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Las demoras nos siguen hundiendo

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Estos años de la era frenteamplista han tenido satisfecha a buena parte de la opinión pública. La sensación de que "vamos bien" o de que podemos alcanzar el "país de primera" no solo fueron eslóganes de campaña. También fue una sensación que trascendió la política y se generalizó en la sociedad.

Sin embargo, cuando se presta atención, se ve claramente que hoy empiezan a explotar problemas que se han generado por la acumulación de imprevisiones de anteriores administraciones frenteamplistas. Son problemas gravísimos que discretamente se fueron haciendo cada vez más grandes y que la izquierda gobernante prefirió en estos años dejar de lado.

El problema del agua potable ha explotado en Maldonado, pero tiene una dimensión mucho más extendida. Abarca, al menos, toda la cuenca del río Santa Lucía y su más de millón y medio de habitantes. Se demoraron inversiones necesarias en OSE; no se controló como se debía el fenomenal desarrollo agrícola con su consecuente aumento en el uso de pesticidas; y no se sancionaron incumplimientos legales por parte de empresas que perjudicaban al medio ambiente. Luego de una década de fuerte crecimiento económico, la situación por delante es preocupante para una dimensión fundamental de nuestra calidad de vida y de la idea de "país natural" que queremos proyectar al mundo. Estamos pagando las consecuencias de una desidia burocrática que, hoy, explota en la cara del país y nos enfrenta a un problema gravísimo.

Nuestra inserción internacional apostó a la patria grande sudamericana que giró en torno al Mercosur. Hoy que los tiempos económicos han cambiado, vamos a enfrentar problemas importantes para la colocación de nuestra producción en el mundo. Ya señala el sector productivo que hay países competidores que están en mejores condiciones de entrar a los principales mercados del mundo que nosotros. Australia y Nueva Zelanda, por ejemplo, han avanzado mucho más que nosotros en vínculos comerciales estrechos con China, que ha sido en estos años nuestro principal comprador de productos agropecuarios. También, varios países del continente cerraron acuerdos de libre comercio con un Estados Unidos que seguirá siendo por un buen tiempo la principal potencia económica mundial. Entre tanto, pasaron 10 años de gobiernos de izquierda con sus trenes perdidos y sus discursos ideologizados. Pagaremos las consecuencias de la desidia burocrática frenteamplista, combinada aquí con ideología sesentista.

La situación de la enseñanza pública es espantosa, sobre todo para los hijos de las clases populares que son los que peores resultados tienen. Lo sabemos hace años, porque nos lo repiten los análisis de las pruebas PISA desde 2003. Con el ritmo cansino y burócrata de siempre, la izquierda en el poder nunca encaminó ninguna reforma de fondo porque siempre privilegió su relación con los sindicatos. En vez de enfrentarlos y hacer valer el interés de todos, transó con ellos que son sus compañeros de ruta de cada elección. Ahora parece querer contrariarlos. Pero es tarde. No podrá evitar que este 2015 se llene de paros y movilizaciones que también perjudicarán sobre todo a los hijos de las clases populares porque tendrán menos días de clases. El problema ya es hoy gravísimo. Se perdieron años cruciales para hacer reformas tan importantes como necesarias. Las consecuencias ya están entre nosotros: generaciones enteras de jóvenes incapaces de conseguir trabajos bien pagos porque están mal formados para las exigencias de la economía actual.

Montevideo es también cabal ilustración de esa desidia que nos hunde.

En vez de un arroyo que sea un paseo para todos, pese a que los cisnes y garzas que prometió el intendente Arana nunca aparecieron, en el Miguelete "se pescan" partes de automóviles robados. En vez de prever las consecuencias de 10 años de alto crecimiento en las ventas de autos nuevos, hoy tenemos un tránsito imposible en horas pico. En vez de enfrentar cambios para tener un sistema de recolección eficiente, el país tiene una capital mugrienta. Y hay decenas de ejemplos más en este sentido.

En democracia siempre se está tentado por resolver lo urgente y dejar de lado lo importante. Pero la calidad de un liderazgo político se mide en su capacidad por poner manos a la obra en lo urgente sí, pero además en ser capaz de tomar los caminos que resuelvan lo importante de largo plazo. En medio ambiente, relaciones internacionales, enseñanza pública y gestión municipal, las demoras de la izquierda nos siguen hundiendo.

Editorial

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