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¿Qué más se puede decir?

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En diferentes programas en que periodistas, analistas y comunicadores interactúan en paneles, es cada vez más frecuente que surja la pregunta de por qué el gobierno no comunica mejor frente al avance de la pandemia en los últimos meses.

La pregunta resulta un poco desconcertante porque a esta altura parece imposible imaginar que falte información al respecto. En todo caso, sobra.

A estos programas suelen ir políticos de todo tipo (entre ellos oficialistas) y científicos especializados, a veces miembros del Grupo Asesor Científico Honorario (GACH). Siempre explican y ahondan.

Sin embargo, parece no ser suficiente y hay quienes pretenden que sea el propio presidente (como si fuera el único integrante del gobierno) que retome las conferencias de prensa tal como hizo cuando empezó la emergencia. Algunos críticos son los mismos que en ese entonces sostenían que el presidente había caído en una sobreexposición.

No se trata de defender la política de comunicación del gobierno, este sabrá cómo hacerlo, pero como hace meses vivimos pendientes de lo que pasa con la pandemia, es lícito preguntarse cuánto más hay para comunicar.

Miramos televisión, escuchamos la radio, leemos los diarios, nos intercambiamos mensajes periodísticos y publicitarios en las redes, vemos programas de alta intensidad periodística, otros de puro entretenimiento. En todos los formatos, el tema predominante es el coronavirus. ¿Qué más se puede decir?

Lo ha dicho el gobierno, lo dicen los científicos, lo dicen diferentes organizaciones, lo dicen acá y en el resto del mundo: por ahora la principal defensa es la higiene y el uso correcto del tapaboca. Una mascarilla usada sin tapar la nariz, no sirve de nada. Sin embargo sigue habiendo resistencia a su uso y siempre hay quien lo usa mal. Se ha repetido hasta el cansancio cómo usarlo, por lo tanto no es que algunos actúan por ignorancia: simplemente no les importa y hasta parecen actuar con deliberada intención.

La otra protección es la distancia, ese metro y medio o dos que debe haber entre unos y otros. Tampoco todos la respetan. Una persona puede estar en una cola con distancia respecto al que tiene adelante, pero no puede evitar que el de atrás no la cumpla. Dentro de un local comercial se cumplen los protocolos pero si la fila se extiende por fuera, hay aglomeración y poco uso de tapabocas. La misma persona que entiende bien las normas adentro, ¿no las conoce cuando está afuera?

Las nuevas cifras alarman. Hasta hace un par de meses había apenas tres o cuatro personas en CTI, ahora hay cerca de 40. La cifra aproximada de muertes era de una persona cada tres días, ahora parecería por momentos llegar a tres muertes por día. Y esto no tiene nada que ver con que la gente sepa o no lo que ocurre (sabe), ni si el gobierno comunica bien o mal (lo hace bien). Tiene que ver con que a muchos ya no les importa. Están convencidos que si les toca, serán asintomáticos.

La nueva intendenta, Carolina Cosse, parece tomarse las cosas más en serio que su interino antecesor. Cerró por un período los teatros municipales. Hace unos meses ciertos sectores del teatro se querían comer crudo al Ministro de Cultura porque hasta que no tuviera un bien estudiado protocolo no abría las salas. Ahora, ante lo de Cosse, nadie se anima ni a chistar.

Habrá que ver qué pasa con las fiestas de fin de año y el carnaval. El turismo internacional ya fue descartado y en este contexto, lo del turismo interno queda bajo una gran interrogante. Actividades todas que mueven dinero y generan empleo directo e indirecto.

Acá no hay problemas de ignorancia, de gente que no sabe, de un gobierno que no informa. Hay gente que no está dispuesta a acatar hoy los pedidos ni tampoco acatará mañana las órdenes si a eso se llega.

El recurso final que quedaría por aplicar sería un cierre más rígido, con paralización económica y menos dinero en caja para paliar la situación. Un cierre así obligaría a recurrir a medidas policíacas de vigilancia y una represión severa. Si ante un operativo para disolver pacíficamente una aglomeración en una plaza se armó un fabricado escándalo, basta imaginar lo que ocurriría con otras medidas.

Acá no hay problemas de ignorancia, de gente que no sabe, de un gobierno que no informa. Hay gente que no está dispuesta a acatar hoy los pedidos ni tampoco acatará mañana las órdenes si a eso se llega.

Mientras tanto, muchas personas volvieron por las suyas al encierro parcial de los primeros meses. Entienden que si vecinos, compañeros, amigos y familiares no los van a cuidar, no tienen más remedio que cuidarse por sí mismo. Y del resto, como se decía en tiempos medievales, “que Dios se apiade de sus almas”.

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