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Crispa, ¿y triunfarás?

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Editorial

Todas las encuestas están mostrando que la gente aquí también se hartó de tanto discurso irritante, de tanta mentira militante, de tanta convicción de superioridad moral.

Una de las consecuencias de esta larga década progresista que viene terminando en Sudamérica es que las sociedades por las que pasó quedaron más crispadas que antes. ¿Acaso esa irritación ha servido a la izquierda para permanecer en el poder?

Las fuerzas autodenominadas progresistas de la región marcaron una agenda de reformas sociales y económicas con el puño cerrado. Denostaron a cualquier adversario que surgiera en el campo político o social. La ecuación era simple: aquellos que no estaban con el gobierno eran los antipatria, y no se admitía matiz posible en el preclaro camino trazado por estos iluminados.

Fue así que respetadas figuras, incluso de la izquierda internacional como por ejemplo el expresidente Fernando Henrique Cardoso, fueron dura e injustamente criticados por la política y la cultura vinculadas al Partido de los Trabajadores en Brasil. En Argentina, las anécdotas sobran en este sentido, pero baste recordar que hubo líderes políticos y sociales con una prédica y una práctica cuyos objetivos eran crispar a la sociedad en una lógica de permanente enfrentamiento, con aquello por ejemplo del "odio a la puta oligarquía argentina" de DElia, o con las periódicas salvas de escupitajos de militantes kirchneristas que debían sufrir distintos periodistas por no estar alineados con el poder.

Las elecciones, cada vez, han sido elocuentes: la crispación no dio resultados. En Argentina, el triunfo de la coalición de partidos que llevó a Macri al poder fue también una reacción de la amplia clase media contra esta permanente irritación kirchnerista alentada desde el poder. En Brasil, la enorme votación de un Bolsonaro de discurso muchas veces duro y de feroces agravios, también ha sido una reacción propia de una sociedad harta de la extendida violencia que sufre cotidianamente, sobre todo en algunas regiones de su mundo urbano.

Nosotros tampoco hemos estado a salvo de esta crispación generada por la izquierda. En lo que refiere a la historia reciente, por ejemplo, hace años que el Frente Amplio y sus compañeros de ruta intelectuales vienen mintiendo descaradamente sobre lo que verdaderamente ocurrió en el país. Y la gente, sobre to- do quienes vivieron esos años, se da cuenta y se termina hartando de tanta tergiversación.

En esta década progresista se ha querido imponer por ley que la dictadura empezó en 1968; se ha querido hacer creer que la guerrilla tupamara fue una respuesta a un autoritarismo de derecha; se ha construido una memoria parcial y partidaria de los crímenes de lesa humanidad, sin decir jamás una palabra de las violaciones a los derechos humanos perpetradas por los tupamaros en plena democracia; se ha mentido sobre resultados y procesos políticos, sociales y económicos que van de 1985 a 2005, intentando hacer creer que antes del Frente Amplio en el poder no había políticas hacia la infancia, o era poco el gasto social, o no se verificaban políticas que buscaran disminuir la pobreza y la marginalidad.

Pero además de todas estas extendidas mentiras que terminan crispando a la sociedad, las principales figuras del Frente Amplio también se ocuparon de echar leña al fuego. Mujica, el primero, con sus recurrentes insultos a los dirigentes de la oposición y sosteniendo la visión hemipléjica de la historia reciente; Vázquez también, burlándose del tono de voz de Larrañaga o dando a entender que su rival Lacalle Pou era una "pompita de jabón" en la campaña electoral de 2014, pero jamás debatiendo sobre los temas de fondo con sus adversarios; y Astori finalmente, pontificando sobre economía pero jamás admitiendo ni siquiera uno de sus muchos errores que han hecho que hoy el país productivo esté postrado.

Todos ellos avalaron permanentemente la infantil idea, expresada tan bien por Raúl Sendic, según la cual si es de izquierda no es corrupto. Otorgaron así legitimidad política a la tesis de la superioridad moral de quien se identifique con la izquierda, lo cual no solamente es una tontería desmentida todos los días por las decenas de procesamientos de dirigentes progresistas de toda la región, sino que claramente contribuye a crispar el ánimo de toda la sociedad.

El examen electoral será en 2019. Pero desde ya todas las encuestas están mostrando que la gente aquí también se hartó de tanto discurso irritante, de tanta mentira militante, de tanta convicción de superioridad moral, ya que todas ellas señalan que el Frente Amplio está lejos de repetir el apoyo que obtuvo en el pasado. Ojalá terminemos así con tanta crispación.

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