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Se creyeron su propio relato

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Una de las cosas buenas del 2020 es que con el cambio de gobierno, algunos temas del relato impuesto en estos quince años se enderezarán.

Para muchos frentistas nada bueno se hizo en este país desde 1830 por culpa de blancos y colorados. Para otros, la dictadura instaurada en 1973 por un golpe militar recién terminó en 2004 con el triunfo de Tabaré Vázquez y la llegada del Frente Amplio al gobierno. Aquel lejano 1º de marzo de 1985, celebrado con júbilo en las calles de Montevideo cuando asumió Julio Sanguinetti la presidencia pasó al olvido. Los que escriben el relato no registran que para todo el país aquella no sólo fue una fiesta por la cual empezaba un gobierno colorado, sino porque Uruguay retomaba el camino de la democracia y la libertad.

Ahora blancos y colorados con otros socios vuelven al gobierno terminando un ciclo de 15 años.

Muchos frentistas se preguntan que pasó. Es que si ellos hicieron las cosas bien y enderezaron un país que venía torcido desde 1830 por culpa de blancos y colorados, ¿cómo es posible que un pueblo tan ingrato les diera la espalda?

Eso nos recuerda la anécdota de cuando el entonces Primer Ministro británico, Winston Churchill, pierde las elecciones apenas terminada la guerra. Un asesor le comenta a Churchill cuan ingrato han sido los británicos con el, tras todo lo que hizo para derrotar el embate nazi. La respuesta del héroe de aquella guerra fue clara: a un pueblo que había sufrido lo que había sufrido en esos durísimos cinco años, no se le podía decir que era ingrato. En su lógica democrática, Churchill aceptaba sin más vueltas y sin reproches el veredicto popular, aunque el derrotado fuera el mismo.

El problema en Uruguay, es que para algunos derrotados, su relato estaba tan bien armadito que terminaron por creérselo.

También hay quienes están ofendidos porque ante tanto consumo con las fiestas, se preguntan cuál fue la crisis que hizo que mucha gente se alejara del Frente. Por cierto, no estamos ante nada parecido a lo de 2002, pero sí hay dificultades evidentes: un déficit de casi 5 por ciento, un creciente desempleo, problemas en varias empresas y en especial en el interior. Y la lista podría seguir.

Hay elecciones que se pierden pese a la situación económica y por razones muy obvias. Volvamos a un ejemplo británico: cuando Tony Blair ganó las elecciones, la situación económica en el Reino Unido era buena. Es más, el país venía siendo gobernado por el Partido Conservador por 18 años consecutivos, empezando por los once años de Margaret Thatcher seguidos por los siete de John Major.

Blair tenía esto claro y a sus asesores les recordaba que iban a ganar, pero contrario a la sabiduría popular no sería por la economía sino porque los conservadores estaban desgastados y el electorado estaba cansado de ver las mismas caras, escuchar la misma retórica y las mismas promesas.

No entender que el agotamiento y desgaste del Frente Amplio (lo que le llevó a cometer errores e irregularidades) fue una de las causas de su derrota es no entender que así funciona la política. Largos años consecutivos en el gobierno, desgastan y cansan. Por fortuna una democracia sólida permite la alternancia.

Es verdad que con el desgaste solo no alcanza. Debe haber una alternativa viable y eso fue lo que presentó Luis Lacalle Pou. Llegó a las elecciones con un programa bien pensado y un equipo muy sólido. Lideró en las internas, pero también fue líder de su partido en la primera vuelta. Además siempre entendió que mucha gente quería que ganara la oposición, pero que primero cada uno iba a ser fiel a su partido. Gente que aún así, confiaba en el. Por eso propuso desde el principio la idea de una coalición que no excluyera a nadie. Y se puso al frente de ese proyecto con tal firmeza que ahora, como futuro presidente, emerge como un líder capaz de coordinar esa coalición, trabajar sobre propuestas que fueran comunes a los cinco partidos y mantenerlos unidos. Hay algo en su estilo, en su capacidad como líder, que parecería garantizar que eso funcionará, contra viento y marea y contra todas las dificultades que se deban sortear, que son numerosas.

A muchos les costó entender ese liderazgo, pero poco a poco fueron asimilando su preciso estilo de hablar y de responder sin perder la calma, a los periodistas más incisivos o incluso agresivos. Mostró aplomo, serenidad y firmeza.

Por eso, pese a que quienes desde el otro lado fabrican sus relatos, ganó. Y por eso, los fabricantes de relatos siguen tratando de entender.

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