Publicidad

Una democracia traicionada

Compartir esta noticia

Luego de negociaciones entre las bancadas, la Cámara de Diputados aprobó esta semana una Declaración de Solidaridad para apoyar, según el Comunicado de Prensa de la Cámara, el "proceso democratizador de Venezuela". El proyecto fue aprobado por 86 diputados en 87.

La Declaración expresa "con la máxima claridad, que el Uruguay no puede ser ni será indiferente, frente a cualquier intento de desestabilización democrática que contravenga las cláusulas democráticas incluidas en los acuerdos del Mercosur, la Unasur y de la OEA. Luego señala su convicción "de la necesidad de consolidar el diálogo y la práctica de las reglas democráticas que garanticen la pluralidad, como herramientas imprescindibles para dirimir controversias en el seno de las sociedades de nuestros países". Finalmente, reitera "la convicción de que en nuestro continente resulta imperativo el cumplimiento de los compromisos que los Estados han asumido en las denominadas cláusulas democráticas en el marco de los acuerdos de Mercosur, Unasur y OEA".

La Convención Americana sobre Derechos Humanos suscrita en San José, Costa Rica, en 1969, es la piedra angular del sistema regional de protección de los derechos humanos y estipula: "Los Estados Partes en esta Convención se comprometen a respetar los derechos y libertades reconocidos en ella y a garantizar su libre y pleno ejercicio a toda persona que esté sujeta a su jurisdicción, sin discriminación alguna por motivos de raza, color, sexo, idioma, religión, opiniones políticas o de cualquier otra índole, origen nacional o social, posición económica, nacimiento o cualquier otra condición social".

Es muy revelador que Venezuela se haya retirado de la Convención en el año 2013.

El Protocolo de Ushuaia sobre compromiso democrático en el Mercosur establece que: "La plena vigencia de las instituciones democráticas es condición esencial para el desarrollo de los procesos de integración entre los Estados Partes del presente Protocolo".

El Protocolo Adicional al Tratado Constitutivo de Unasur sobre Compromiso con la Democracia es aún más categórico. Declara que "el Tratado Constitutivo de la Unión de Naciones Suramericanas establece que la plena vigencia de las instituciones democráticas y el respeto irrestricto de los derechos humanos, son condiciones esenciales para la construcción de un futuro común de paz y prosperidad económica y social, y para el desarrollo de los procesos de integración entre los Estados Miembros".

Por lo tanto, la advertencia en la Declaración de que nuestro país no es ni será indiferente ante cualquier intento que suponga una violación de esos compromisos internacionales, debe entenderse como la declaración de que no seremos indiferentes, por ejemplo, ante cualquier acción por parte del gobierno venezolano que no reconozca "el respeto irrestricto" de los derechos humanos de los ciudadanos de ese país.

La Declaración refleja un acuerdo saludable pero limitado.

Donde no existe coincidencia, algo que está reflejado en el texto aprobado, es sobre si el régimen chavista (descartemos de una vez el término "bolivariano" porque el Libertador Simón Bolívar poco tiene que ver con ese engendro) ya ha cruzado la raya, violando hasta el hartazgo aquellos principios democráticos esenciales.

Si se deja de lado la ideología, la fría evidencia indica que el presidente Maduro y su gobierno ya se han internado en el terreno del despotismo. Algo que intenta, sin mucho resultado, maquillar con un discurso populista y, como no podía ser de otra manera, antinorteamericano.

Esa percepción realista es cada vez más extendida.

En febrero, la Internacional Socialista afirmó que "Venezuela ha comenzado a vivir en la arbitrariedad, en la angustia y en una represión solo comparable a los regímenes autoritarios del pasado", y agregó: "Continúan en estos momentos sin disminuir en el país el acoso, la persecución y represión de líderes de las distintas fuerzas políticas democráticas de la oposición".

Hace unos días, Felipe González, al retornar de una breve visita a Caracas donde intentó apoyar la defensa de dos líderes opositores presos por el régimen, explicó con gran claridad el problema que plantea el chavismo a los demás países: "Frente a una dictadura, uno sabe a qué atenerse, pero no frente a una democracia traicionada, Venezuela es el reino de la arbitrariedad y el presidente Maduro lleva al país hacia la destrucción".

Editorial

¿Encontraste un error?

Reportar

Te puede interesar

Publicidad

Publicidad