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La debacle moral del Frente

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La política y la moral nunca se han llevado bien. En la Historia hay ejemplos de decisiones políticas que para muchos son consideradas inmorales, y también hay ejemplos de decisiones morales cuyas consecuencias políticas fueron catastróficas.

Sin embargo, de lo que no hay duda es que hoy asistimos en el país a la debacle de la moral por causa de la política del Frente Amplio.

Es cierto que el mundo de las decisiones políticas admite distintos puntos de vista. En esas discrepancias radican las diferentes posiciones partidarias que la mayoría de las veces son legítimas y diferentes formas de concebir políticas públicas. El juego político pasa entonces por exponer esas diferentes ideas, debatir sobre sus conveniencias y sus debilidades, convencer a la opinión pública de su pertinencia o conveniencia, y buscar acuerdos mayoritarios para lograr que ellas se terminen traduciendo en políticas públicas.

Es así que debatir sobre las dimensiones morales de esas políticas siempre genera discrepancias subjetivas. Porque es evidente que la valoración moral está íntimamente vinculada a valores personales y que por tanto hablar de la moralidad de tal o cual decisión implica entrar en un terreno escabroso en el que es muy difícil ponerse de acuerdo.

Sin embargo, en toda sociedad hay un mínimo moral compartido por la inmensa mayoría de los ciudadanos. Es lo que hace a un sentido común moral colectivo que, independientemente de matices, es el que forja una identidad nacional y el que moldea cierta personalidad como nación. En este sentido, nuestro país aprecia el valor del sacrificio personal y el trabajo como herramientas para el progreso social. Y lo hace desde hace muchas décadas: está en nuestro ADN de país de inmigrantes que llegaron a forjarse un futuro mejor. Por supuesto, también valoramos fuertemente la solidaridad hacia los más desvalidos y el gran papel que debe cumplir el Estado en esta tarea.

Libertad para el progreso y sostén solidario hacia los más necesitados forman parte, pues, de nuestros valores morales más preciados. Es por eso que desde hace tantas décadas nos enorgullecemos cuando nuestros hijos o nietos logran el tan anhelado título de Doctor, porque es la muestra acabada del sacrificio que da frutos y es la constatación exitosa del avance social logrado tras generaciones de esfuerzos solidarios.

Es así que cuando se sabe que varios dirigentes y jerarcas del Frente Amplio han mentido durante años sobre sus méritos universitarios, el problema no es solamente político o partidario, sino que se transforma en moral. Porque refiere a nuestros valores más preciados como sociedad. Atañe a la honestidad del jerarca público; al respeto por el sacrificio de aquel que genuinamente alcanzó el título de licenciado o de sociólogo; a la consideración que todos nos merecemos por la obtención de nuestros méritos que reflejan la satisfacción del deber cumplido.

No es que todo esté permitido en política. No es que se pueda mentir en todo con total impunidad, despreciando los valores morales más profundos del devenir colectivo nacional. Cuando eso ocurre, y es lo que está ocurriendo hoy en día con esta decrépita y corrompida izquierda en el poder, lo que termina pasando es que el país sufre una debacle moral profunda.

Porque el problema ya no es si tal o cual gestionó mal; si aquel se llenó el bolsillo con salarios exorbitantes e injustos, o si se acomodaron todos en el poder para esquilmar al Estado con un clientelismo desvergonzado. Todo eso ya sabíamos que ocurría y desde hace mucho tiempo, y por cierto que son problemas políticos que también atañen a la moral.

El problema es otro y es más grave aún. Es que el Frente Amplio, al promover, apañar y proteger a estos universitarios inventados, está atacando las bases mismas de la moralidad colectiva de la que se precia el país desde hace muchas décadas. En vez del premio al esfuerzo y la solidaridad social, la debacle moral del Frente promueve contra-valores sociales que nos avergüenzan moralmente a todos. Otorga impunidad política a quienes mienten descaradamente. Adhiere a un relativismo en el que da lo mismo tener un título de verdad o fingir tener uno.

La debacle moral de la izquierda no es solamente un problema político. Va más allá: daña el corazón mismo de nuestra identidad nacional. Es el peor legado del Frente Amplio en el poder. Con esta actitud la izquierda avergüenza, incluso, a varias decenas de miles de sus votantes históricos que hoy se arrepienten de haber confiado en dirigentes tan inmorales.

EDITORIAL

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