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Día de la mujer: otra perspectiva

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La verdad es que, para avanzar en un futuro más libre y más igualitario, en las decisiones tienen que sentarse los mejores, sean estos hombres o mujeres. Deberán ser personas con convicciones firmes y decididos a promover esos valores en la sociedad.

Se celebra hoy el día internacional de la mujer. Infelizmente, lo que empezó siendo una importante jornada de reconocimiento y reflexión acerca del papel de las mujeres en la sociedad, ha ido cambiando de perspectiva en un sentido de enfrentamiento ideologizado y de oposición de sexos, que en verdad poco aportan a la genuina causa de la igualdad de las personas.

El cambio ha sido evidente en estos años. Ha ocurrido, por ejemplo, que en las manifestaciones de este día se desprecie la participación de hombres, ya que predomina en ciertos influyentes círculos feministas la idea de que todo hombre es, por esencia, un violador, un exponente del patriarcado, un violento anti- mujer, u otros dislates similares que distintos y enardecidos colectivos sociales no se cansan de repetir por estas fechas.

También ha ocurrido que manifestantes mujeres reconocidamente simpatizantes de partidos que no son de izquierda se hayan visto agredidas, al menos verbalmente, por mujeres feministas que no aceptan que se pueda reivindicar los derechos de las mujeres y, al mismo tiempo, ser crítico de la izquierda o adherir francamente a partidos de derecha o de centro. Y todo esto ha ocurrido no solamente aquí, sino también en otras partes del mundo: si el feminismo es global, la intolerancia y el sesgo ideológico que muestran ciertos colectivos radicales también está completamente internacionalizado.

Muchas veces la manija discursiva y las posiciones simplistas provienen de organismos internacionales que, lejos de colaborar con la verdadera causa de la libertad y la igualdad, se transforman en centros de difusión de consignas sesgadas y definitivamente poco fraternas. El ejemplo para este año de ONU Mujeres es evidente en este sentido. Expresa, en efecto, que “las mujeres del mundo desean y merecen un futuro igualitario sin estigma, estereotipos ni violencia; un futuro que sea sostenible, pacífico, con igualdad de derechos y oportunidades para todas las personas. A fin de lograr este objetivo, el mundo necesita mujeres en todas las mesas en las que se tomen decisiones”.

Es difícil pensar que las mujeres del mundo deseen y merezcan ese futuro que describe ONU Mujeres y que estén solas en ese anhelo. ¿Qué sentido tiene afirmar para las mujeres esa generalidad tan evidente -que está al nivel de aquello que dice que es preferible ser rico y sano que pobre y enfermo-, cuando es absolutamente obvio que, en ese nivel de generalidad, los hombres del mundo también desean y merecen ese futuro? Suponer o pensar que las mujeres quieren tal cosa y los hombres no, resulta, sinceramente, indigno de la inteligencia de tantos funcionarios internacionales que tan buenos sueldos cobran por llevar adelante sus tareas.

El problema es cuando ONU Mujeres, además de afirmar semejante cosa, sostiene que para lograrla importa que el mundo incorpore a mujeres en todas las mesas de decisiones. Es difícil encontrar afirmación tan poco fundada como esa. ¿Qué garantiza que una mujer, por ser tal y por participar en las decisiones de tal o cual tema, procure un futuro como el que describe ONU Mujeres? La respuesta es evidente: nada. No hay siquiera una correlación lógica o histórica que habilite a creer tal cosa. Hay, simplemente, voluntarismo ideológico condimentado con infantilismo analítico.

La verdad es que, para avanzar en un futuro más libre y más igualitario, en las mesas de decisiones tienen que sentarse los mejores, sean estos hombres o mujeres. Deberán ser personas con convicciones firmes y decididos a promover esos valores en la sociedad. Y, sobre todo, hay que analizar las cosas en función de las particularidades de las sociedades en las que se vive, ya que no es lo mismo procurar la igualdad social y legal en Arabia Saudita que en Bolivia, por ejemplo, o hacerlo en un país de avanzada en derechos individuales a lo largo del siglo XX como Uruguay, que proponérselo en uno que sufrió una dictadura conservadora o religiosa, como ocurre con las teocracias.

Hay que celebrar el día internacional de la mujer reconociendo, por ejemplo, que por primera vez en la cartera de Economía y en la Vicepresidencia hay mujeres; y que se sigue trabajando en avanzar en la igualdad de oportunidades. Hay que evitar los discursos ideologizados que llegan prontos para consumir desde organizaciones internacionales que no respetan nuestras particularidades, y dejar de lado los odios políticos que provienen de una izquierda que se sigue creyendo moralmente superior al resto.

Es tiempo pues, de proponer perspectivas menos sesgadas políticamente, al día internacional de la mujer.

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