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Un colega matutino publicó el domingo un reportaje a un periodista argentino que dio un par de noticias muy importantes. Una, que no por esperada dejó de causar revuelo, es la decisión de la cúpula kirchnerista de postular a la Presidencia de la Nación a la consorte del Presidente, la senadora Cristina Fernández. Esto, aun antes de la proclamación que será anunciada para estos días, ha sido confirmado por toda la prensa y puede darse por hecho, como también puede decirse lo mismo de su victoria clara en las urnas en el mes de octubre. Lo que en cambio sorprendió es la revelación del periodista de que estaban acordadas las bases de la solución del conflicto entre Argentina y Uruguay por la instalación de las planta de celulosa de Botnia. Titulamos este editorial como si se tratara de un rumor, aunque la seguridad con que lo afirmó un periodista del prestigio de Joaquín Morales Solá -transmitiendo información brindada por Kirchner y por Taiana- lleva a la convicción de la fidelidad de la información. De todas maneras, los respectivos gobiernos no lo han oficializado todavía. El Canciller argentino, nombrado con pelos y señales, no lo desmintió. El uruguayo, dijo no saberlo, lo que hace pensar que el acuerdo existe y que el Canciller, que muchas veces ha sido el último en enterarse de cuestiones de competencia natural de la Cancillería, no lo sabe o bien que, como corresponde a un buen diplomático, en la medida que, como se dijo, está también convenido que no se dé a publicidad hasta octubre, guardó discreción.

Comenzando por el segundo de los temas, cuando el río suena, agua trae. Morales Solá, que elogió a Tabaré Vázquez por haberse atrevido a enfrentar a Kirchner, explica que ese acuerdo recién se hará público después que se firme una cláusula exigida por Uruguay según la cual Argentina se compromete a asegurar la liberación de los puentes y a no permitir nunca más que sean cortados. Está bien, pero convengamos en que no deja de ser extraña la publicidad de esta noticia, justo cuando uno de los aspectos que hay que dilucidar es el de un trabajo previo de tres gobiernos -el argentino, el uruguayo y el español- sobre lo que se denomina la "mayoría sensata" de Gualeguaychú, hoy opacada por "los locos esos ecologistas".

¿Cómo puede caer esta noticia hoy, justamente, en que falta ese trabajo previo que se concretaría en la instalación del Observatorio Ambiental del Mercosur en Gualeguaychú y en concesiones a esa ciudad en el aspecto turístico por parte de España? ¿Qué reacción pueden tomar los piqueteros fanatizados ante la evidencia de este progreso que echa por tierra con la locura de relocalizar la planta de Botnia, lo que sería, a juicio del mismísimo Kirchner como intentar lo mismo con Buenos Aires?

La espera hasta octubre, por su parte, la explican los calificados informantes de Morales Solá por razones puramente electorales. Si este acuerdo, que también supone el monitoreo conjunto del funcionamiento de la planta por los dos países, se firma antes de las elecciones, el gobierno argentino tendría que enviar de inmediato la gendarmería, y ese precio lo pagaría la candidata presidencial en votos, y ni qué hablar si se produjeran incidentes con muertos o lastimados.

Esto, dicho con tanta sinceridad y certeza, no significa otra cosa que la aceptación lisa y llana por el gobierno argentino de la ilicitud de su tolerancia al delito que se tipifica con los cortes. Entre tanto, seguramente el acuerdo no contiene ni podría contener una obligación de los responsables de indemnizar a nuestro país y a los uruguayos que lo sufrieron, del flagrante y gravísimo daño consumado.

Son detalles que dejan un sabor amargo al alivio que habrá de suponer la normalización de una situación que arriesgó demasiado los lazos de afectividad que unen a los dos pueblos rioplatenses. Mal manejada por sus ocasionales gobernantes.

En otro orden, Morales Solá ve como positivo para las relaciones internacionales argentinas la presidencia de Cristina Fernández, más cerca de Vázquez, de Bachelet y de Lula, y más lejos de Chávez, que su marido. Si esto fuera así, y si a lo que se insinúa como una reacción de Brasil hacia la hegemonía del Mercosur el asociarse estratégicamente con la Unión Europea, se le agrega el apoyo argentino y la revocación de la decisión venezolana de integrar el Mercosur, en este aspecto estaríamos ante una verdadera buena noticia.

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