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¿Debilidad o inteligencia gobernando?

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Hubo tres episodios importantes en los que el gobierno tomó una decisión y luego dio marcha atrás. ¿Estamos ante una muestra de debilidad política o son rasgos propios de un gobierno inteligente capaz de corregir errores?

Las decisiones fueron en tres dimensiones bien distintas. Por un lado, estuvo lo definido por el presidente de Antel de presupuestar cerca de 900 funcionarios del ente, que no tuvo oposición en el directorio del ente por parte del delegado blanco nombrado en 2015. Apenas se conoció el episodio, las críticas en las redes sociales fueron furibundas, y la reacción del Ejecutivo también: no solamente se decidió dar marcha atrás en esa presupuestación, sino que además se ordenó la renuncia del presidente de Antel, a la vez que pocas horas más tarde también se vio en la obligación de renunciar el director blanco.

Por otro lado, la situación de extrema necesidad financiera por causa de una pesada herencia de la administración anterior y de las consecuencias de la pandemia, hizo que el Ejecutivo tomara la fuerte decisión de bajar a un 85% la ejecución presupuestal para este año. Rápidamente, quienes están en torno al programa de desarrollo de ciencias básicas, conocido como Pedeciba, hicieron una fuerte campaña en redes sociales para plantear su queja ante semejante baja de su presupuesto, en un contexto como el actual en el que ha quedado claro que la ciencia es una herramienta fundamental de apoyo a una mejor gestión de gobierno. El Ejecutivo decidió revisar luego su posición, y dar marcha atrás en ese recorte presupuestal para ese programa.

Es claro que no hay peor cosa que cometer un error y decidir persistir en él por necedad gobernante. Tanto lo de Antel como lo del Mides, fueron errores. Y francamente, no está mal que un gobierno admita que no es perfecto y que entonces rectifique el rumbo.

El tercer episodio de estas semanas refiere a lo ocurrido en el Ministerio de Desarrollo Social (Mides). Allí donde se hace muy necesario una muy buena gestión de los recursos, a inicios de marzo se había decidido una investigación de opinión pública que permitiera orientarse mejor en los cambios que hay que llevar adelante en esa cartera. Empero, rápidamente la pandemia generó un escenario completamente diferente, y aquella decisión que implicaba un costo de unos 10.000 dólares terminó siendo muy criticada por las redes sociales al momento en que se conocieron los detalles de su implementación. De nuevo pues, ante un planteo ruidoso de las redes sociales y la opinión pública, el gobierno dio marcha atrás.

Ante esta repetición en pocas semanas de decisiones que terminan siendo anuladas, hay quienes se preocupan de que el gobierno esté dando una sensación de debilidad. En definitiva, se constata una queja en el mundillo de las redes sociales, se amplifica el griterío y el enojo, y se termina dando razón a quienes patalean porque no les gusta lo que se decide. Hoy es esto o aquello, mañana pueden ser otras cosas, y finalmente terminamos con un gobierno que no es capaz de sostener sus decisiones frente a naturales objeciones o resquemores que tal o cual campaña por Twitter pueda plantear. Si se va a aceptar el grito de la tribuna más ruidosa como vara de implementación de medidas, dicen los que así piensan, se va por muy mal camino.

Sin embargo, las marcha atrás de estos tres casos no pueden ser interpretadas como rasgos de debilidad del gobierno. Primero, hay que tener presente que la nueva administración no llegó a ejercer el poder dos semanas de corrido, que ya estaba teniendo que apagar un incendio de una magnitud absolutamente excepcional. En tales circunstancias, es razonable que haya decisiones que deban marcar un rumbo general, como la de bajar al 85% la ejecución presupuestal, y que luego, hilando más fino, se puedan admitir excepciones particulares.

Segundo, es claro también que no hay peor cosa que cometer un error y decidir persistir en él por necedad gobernante. En definitiva, tanto lo de Antel como lo del Mides, fueron errores. Y francamente no está mal que un gobierno admita que no es perfecto y que por tanto rectifique el rumbo: en el caso del Mides, admitiendo un problema de oportunidad, que no de fondo; y en el caso de Antel, marcando graves responsabilidades que terminaron con renuncias de jerarcas.

EL problema es que estábamos muy mal acostumbrados. En efecto, venimos de muchos años de gobiernos del Frente Amplio en los que se cometían los errores más increíbles sin que nadie renunciara por ellos: por ejemplo, se podía escapar un mafioso de la cárcel sin ningún problema, que nadie asumía la responsabilidad de lo ocurrido.

El Uruguay cambió. Si hay errores, se aceptan, y si son graves, se renuncia. No es debilidad. Es conjugar inteligencia y humildad en el gobierno. Y es una muy buena noticia.

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