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Una desubicada declaratoria

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Está en el mapa, siempre ocupa el mismo lugar y se llama Venezuela. Hasta ahí todos nos entendemos. Desde ahí, ya no más.

La declaratoria hecha por la Mesa Política del Frente Amplio respecto a las elecciones regionales realizadas en dicho país la semana pasada, muestran que esa fuerza política ve en Venezuela a un país que no existe. Ve un país en pacífica y madura convivencia democrática cuando lo que hay es una innegable dictadura impuesta con represión, brutalidad y violación de derechos humanos.

Hace tiempo que cada elección en Venezuela está trampeada desde mucho antes de su realización y más allá de lo que digan los observadores sobre lo ocurrido en el día mismo. Las trampas se hacen antes.

Son elecciones en un país donde no hay libertad de prensa. Donde uno de los principales opositores vive en una suerte de semi-clandestinidad. Donde otro estuvo preso en duras condiciones y finalmente pudo huir al exilio en España. Donde otros fueron sacados de los cargos que ejercían y encarcelados sin piedad en el trágicamente célebre “Helicoide”, la temida cárcel caraqueña donde van a dar los presos políticos. Allí los servicios de inteligencia y represión del Estado están manejados por expertos cubanos que coparon al régimen chavista.

A eso se suma el mecanismo por el cual paso a paso el régimen fue horadando las instituciones democráticas. Primero neutralizó el Poder Judicial con un Tribunal Supremo de Justicia desembozadamente sumiso al chavismo. Ante una Asamblea Nacional de mayoría opositora, creó una asamblea constituyente paralela que tomó sus potestades y trabó su funcionamiento.

Parece un exabrupto que la Mesa Política le exija al gobierno uruguayo que “honre la rica historia de nuestro país y apoye estos intentos de superar los desencuentros entre los distintos sectores en Venezuela”.

No es una dictadura impuesta por un golpe militar, es verdad, sino que se fue consolidando con la lenta asfixia de las instituciones.

Entonces, manifestar “reconocimiento a las garantías que ofrece el sistema electoral venezolano”, como hizo el Frente Amplio, es un despropósito. Que sus observadores hayan visto ese día elecciones más o menos prolijas cuando en el país no funcionan las garantías básicas propias de toda democracia, ni se respetan los derechos y libertades de sus ciudadanos, demuestra una enorme miopía política.

Sostener que en ellas participaron los partidos políticos de toda la oposición es, como parece obvio, una grosera distorsión de la verdad. Con tantos de sus dirigentes presos, la participación opositora siempre estará tironeada por el dilema de si es mejor participar para mostrar cierta presencia, o abstenerse y correr el peligro de desaparecer. Esa oposición con sus mejores líderes acallados y presos, no se pone de acuerdo respecto a cual es la mejor estrategia y termina dividida y debilitada. Así operan las dictaduras que quieren prolongarse en el tiempo: encarcelan a los dirigentes más influyentes y debilitan a los demás. Lo hicieron los cubanos durante seis décadas y de ellos están aprendiendo los chavistas.

Fueron elecciones en que solo participó el 41 por ciento de los habilitados. Y eso pese a que en esta instancia no hubo llamado a la abstención.

Por lo tanto, que la Mesa Política hable de “beneplácito” y de “su satisfacción por el éxito de este proceso”, parece un exceso. Y “su deseo de que el clima de tolerancia y respeto que se vivió en la jornada electoral del domingo continúe para alcanzar las soluciones que el pueblo demanda”, un engaño.

La Mesa Política apoya y reivindica “el diálogo y la negociación y, en particular, el diálogo político en curso entre el gobierno y la oposición que se desarrolla actualmente”. Hasta ahora ningún dialogo llevó a buen puerto porque, como es lógico, la dictadura negocia desde la fuerza y el desprecio hacia la otra parte y no tiene intención alguna de ceder un ápice de su poder.

Por eso también parece un exabrupto que la Mesa Política le exija al gobierno uruguayo que “honre la rica historia de nuestro país y apoye estos intentos de superar los desencuentros entre los distintos sectores en Venezuela, retomando el rol mediador antes asumido, para la solución pacífica de las controversias”. Cualquier rol que pueda eventualmente cumplir el gobierno debe ser sobre la base de que hay una dictadura y que toda salida pasa por que se le ponga fin y se recuperen las libertades y derechos y rija un pleno Estado de Derecho.

Que año tras año el Frente Amplio siga defendiendo como bondades las arbitrariedades de un régimen despótico como el chavista, no habla bien de sus convicciones democráticas y he ahí el primer y más grave problema que plantea el documento dado a conocer esta semana.

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