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La cuestión social y la verdad

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Dentro de la prédica de la izquierda de que las cosas importantes se hicieron en el Uruguay a partir de su llegada al poder en 2005 resaltan especialmente las políticas sociales.

En ese terreno el Frente Amplio impuso un relato según el cual poco o nada se concretó en el país por parte de los gobiernos blancos y colorados, neoliberales todos ellos y por tanto incapaces de ocuparse de la suerte de los menos privilegiados. Dicen que tuvo que llegar la izquierda al gobierno con toda su sensibilidad social para que alguien empezara a ocuparse del problema.

Ese falso sonsonete retumba entre nosotros desde hace más de una década y de tanto repetirlo hay quien se lo cree. A tal punto se insiste con esa idea desde el oficialismo que no hace mucho, con motivo de difundirse la posición de Uruguay en el ranking mundial del Índice de Desarrollo Humano elaborado por Naciones Unidas, dirigentes frenteamplistas volvieron a las andadas. Tras informar que nuestro país figuraba en el puesto 52 entre los 188 países estudiados insistieron en que tal ubicación se debía a los esfuerzos del Frente Amplio en la lucha emprendida contra la pobreza y la desigualdad.

Aparte de señalar que dicho índice toma en cuenta múltiples factores vinculados a la calidad de vida de las personas y que Uruguay supo ocupar en el pasado posiciones bastante más lucidas en ese ranking, conviene advertir que entre nosotros el abordaje de la problemática social fue prioridad de los gobiernos antes de 2005. En vez de apelar a la conocida imagen del país modelo que fuimos con leyes avanzadas que nos destacan en América Latina desde hace más de un siglo, usaremos un ejemplo más cercano que, debido a su contundencia, muestra a las claras la falsedad de la idea fundacional propagada por la izquierda en torno a la cuestión social.

Para ello comentaremos un informe de Cepal publicado en 1998 sobre la aplicación de medidas gubernamentales para la reducción de la pobreza en América Latina y que cualquiera puede leer hoy en internet. En uno de sus primeros cuadros estadísticos se destaca "la posición favorecida de Uruguay" que aparece registrado como el país con menor incidencia de la pobreza de toda la región, tanto al comienzo como al final del período analizado que es el septenio 1990-1997. Lo interesante del caso es que allí se explica que en 1990 el porcentaje de hogares bajo la línea de pobreza según esa oficina de Naciones Unidas era del 12% en tanto que siete años después se había reducido al 6%, es decir a la mitad. El informe advierte que ningún otro país latinoamericano logró una reducción de la pobreza de esa magnitud en la década de los noventa.

Un dato sugestivo de ese trabajo de la Cepal es que Uruguay ostentaba por entonces la distribución del ingreso más igualitaria de la región —comparable, por ejemplo, a la de Dinamarca— medida a través del llamado índice de Gini. A gran distancia le seguía Costa Rica. También se indica que nuestro país era el que aparecía con mayor peso del gasto social con relación al producto bruto interno (22.5%). A todo lo cual se agregaba que en ese período, siempre según la Cepal, el producto creció a una tasa acumulativa anual del 4.1% al tiempo que la inflación se redujo del 129% al 15% en dicho lapso. Es decir, un buen manejo económico que es la base de una política social sostenible.

Este cuadro de la década anterior al primer gobierno frenteamplista pertenece al tiempo de los gobiernos de los dos partidos tradicionales, en particular el de Luis Alberto Lacalle (1990-1995), que después fue seguido por el de Julio María Sanguinetti (1995-2000). Aunque fueron tiempos de dificultades, muy distintos de los años de bonanza que vendrían después, igualmente se ejecutaron políticas sociales que consiguieron el objetivo de mejorar la situación de los grupos con mayores carencias y de obtener una distribución más equitativa del ingreso. Políticas distintas a las del puro asistencialismo que el Frente Amplio aplicó sobre la base de dar sin exigir nada a cambio a los beneficiarios de sus programas.

Es posible que estos datos recogidos en aquella época por la Cepal sorprendan a algún convencido de que la izquierda tiene el monopolio de la sensibilidad social y que los demás partidos siempre estuvieron conducidos por gente egoísta e indiferente ante la pobreza y la inequidad. Desde una perspectiva neutral del pasado queda en evidencia que esa es otra de las grandes patrañas difundidas por quienes proclaman que con ellos comenzó a escribirse la historia del país. Es hora de abrir los ojos.

EDITORIAL

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