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Cuidemos las instituciones

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Vivimos en un mundo y, en particular, en un continente, donde las democracias plenas no abundan. Más aún, muchos países aún sufren dictaduras como China, Cuba o Venezuela, otros tienen democracias enclenques y aun otros sólidos sufren los embates del populismo y la demagogia.

Estos males, por cierto, no son nuevos, incluso podría afirmarse que en una perspectiva histórica la situación no es tan mala, pero está muy lejos de la promesa del mundo libre y democrático que pareció alumbrar la caída del muro de Berlín.

Según la revista The Economist hay solo 22 democracias plenas en el mundo y una de ellas es la uruguaya. Por cierto que la historia de nuestro país conoce de falta de libertades y luchas heroicas por reconquistarlas, pero también es verdad que desde 1985 las instituciones democráticas se han consolidado, en ningún momento corrieron riesgo de quebrarse -quizá con la excepción de los dolores de parto consecuencia directa del Pacto del Club Naval- y hoy son ejemplo a nivel continental e internacional.

Hemos tenido 3 presidentes colorados, 2 blancos y 3 frentistas desde la restauración democrática, parlamentos donde han estado representadas todas las ideas que alcanzan el 1% de los votos y una prensa libre como en pocos lugares del mundo. Nadie en nuestro país ha sido silenciado en ninguno de los gobiernos democráticos, a varios presidentes les tocó entregar el poder a un ciudadano de otro partido, y siempre se realizó una transición ordenada y una entrega civilizada de los atributos presidenciales.

En los últimos días vimos a Perú sacudirse por la inestabilidad derivada de la destitución del presidente por el Congreso, una presidencia de pocos días y uno nuevo recién asumido, todo en medio de una importante conmoción social. Hace poco Chile, un ejemplo de estabilidad política y económica en América Latina, enfrentó manifestaciones violentas, como hacía mucho que no padecía, aunque debe resaltarse que su gobierno democrático se mantuvo siempre dentro de la Constitución y la Ley. Venezuela vive una larga, demasiado larga agonía como consecuencia de una dictadura criminal y corrupta que somete a su pueblo a la ignominia.

Estos ejemplos, y otros, como el papelón que vive Estados Unidos por un presidente que por primera vez en la historia se niega a reconocer el resultado de la elección, muestran que las democracias son entidades vivas, en el seno de la sociedad, no nacen ni mueren en un día, se construyen o destruyen con acciones cotidianas. La propia historia del Uruguay lo demuestra. La democracia que disfrutó la Suiza de América fue gracias a la lucha de Aparicio Saravia y Diego Lamas, no un regalo caído del cielo. La caída de nuestra democracia en 1973 no fue de un instante para otro; desde una década antes los tupamaros comenzaron a asesinar, secuestrar, torturar, amedrentar y perpetrar toda clase de crímenes contra la sociedad uruguaya. Luego hubo desborde militar y un presidente que violó su promesa de defender la Constitución.

La caída de nuestra democracia en 1973 no fue de un instante para otro; desde una década antes los tupamaros comenzaron a asesinar, secuestrar, torturar, amedrentar y perpetrar toda clase de crímenes contra la sociedad uruguaya.

Todo esto es importante para el Uruguay de hoy, que goza de una democracia con buena salud, precisamente porque debemos hacer un esfuerzo diario no solo para mantenerla, sino incluso para mejorarla. En este sentido, gobierno, oposición, sociedad civil y medios de comunicación tienen roles relevantes para cumplir.

La premisa de transparentar la acción gubernamental del gobierno nacional va en este sentido, de brindar mayor información y control al ciudadano, lo que fortalece la democracia. Su contracara fue la opacidad del gobierno anterior, así como sus casos de corrupción, que dañaron severamente la imagen de los políticos y de los partidos, bastiones de la democracia.

La oposición también tiene un rol fundamental, controlando al gobierno y denunciando sus abusos. Lamentablemente, lo que viene ocurriendo desde marzo a la fecha es que la oposición ha realizado denuncias falsas de abuso policial, atribuye intenciones totalitarias al gobierno que notoriamente no tiene y crispa el tono del debate con insultos y exabruptos fuera de tono. Es indudable que hoy por hoy la mala calidad de la oposición es una de las debilidades de la democracia uruguaya.

La sociedad civil y los medios también tienen un papel que cumplir, con campañas de información, apego a la verdad y la generación de ámbitos plurales de debate. Podemos felicitarnos hoy con razón de la salud de nuestra democracia, pero no nos durmamos en los laureles, trabajemos por mejorarla día a día.

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