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La desidia del Estado

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La desidia es la falta de ganas, de interés o de cuidado al hacer las cosas. Esa es hoy el mayor problema del Estado y sus consecuencias son gravísimas. Los ejemplos se acumulan.

Hace años ya que se produjo la revolución productiva en la agropecuaria con su manejo intensivo de agroquímicos. Todo ese proceso permitió la época de bonanza económica más importante de la que se tenga memoria, enancada en el alto precio de las materias primas. Sin embargo, siempre se supo que había que ser muy cuidadoso con la vigilancia medioambiental en materia de uso de agua dulce, porque efectivamente ese cambio productivo iba a afectar ese recurso. Pues bien: la desidia del Estado no hizo nada. Dejó que creciera el problema y hoy tenemos una situación muy grave en la cuenca del Santa Lucía en particular, que es la más importante del país por la cantidad de población que se ve afectada en el uso de agua potable.

Hace años que en Montevideo hay zonas enteras de valor artístico o arquitectónico muy importantes que son ideales para la recreación ciudadana. El parque de las esculturas y la zona de la terminal de AFE son dos ejemplos claros. Pues bien: la desidia del Estado ha permitido que estén en una situación calamitosa; incluso ahora, con un incendio de proporciones que afectó el predio de AFE. A pesar de múltiples denuncias ciudadanas y periodísticas, y a pesar de que hay planes para poder realzar esos lugares de Montevideo como se merecen, nadie del Estado mueve un dedo. Allí está todo viniéndose abajo o derruyéndose criminalmente.

Hace años que se sabe que una de las causas principales de los accidentes de tránsito no es el consumo excesivo de alcohol de los conductores, sino sobre todo el hecho de que no se respetan las normas al conducir. Pues bien: todo el esfuerzo ha ido a llevar a 0 el consumo de alcohol permitido. La desidia del Estado impide tomar el toro por las astas y hacer lo que se debe, que es fiscalizar y multar a quienes infringen las normas más elementales de un tránsito cada día más caótico, sobre todo en la zona metropolitana.

Hace muchos años que enfrentamos el problema de los asentamientos urbanos irregulares que concentran la mayor pobreza y exclusión social y donde crecen los niños con más necesidades básicas insatisfechas del país. Pues bien: la desidia del Estado hace que luego de una década de bonanza todavía haya 589 asentamientos irregulares con más de 165.000 personas allí viviendo y sufriendo las penurias más inimaginables. Con su paso cansino, la tarea del Estado para regularizar toda esta situación podría demorar aún más de medio siglo.

Hace muchos años también que sabemos que los resultados de las pruebas PISA son muy malos y señalan un problema gravísimo de inserción social y laboral para las nuevas generaciones del país, y sobre todo las que provienen de las clases populares. Pues bien: la desidia del Estado hace que nada sustancial cambie y todo siga más o menos igual, con una perspectiva tenebrosa para la calidad democrática, ciudadana y productiva del país a futuro.

¿Qué decir del conjunto de normas aprobadas y que en papel son muy bonitas, pero que la desidia del Estado lleva a que no se apliquen en la realidad por falta de controles o falta de voluntad efectiva de cumplir con la ley? Desde temas importantes como la proporción de cargos previstos en el Estado para la minoría afrodescendiente en cada nuevo llamado, o los previstos para llenar la cuota de personas con discapacidad, que casi nunca se respetan; hasta temas menos relevantes pero que hacen a la convivencia ciudadana más elemental, como fiscalizar y sancionar los ruidos excesivos en Montevideo o que los perros estén en las playas en verano, lo cierto es que hay un país en el papel que nunca llega a ser real.

El Frente Amplio en el gobierno se ha dedicado a decir que vamos camino a un país de primera.

Pero, nunca ejerció la autoridad en serio para ir a fondo en reformas en la organización del Estado que ataquen esta tremenda desidia. Por el contrario, se amoldó a ella, la dejó crecer y nunca la contradijo en nada. Participa de esta desidia como principal protagonista, relativizando todos los graves problemas del país y justificando cualquier dislate de gestión pública con los argumentos más torpes o disparatados: desde que es todo producto de la herencia maldita neoliberal del pasado, hasta que la izquierda está enfrentando una lucha de clases de dimensión continental.

Son todas patrañas, mientras la desidia del Estado avanza al galope y nos hunde a todos.

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