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El diálogo que no quieren

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Si el gobierno dice negro, la oposición dice blanco, si el gobierno dice blanco, la oposición dice negro. No importa de que se trate, el primer reflejo de la oposición es ir contra todo. Y además hacerlo de mal talante.

Lo paradójico es que el Frente Amplio acompaña esta actitud de bombardeo, con un continuo e insistente reclamo para que el gobierno convoque a un gran diálogo.

Para dialogar no es necesario estar de acuerdo con cada cosa que hace el gobierno, pero tampoco se trata de cortar todos los puentes con virulenta hostilidad tal como lo hace el Frente.

Es que en el fondo el Frente tampoco quiere dialogar con el gobierno sino que quiere que este cambie su rumbo en todos los temas. Su actitud es como la de quien dice: “nosotros sabemos hacerlo mejor, ustedes háganse a un lado”.

¿Por qué, entonces, ante una actitud tan belicosa del Frente Amplio, el gobierno debería abrirse a un diálogo? ¿Quiere realmente el Frente ese diálogo que tanto pregona o busca otra cosa con una estrategia (si es que hay una) que se diseña desde una deliberada contradicción?

Los legisladores del Frente en ambas cámaras (y en especial los que se supone que representan el recambio generacional) no dan tregua y para colmo ante cada cuestionamiento, argumentan desde una posición de soberbia a veces mezclada con desconocimiento (por no decir de ignorancia), que termina exhibiendo un resultado desagradable y desconcertante. No se puede pedir diálogo y a la misma vez tirar piedras todo el tiempo. Y menos aún si se tiran piedras sin razones reales.

Piden diálogo mientras juntan firmas para llevar a consulta popular la derogación de la LUC, incluyendo artículos de la ley que sí fueron votados por el Frente.

Para convencer a la gente que firme, hay que convencerla de que la ley no sirve y si la ley no sirve, tampoco sirve el gobierno. Ese es el mensaje que se trasmite con cada firma conseguida. Con ese mensaje, nunca lograrán que el gobierno los convoque para el tipo de diálogo que ellos buscan, porque no hay un solo punto de partida desde donde empezar a conversar.

Tampoco se trata de un gobierno que no dialoga. Lo hace, sin duda, aunque no de la forma que el Frente quisiera que lo haga. Lo hace incluso más de lo que lo hicieron los frentistas durante los 15 años que gobernaron.

En este contexto se vuelve necesario entender qué motiva al Frente Amplio a exigir el tan mentado diálogo cuando simultáneamente hace todo lo posible para impedirlo.

Razones hay muchas, pero se nos ocurren dos que seguramente tienen su peso.

Una es porque el actual presidente de la coalición de izquierdas, Javier Miranda, quiere salir en la foto. Quiere ser el protagonista de ese eventual encuentro.

Puede parecer un motivo banal, pero si se presta atención, se observará que Miranda siempre aparece enojado cuando el presidente, u otra gente del gobierno, mantiene contactos con dirigentes frentistas que no son él. Esto se vio cuando el presidente se reunió con Marcos Carámbula, una figura muy representativa del Frente Amplio. El primero que no dejó pasar ni un minuto para cuestionar ese encuentro fue Miranda. De inmediato salió a decir que eso no era diálogo porque no respetaba las instancias institucionales. ¿Cuáles eran esas instancias institucionales? En realidad, tenían un nombre y apellido: Javier Miranda. Su enojo expresó un evidente y casi infantil resentimiento. Era él quien debió salir en esa foto.

En el fondo el Frente Amplio tampoco quiere dialogar con el gobierno sino que quiere que este cambie su rumbo en todos los temas. Con la excusa del diálogo, quiere gobernar aunque otros fueron los elegidos para cumplir esa función.

La otra razón es porque el Frente Amplio, con la excusa del diálogo, quiere gobernar aunque otros fueron los elegidos para cumplir esa función. No es dialogar por dialogar. Es para imponerle su agenda a un gobierno que no es de su partido y pretender que ella se cumpla pese a quien pese.

No terminan de darse cuenta que hubo una elección que cambió las cosas y que ahora les toca a otros gobernar. Que quien está al frente del país presenta propuestas distintas porque ve la realidad de otra manera. Que si ellos perdieron es porque su manera de entender la realidad, ya pasó. Tuvieron su momento, hicieron lo que entendían que debían hacer, pero ahora es el turno de otros porque así lo quiso el soberano. Olvidan, además, que cuando les tocó a ellos, no le daban ni la hora a los que no eran del Frente.

El Frente necesita repensar su estrategia. Ayudaría a consolidar un sano clima de convivencia, disminuiría la crispación que se observa en las redes sociales (que por cierto, no es representativa de todo el país) y les permitiría recomponerse tras las derrotas de 2019 y 2020.

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