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Cuidado con la falsa unidad

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La difícil situación que está atravesando el país lleva ha llevado a algunos actores sociales y políticos a plantear la necesidad de una unidad o concertación nacional que se concentre en enfrentar la adversidad, en vez de ahondar las diferencias que existen.

Se trata de una iniciativa que puede parecer de buena intención. En efecto, hay algo muy razonable en querer terminar con diferencias menores, con debates inconducentes o con actitudes mezquinas que buscan la paja en el ojo ajeno, cuando el país enfrenta un desafío mayúsculo sanitario, social y económico. Pero es un llamado que, infelizmente, esconde en algunos casos intensiones aviesas que deben ser desenmascaradas.

En primer lugar, la unidad nacional nunca puede implicar que se licúe la responsabilidad de la mayoría gobernante, ni el mando de quien el pueblo eligió como presidente. Cuando con el disfraz de la unidad nacional se pretende un diálogo general para consensuar decisiones con la oposición de izquierda, en realidad lo que se está procurando es torcer secretamente la voluntad soberana del pueblo que votó, contundentemente en 2019, que el Frente Amplio (FA) dejara de dirigir el país.

En un mundo utópico es muy bella la unidad nacional. En el mundo real, hay que aceptar que el FA jamás ha adherido sinceramente a esa idea. Hay que desconfiar por tanto, de una falsa unidad que le hace mucho daño al país.

En segundo lugar, la unidad nacional tampoco puede ser una excusa para limitar el debate natural que existe en cualquier democracia pluralista. A esta altura es muy claro que el gobierno ha tenido una estrategia para enfrentar a esta epidemia que no ha sido compartida por el FA. La gente lo sabe, y es muy bueno que cada vez que haya que tomar medidas se sepa bien quién propone qué cosas, y qué diferencias hay entre unos y otros.

Hoy, por ejemplo, el oficialismo no cree que haya que tomar medidas prontas de seguridad para limitar las libertades públicas, que es lo que implica querer aplicar un “toque de queda” nocturno como plantea una parte del FA. ¿Por qué habría que ocultar una diferencia tan radical entre unos y otros por causa de una malentendida unidad nacional? En democracia hay diferencias y disensos. Si ellos no generan ingobernabilidad, como es nuestro caso hoy, lo mejor para todos es que esas diferencias se expresen con libertad.

En tercer lugar, hay algo de ingenuo en creer que el llamado a la unidad nacional hecho por parte de actores que simpatizan con la oposición implique que la izquierda aceptará que la coalición republicana gobierne (ya que es la mayoría), y que el FA acompañe esas decisiones centrales (ya que es la minoría) y baje los decibeles de sus críticas. Y es ingenuo porque nunca ocurrió: es algo que no está en el ADN de la izquierda, como lo muestra, por ejemplo, su actitud en la crisis de 2002.

En efecto, esa crisis fue un momento muy duro para el país, y en ese sentido puede ser comparada a la difícil circunstancia que atravesamos hoy en día. ¿Qué hizo el FA en la oposición en aquel entonces? Cuando hubo que votar de apuro en el Parlamento una ley para salvar al sistema financiero, no lo hizo; cuando hubo que defender la posición de Uruguay frente al FMI, se alineó con el pedido de ese organismo de declarar el default de la deuda soberana; y cuando hubo que apuntalar al país productivo, la izquierda armó caravanas hacia Punta del Este en plena temporada de verano.

¿Pero acaso no sería mejor en plena epidemia dejar de lado las diferencias menores y concentrar esfuerzos en lo que importa? El problema es que esta pregunta implica que la oposición acepte que la estrategia del oficialismo ha dado buenos resultados en todo este año: aquí se garantizaron siempre las libertades públicas, no hubo encierros, la baja del PBI fue de las menores de la región, y los resultados sanitarios siguen siendo, a pesar de este terrible mes de abril, de los mejores del mundo, lo mismo que nuestra campaña de vacunación.

El FA debiera de aceptar que es el gobierno el que fija cuáles son los esfuerzos que importan, y acompañarlos: con ese espíritu sí se puede encarar una unidad nacional, entendiendo además que el oficialismo está siendo apoyado por una enorme mayoría de uruguayos, ratificada mes a mes por todas las encuestas y que falta muchísimo para las elecciones. Pero si ese no es el marco general de la pretendida unidad o concertación nacional, entonces lo que en verdad procura ese llamado a la unidad es evitar que la coalición republicana dirija al país como el pueblo la mandató.

En un mundo utópico es muy bella la unidad nacional. En el mundo real, hay que aceptar que el FA jamás ha adherido sinceramente a esa idea. Hay que desconfiar por tanto, de una falsa unidad que le hace mucho daño al país.

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