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Se están criticando a sí mismos

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La muerte de un hombre de 31 años, por hipotermia, al no encontrar lugar en el refugio al que se presentó, sacudió una vez más la sensibilidad de la población.

Se trata de una situación que no puede ocurrir. Sin embargo ya es el segundo caso este año, de algo que se repite todos los inviernos.

Con reflejos rápidos, la oposición frentista convocó al ministro Pablo Bartol a la Comisión de Población y Desarrollo del Senado a que diera sus explicaciones.

Explicaciones hay muchas como bien lo sabrá la anterior ministra, que debió enfrentar situaciones similares casi todos los años. El problema es que esto simplemente no puede suceder. El presidente Luis Lacalle Pou lo dijo bien claro: “de ahora en adelante lo que no se hizo se va a hacer” porque “si la prioridad no es la vida, el resto no puede serlo”.

No faltó en las redes quien pidiera la renuncia del ministro. No es que querramos minimizar lo ocurrido, pero si ese reclamo se hubiera hecho y cumplido en tiempos recientes, hubiéramos tenido hasta tres ministros de Desarrollo Social en un solo año.

Hubo un hecho trágico, que pudo evitarse si los mecanismos hubieran funcionado con eficacia y además con un mínimo grado de empatía. El caso debe ser investigado y las fallas señaladas porque es la única manera de evitar repeticiones. Lo que no cabe es un ensañamiento contra las actuales autoridades del ministerio y en especial contra el ministro Bartol y menos cuando ese ensañamiento es alimentado desde el Frente Amplio, ya que en este caso existe genuinamente una “herencia maldita” que se convirtió en “la maldición que dejó la herencia”.

Hay que recordar que la adopción de la emergencia sanitaria provocó, como efecto lateral, una emergencia social de la que debió hacerse cargo sin dilaciones un Mides con autoridades que acababan de asumir. Mientras cumplían esta tarea a tiempo completo, se vino el invierno y a las urgencias que ya tenían entre manos, se sumaron estas.

Hubiera sido una tarea más fácil de no haberse encontrado con un ministerio plagado de problemas y disfuncionamientos. Cada armario que se abre, desnuda una sorpresa. No solo se encuentran productos vencidos que debieron ser distribuidos entre sectores necesitados. Encuentran a un ministerio entero vencido. No puede entonces el presidente del Frente Amplio Javier Miranda tomarse a la liviana esa situación como lo ha hecho en recientes declaraciones. Que el Frente hoy critique la gestión del ministerio es en realidad criticarse a sí mismo.

No está claro cuan bien funcionan aunque se sabe que en los períodos anteriores, diferentes organizaciones hicieron contratos muy costosos con el ministerio, para hacer tareas no del todo claras.

El funcionamiento actual de los refugios es el diseñado por el anterior ministerio. Pese a ello, según dijo el subsecretario Armando Castaingdebat, “logramos 500 cupos que no existían y sin embargo salimos a la calle y parece que cada vez hay más gente en situación de calle”. Muchos de estos refugios fueron asignadas a ONGs y cooperativas por el anterior gobierno. No está claro cuan bien funcionan aunque se sabe que en los períodos anteriores, diferentes organizaciones hicieron contratos muy costosos con el ministerio, para hacer tareas no del todo claras.

Insistimos: es innegable la gravedad de lo sucedido y urge aclarar las responsabilidades. Pero quien debe cuidarse de señalar con el dedo es el Frente Amplio. A cinco meses de asumido, el nuevo gobierno debió afrontar una crisis sanitaria sin precedentes. Al hacerlo, descubrió que tras 15 años de gobiernos frentistas (en medio de una extraordinaria bonanza), pese a su prédica de solidaridad y sensibilidad social, la situación de pobreza, marginación y exclusión era tremenda. Mucha gente estaba por fuera de los sistemas estatales de apoyo social, viviendo en los márgenes de la sociedad. Entre esa gente estaba la que pernocta en las calles.

Quizás el ensañamiento de algunos frentistas responda a que se creen los absolutos propietarios del ministerio y no toleran que alguien de afuera ocupe su territorio. Más aún, no pueden soportar que quien ocupa su territorio, abra armarios, revise acuerdos, estudie gastos, descubra acuerdos firmados con amigos o financiamientos a proyectos de dudosa utilidad. No pueden aceptar que eso quede al descubierto y para ellos sería bueno que este ministro, algo impertinente, sea desacreditado y eventualmente desplazado.

Lamentablemente seguirán pasando hechos dramáticos como los de la semana pasada. Para que esas situaciones terminen, el proceso de reordenamiento del Mides es una prioridad. Y para que ello sea posible, es imprescindible que el actual ministro y su equipo no cedan en su titánico esfuerzo.

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