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Distancia social y transporte urbano

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Los nuevos casos de coronavirus detectados en estos días parecen recordarnos que si bien en Uruguay el tema se viene llevando bien, la amenaza está siempre latente.

Hubo casos en un par de centros asistenciales y en algún supermercado lo cual demuestra que aunque la pandemia parece relativamente controlada, es casi imposible huirle a los rebrotes. Lo razonable entonces es no confiarse. El sábado pasado, tras asistir a los actos por los 190 años de la Jura de la Constitución, el presidente de la República expresó su inquietud si bien acotó que pese al rebrote, no existía un aumento exponencial de casos.

Fue sin embargo, muy claro respecto a lo que está ocurriendo con el transporte público. Algo que por cierto no escapa a la preocupación del resto del país, y más aún a quienes viajan todos los días para ir a trabajar. Los buses van llenos de punta a punta, con lo cual es imposible aplicar la llamada “distancia social”. Y aunque el acatamiento para usar tapaboca es amplio, no es total.

Quizás porque nos ha ido mejor que a otros países, se generó en la sociedad una actitud más laxa respecto al tema. Por otra parte, pandemia o no, ningún país puede paralizarse al extremo de tener su economía frenada pues termina siendo peor el daño hecho por el confinamiento que la enfermedad en sí misma. Aún así, la enfermedad está, circula y daña.

Hay quienes despliegan sus cifras para mostrar que el escándalo mundial hecho para controlar la pandemia es exagerado ya que el porcentaje de muertos y enfermos en cuidados intensivos no ha sido tan dramático. Dicho razonamiento presenta fisuras serias. En todo el mundo, mal o bien, más tarde o más temprano, se adoptaron medidas para controlar la pandemia. Aún así en algunos países hubo hospitales desbordados y enfermos que no pudieron ser debidamente tratados y eso disparó la cifra de muertos. Hoy ese temor se atenuó porque se han ido cubriendo las carencias y se está mejor preparado ante eventuales rebrotes.

¿Qué hubiera pasado si, con el diario de hoy y viendo que al final la enfermedad si bien preocupante no fue tan dramática como se pronosticó, los países no hubieran tomado medidas? Ninguna en ninguna parte del mundo. Las cifras no hubieran sido ni remotamente parecidas a las actuales. Dado lo fácil que se contagia el virus y lo duro que es padecer la enfermedad, en un mundo dispuesto a no hacer nada, el efecto del coronavirus hubiera sido devastador. Por lo tanto sostener que al final no fue todo lo grave que pareció en el comienzo, sin conectar esa afirmación a que hubo una respuesta en todo el mundo, es una forma deshonesta de razonar.

A diferencia de la influenza española de 1919, que atacó con fiereza a la población más joven, esta no los afecta tanto: tal vez se contagien pero en su mayoría son asintomáticos. La población de más edad, en cambio, sí es vulnerable. Eso explicaría cierta actitud desaprensiva de mucha gente joven. Como no sienten los síntomas, no se cuidan. Pero al no cuidarse, igual pueden trasmitir el virus a otros que sí toman recaudos.

Así como una empresa jamás permitiría que alguien viaje sin pagar boleto, tampoco puede permitir que alguien viaje sin tapaboca. Su prioridad es proteger al resto de los pasajeros, sus clientes.

Esta laxitud empieza a generalizarse. Los sindicalistas reclaman garantías en su trabajo pero después organizan marchas donde ni usan tapaboca ni respetan la distancia. Más preocupante aún es viajar en ómnibus. Es acá donde entra una de las dos partes del concepto tan reiterado por el presidente Lacalle. El de la responsabilidad. Libertad, sí, pero con responsabilidad.

Días pasados, a la vista de varias personas que caminaban por Bulevar Artigas a esa hora, un ómnibus interdepartamental se detuvo y el guarda hizo descender a un pasajero que no llevaba tapaboca. Actuó con buenos modos pero también con firmeza.

El pasajero protestó pero no el resto del pasaje. Hubo irresponsabilidad de parte de quien no llevaba su tapaboca para hacer un viaje de varias horas y un claro gesto de responsabilidad de parte del guarda, que además actuó en salvaguarda del resto de las personas que viajaban en el vehículo.

Eso no se ve en el transporte urbano. Así como una empresa jamás permitiría que alguien viaje sin pagar boleto, tampoco puede permitir que alguien viaje sin tapaboca. Su prioridad es proteger al resto de los pasajeros, sus clientes. Y así como en las escuelas, en los restaurantes, en los comercios, se establecen espacios libres para facilitar la distancia social, así tendrán que disponerlo las empresas de transporte urbano.

Es verdad, eso tiene un costo, como lo tiene para los comercios y los restaurantes. Nadie nunca dijo que esto era fácil.

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