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El discurso de Xi Jinping

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El jueves 1° de julio se celebró en la Plaza de Tiananmen, un siglo de historia del Parti- do Comunista Chino (PCCh).

En medio de la multitudinaria presencia de los cientos de delegados e integrantes del partido oficial y único, todos de traje azul obscuro a la usanza occidental, la figura del Presidente chino Xi Jinping con vestimenta de riguroso gris al estilo Mao, a nadie le pudo pasar desapercibida. Un atuendo que sobresalía llamativamente en ese entorno occidentalizado, con un efecto manifiestamente simbólico. A qué respondía exactamente el gesto es imposible saberlo, máxime con el secretismo que caracteriza a los regímenes comunistas, así que el hecho se presta para distintas conjeturas.

Podría ser un mensaje hacia adentro, una reafirmación del primer mandatario dirigida a la interna, de la que poco y na-da trasciende, a fin de fortificar su liderazgo. O por el contrario, el principal interlocutor haya sido el resto del mundo y las cabezas de otras naciones, más específicamente. Motivada la decisión por una profunda molestia, la irritación que les produce Occidente cada tanto si los amonesta o los enjuicia, cuando el comportamiento de los países occidentales, incluido el Japón, hacia “el Reino del Medio”, en los siglos XIX y XX estuvo muy lejos de ser ejemplar. Es probable también, que hayan sido las dos cosas a la vez.

En la actualidad unos 500 millones de chinos han pasado a ser clase media, dentro de esa sociedad abrumadoramente homogénea. Salvo los 10-12 millones de uygures, de fe musulmana, duramente perseguidos. Se trata de una suma que impacta y basta para ello pensar en que la población total de Estados Unidos sea de 350 millones de habitantes. En la actualidad China ya le disputa el primer lugar como potencia mundial, si bien en la renta per capita aún está bastante por debajo. Al mismo tiempo, un dato curioso es que China ten- ga actualmente más multimillonarios que EE.UU.

El acto celebratorio transcurrió en la plaza que ha quedado para siempre marcada en el recuerdo por la sangrienta represión llevada a cabo contra los miles de estudiantes que llenos de júbilo y sin tener demasiada consciencia de lo que significaba, se reunieron allí pidiendo más libertades y festejando “el cambio” que parecía traer la nueva era conducida por Deng Xiaoping. El padre de las reformas que han ido transformando económicamente al país, aunque fue bajo su gobierno que se ordenó la implacable reacción, que trajo consigo tantas muertes y encarcelamientos.

En su discurso de una hora, Xi habló de que el pueblo chino nunca ha intimidado, oprimido o esclavizado a la gente de otros países. “No lo ha hecho nunca en el pasado, no lo hará ahora, ni lo hará en el futuro”. Y la verdad es que los terribles sufrimientos infligidos lo han sido sobre todo a su propia gente. Así sucedió con los millones que murieron cruentamente o por hambre, quedaron mutilados o perdieron todo, desde lo material hasta la dignidad, por culpa de trágicas y crueles aventuras de ingeniería social. Como El Gran Salto Adelante, (1958-61) y la Revolución Cultural (1966-1976) llevadas a cabo bajo el imperio del fundador de la República Popular, Mao Zedong.

Podría ser un mensaje hacia adentro, una reafirmación hacia la interna, de la que poco y nada trasciende, a fin de fortificar su liderazgo. O por el contrario, el interlocutor elegido haya sido el mundo y las cabezas de otras naciones. O probablemente ambos.

Hoy China, con su historia milenaria detrás, muestra nuevamente una mirada global como la tuvo en el siglo XIV y XV. En aquella época el gran navegante Zheng He, conocido luego como Ma Sambao, en tiempos de la dinastía Ming durante la cual se unificó y formó el importante “Reino del Medio”, comenzó sus expediciones marítimas, saliendo de Nankin. Exploró el sudeste asiático, Indonesia, Sri Lanka, la India, el Golfo Pérsico, la Península Arábiga y el este de África, hasta el canal de Mozambique. Se dice que navegó explorando siete veces el “océano occidental”, con hasta 30.000 hombres bajo su mando y entre 50 y 300 naves. Sus viajes producían un valioso intercambio diplomático, comercial y cultural con los extranjeros. Pero a pesar de su capacidad organizativa y poder tecnológico, no se dedicaron a hacer anexiones territoriales, seguramente a falta de tradición colonialista, si bien algunos reinos vecinos no se libraron de pagar tributos, por ejemplo Corea.

Sin embargo, tras la muerte de Zheng, un hombre de origen musulmán que fue castrado por quienes lo apresaron en su juventud, aun cuando luego tuvo oportunidad de educarse, los confucionistas impusieron su visión del mundo y en los siglos siguientes se volvió al aislacionismo. Hoy día a China se le aprecia en una etapa expansiva.

Es de esperar que los líderes mundiales sepan contener sus retóricas y eviten agudizar las tensiones. Comerciando se evitan las guerras.

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