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Solo ellos pueden denunciar

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EDITORIAL

Ante algunas realidades que se viven en el país, están haciendo falta ciertos cambios que vayan más allá de si un nuevo partido accede al gobierno.

Son cambios que tienen que ver con conductas y actitudes, con una honestidad básica para resolver temas que a todos nos preocupan por igual.

Días pasados tomó estado público un caso de “bullying” en un instituto de la UTU ubicado en la Ciudad del Plata, departamento de San José. La víctima era un chico de 12 años que con el apoyo de la madre, resolvió hacer público en un informativo televisivo lo que le estaba pasando al entender que las respuestas que le daban no eran satisfactorias.

Se denunciaba algo que sucede con relativa frecuencia. Una patota de muchachos más grandes que el chico, lo golpeó, lo amenazó con un puñal y le robó el celular. Esta patota prepotente logró que su vida en la institución pasara a ser una pesadilla, pese a que disfrutaba de los cursos y de sus profesores, como el mismo reconoció. Según narró la madre, cuando habló con las autoridades de la institución le recomendaron que su hijo estudiara en su casa y que solo se presentara para las pruebas, cosa que no solucionaba el problema ni era lo que quería el joven.

Una vez que se supo del caso, comenzó a expandirse una sombra de duda respecto a los testimonios, mientras se esperaba una demorada respuesta de parte de la UTU de Ciudad del Plata.

Lo que se sabía era lo que el chico y la madre habían denunciado a los medios, que es la forma como todos estos casos, tanto de bullying en locales de enseñanza, como de abuso y acoso sexual, o de violencia doméstica se conocen. Alguien tiene que salir a contarlo. De otro modo, ni se sabe que estas hechos ocurren ni se toman medidas para impedirlos.

La desconfianza que generó este caso en algunos círculos, incluyendo a representantes sindicales de esta institución en particular, se debió al perfil político que tenía la madre en la zona, al saberse que simpatizaba con el Partido Nacional. Hasta circuló una foto de ella en un acto junto a Luis Lacalle Pou.

Ese solo dato alcanzó para descalificar el testimonio y quitarle importancia al episodio. Se consideró que había intención política para obtener rédito electoral para su partido. Por lo tanto, lo que ella y su hijo contaron debía ser tomado con pinzas.

Esa reacción es tan insólita y tan arbitraria que indigna. A fin de cuentas, lo que alarma es que haya “bullying”, no la filiación de quien lo sufre.

Cuando se da un caso de abuso, de violencia doméstica o incluso de femicidio, allá marchan los colectivos militantes ideológicos y frentistas, expertos en el tema, a protestar y desplegar sus pancartas y eso está bien. Pero no se puede permitir que una solitaria madre denuncie un caso de bullying hacia su hijo, porque dadas sus simpatías blancas (o sea, no frentistas), estaría politizando la situación.

Esta lógica implica establecer que está bien que los frentistas militen por los más diversos temas pero está mal cuando quien reclama es de otro partido. Y peor aún cuando reclama por algo que le afecta en lo más personal, en cosas que nada tienen que ver con la militancia y menos aún con el período electoral.

¿O es que ahora, por haber elecciones, nos tenemos que callar respecto a todo? Desde cuándo, además, ¡reclamar por episodios de bullying en un instituto de la UTU de una localidad determinada es considerado un asunto electoral! Quien debe tomar medidas al respecto es la persona que dirige ese instituto, no el presidente de la República y menos aún el candidato para la próxima elección. Esa directora o ese director no es candidato y tal vez nadie siquiera conozca su filiación política, si es que la tiene. Tampoco interesa saberlo.

Acá hay una madre cuyo hijo tiene un problema. Muchachos que son más grandes y que andan en patota, abusan de alguien más chico. ¿Importa acaso si es de un partido o si es de otro?

La dirección lo único que debe hacer es tomar medidas y pararles el carro. Dejar de lado esa jeringoza que nada define y actuar. Para eso educa. Debe explicar por qué está mal ese patoterismo, enseñar que todos tenemos que convivir con gente de diferente edad, intereses y características y luego de haber hecho esa imprescindible tarea persuasiva propia de un docente, se aplica disciplina y se ejerce la autoridad. Que también es una función propia de un docente.

Y se acabó el asunto. Esto nada tiene que ver con las elecciones. Y menos aún con discriminar según sea la víctima de un partido y no de otro.

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