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Un discurso que revela el deterioro

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EDITORIAL

Encerrados en los pasillos del poder, los jerarcas del Frente Amplio han perdido contacto con los uruguayos de a pie. Creen que si critican a alguien por el lugar donde vive, van a generar grandes reacciones.

Primero fue la inefable ministra María Julia Muñoz. Después fue ese dechado de simpatía y calor humano que es el ministro Ernesto Murro. Ahora le tocó a la exministra y precandidata presidencial Carolina Cosse. Son tres figuras de primera línea del Frente Amplio. Y los tres, con pocos días de diferencia, se dedicaron a lanzar ataques personales contra el senador Luis Lacalle Pou.

Si se trata de coincidencias o de una acción concertada, es un asunto muy menor al que pueden dedicarse quienes se interesan en conspiraciones. Lo que importa es que la confluencia entre los tres jerarcas revela mucho sobre el estado actual del Frente Amplio.

En primer lugar, y como el propio senador Lacalle Pou se encargó de destacar, la insistencia en los ataques muestra muchos nervios. Nervios en general, porque algunos sienten que el tiempo del Frente Amplio en el poder se está terminando, y nerviosos en particular con Lacalle Pou, porque lo perciben como una figura que está en condiciones de arrebatarles el gobierno.

Pero no solo la incertidumbre genera estos nervios. También preocupa a alguna gente no encontrar maneras de lidiar con ella. Porque los tres saben que ya no pueden seguir con el juego de las promesas y de las expectativas, debido a que están parados sobre una montaña de incumplimientos. Cuando uno prometió mucho y cumplió muy poco, no funciona seguir prometiendo.

Tampoco pueden enfrentar la incertidumbre electoral deslumbrando a la ciudadanía con la brillantez de sus ideas, porque la izquierda uruguaya sufre en estos tiempos una severa crisis de lucidez. De tanto practicar el doble discurso, de tanto torcer las palabras y los conceptos para justificar lo injustificable, de tanto hacer equilibrio entre corrientes internas que no están de acuerdo en casi nada, los principales referentes de nuestra izquierda han perdido la claridad y la agilidad mental que en algún momento pudieron tener. Hoy se los ve intoxicados de poder, rodeados de rigideces ideológicas en las que ni ellos creen, dedicados a cultivar un pragmatismo de corto vuelo que no los motiva a pensar en serio ni los desafía a ampliar sus perspectivas.

Que todo esto pase no tiene nada de raro. Se trata de personas que primero creyeron que la revolución iba a arreglar todos los problemas del mundo y luego, golpeados por una realidad que indica que nunca hubo una revolución socialista exitosa, fueron reduciendo ese sueño a una simple invocación retórica. Esas personas creyeron luego que si ellos, que eran los buenos, llegaban al poder, y si gobernaban junto con sus socios sindicales y en alianza con los gobiernos de la región que tenían sus mismas inclinaciones ideológicas, entonces iban a llevar adelante gobiernos modelo, caracterizados por la honradez, el compromiso con los más débiles y la capacidad transformadora. Pero lo que vino fue la peor ola de corrupción que conoció la región, un crecimiento de la influencia de los poderes corporativos que dejó desamparados a los verdaderamente débiles (que no tienen corporaciones que los defiendan) y una gestión pública de pésima calidad, como es inevitable cuando la idoneidad técnica es desplazada por los comisarios políticos.

Los principales referentes del Fren- te Amplio están nerviosos porque ven que se les acaba su tiempo, porque saben que no pueden prometer y porque se han quedado sin ideas. Entonces hacen lo más básico y elemental: atacan a las personas, intentan descalificar recurriendo a prejuicios y resentimientos. Y con eso cometen su último error, porque no perciben que eso no servirá de nada.

Encerrados en los pasillos del poder, los jerarcas del Frente Amplio han perdido contacto con los uruguayos de a pie. Creen que si critican a alguien por el lugar donde vive van a generar grandes reacciones, porque no saben que la gente está preocupada por la inseguridad, por el desempleo y por la crisis educativa que deja sin futuro a sus hijos. Los ataques viciosos a un líder de la oposición no lo debilitan, sino más bien confirman la idea de que es el desafiante.

En términos de comunicación política, lo que hacen Muñoz, Murro y Cos-se es un error infantil. Su postura so- lo fortalece a Lacalle Pou en vez de debilitarlo. Y a ellos solo puede confundir-los, porque los aplausos que escuchan en su entorno inmediato les hacen creer que los están aplaudiendo todos los uruguayos.

Que tres figuras de primer rango queden entrampadas en un error tan básico confirma lo deteriorado que está todo en el partido de gobierno.

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