el gobierno de Luis Alberto Lacalle. Uno de los asaltantes, un antiguo miembro de la dirección del MLN, extravió su documento de identidad en el lugar de los hechos, razón por la cual pasó a la clandestinidad como fugitivo de la justicia. Aunque los tupamaros alegaron entonces que ese hombre había actuado por su cuenta, Zabalza lo reivindicó como un militante que cumplió órdenes del MLN. Se trataba de "hacer finanzas a la antigua", como diría alguno de sus compañeros.

La indagación en torno al asaltante que perdió su documento le permitió a la policía encontrar la primera pista de las vinculaciones entre tupamaros y etarras. En su casa los agentes hallaron documentación sobre la ETA, una bandera de esa banda terrorista y los rastros de una etarra refugiada en nuestro país que había vivido allí. En aquel momento el dato pasó desapercibido, pero cobró importancia tres años después cuando tupamaros y etarras cooperaron en el montaje y realización de la asonada del hospital Filtro como explicó el mismo Zabalza en un libro autobiográfico cuya publicación causó estruendo y diversos desmentidos que no convencieron a nadie. Un libro que confirmó la ayuda económica otorgada por la ETA al MLN, un favor que los tupamaros retribuyeron al orquestar la defensa de tres etarras supuestamente inocentes pero que, como se probó después, eran responsables de varios homicidios.

Otros crímenes cometidos en esa época de doble juego podrían también indagarse, entre ellos el nunca aclarado asesinato de un antiguo dirigente sindical y exactivista del MLN acaecido en Rocha en 1993. En su momento se habló de un ajuste de cuentas entre exmiembros de esa organización y se comentó que aquello era la aplicación de la condena a muerte de un "traidor". El Pit-Cnt, en un comunicado, reivindicó la memoria de la víctima y reclamó el esclarecimiento del caso, lo que nunca ocurrió.

Como apreciará el lector, estamos hablando de delitos cometidos después de concluida la dictadura, cuando los tupamaros habían adoptado la forma de un grupo político con todas las de la ley e incluso cuando postulaban a algunos de sus líderes como candidatos a legisladores en las elecciones nacionales. Una época de doble discurso en la cual, junto a la pública profesión de fe democrática, los tupamaros discutían en su interna si abandonar o no las armas para siempre.

De ese oscuro capítulo de su historia reciente no hablan los propagandistas del MLN que suelen regodearse en el relato de presuntas hazañas, como la fuga masiva del penal de Punta Carretas lograda en base a sobornos y amenazas. Expertos en conferirle tono de epopeya a la trayectoria del MLN y en engalanar sus fechorías, silencian sus andanzas a partir de 1985 y hasta entrada la década de los noventa. Tanto o más grave que esa omisión es que sigan sin pedir disculpas por sus desatinos, incluidos los consumados después de restaurada la democracia.

EDITORIAL

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