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El coronavirus y sus secuelas

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El coronavirus ya ha hecho estragos y conviene medir su posible impacto a futuro. Los hospitales, los colegios, los aeropuertos, las aerolíneas, deberán prepararse para combatir la enfermedad.

Pero algunos de sus efectos colaterales serán quizás los más serios para el bienestar de la sociedad. Los presidentes, ministros de hacienda y directores de bancos centrales están bien preocupados. Y en Uruguay, aunque no haya indicios todavía de ningún infectado, el gobierno que acaba de asumir tendrá que lidiar con lo que está pasando. El fantasma llegó para quedarse.

Hasta ahora se han cancelado centenares de frecuencias de vuelos. Se han pospuesto viajes, se han cerrado escuelas y fábricas. Muchos restaurantes, hoteles, tiendas y teatros han visto reducida la afluencia de público en las zonas más afectadas. El uso del transporte público ha mermado. Varias empresas han programado para que sus empleados trabajen desde sus casas.

El suministro de partes para distintas industrias, la electrónica y tantas otras, ha sufrido dificultades con la consecuente caída en ventas, problemas de entrega y aumento de algunos costos. Por otro lado se ha reducido el precio del petróleo.

Por ahora, Goldman Sachs estima que el efecto negativo sobre las ventas y ganancias de las principales empresas multinacionales, en el primer trimestre del año, será moderado, pero los mercados bursátiles del mundo a partir de la última semana de febrero han reaccionado violentamente a la baja.

Sorpresivamente la Reserva Federal de EE.UU. bajó la tasa de redescuento el martes pasado con el objeto de estimular el mercado, pero la acción no tuvo el efecto inmediato deseado. El comportamiento de los índices actuales parece preanunciar una recesión económica a nivel global.

Algunos de sus efectos colaterales serán quizás los más serios para el bienestar de la sociedad. Y en Uruguay, aunque no haya indicios todavía de ningún infectado, el gobierno que acaba de asumir tendrá que lidiar con lo que está pasando. El fantasma llegó para quedarse.

A primera vista quizás estemos sobreestimando el peligro para la salud. Un estudio llevado a cabo en China sobre 72.314 pacientes indica que el 80% de los infectados solo sufre indicios similares al de un resfrío y se recupera relativamente pronto. El 20% restante padece los síntomas de una gripe. De esos, un 75% desarrollan neumonía y muchos requieren cuidados intensivos.

La mortandad en esa investigación es del 2,3% pero esta depende de la edad y el estado general de salud de cada paciente. Los que tienen problemas cardiovasculares están más expuestos. De los enfermos de más de 80 años muere el 14.8%; de los de 70 a 79 muere el 8% y de los de 60 a 69 muere el 3.6%. Los hombres tienen una tasa de mortandad del 51% comparado con las mujeres del 49%, pero las razón sería más bien por circunstancias sociales antes que biológicas.

Para poner las cosas en perspectiva, habría que mencionar que existen varios virus peligrosos al acecho. El de la hepatitis, principalmente la B y la C, (originaria de los dromedarios) mata anualmente a más de 1.300.000 en el mundo, dado que mucha gente no se vacuna; el MERS, endógeno en Arabia Saudita, fue descubierto recientemente. Aunque pocos son los casos reportados, su índice de mortalidad una vez diagnosticado, es del 37%.

El ébola, desde su reciente brote en el Congo en agosto del 2018, ha matado a 2.249 personas. El VIH/SIDA ha infectado a casi 40 millones, de los cuales han fallecido más de 770.000 hasta ahora.

La influenza (gripe) afecta de forma grave de 3 a 5 millones de seres por año y las víctimas mortales son entre 290.000 y 650.000 al año. Para combatirla hay vacunación lo cual ayuda; el dengue, un virus más cercano a nosotros (trasmitido por un mosquito) va de un 5% a un 15% dependiendo de la edad o por otras enfermedades. Acaba de surgir un caso.

El coronavirus parece peligroso por la facilidad con que se propaga. Lo trasmitimos nosotros y además existe la amenaza de que mute en algo más virulento. Ello ha provocado que las autoridades en varios países tomen severas medidas de todo tipo e incentiven a producir cuanto antes, una vacuna. Algunos recordarán que al finalizar la 1ª Guerra Mundial, 1918-1919, surgió la llamada gripe española, "Spanish Flu". Mató nada menos que a 50 millones de personas y ocurrió cuando el mundo tenía una población 5 veces menor a la actual. Da para pensar...

Habrá que cambiar nuestros hábitos. Evitar los abrazos, los besuqueos o darse la mano al momento de saludarnos con otra persona y tener cuidado con otras costumbres, como pasarse la mano por la cara o tocarse la nariz. Cada persona se la toca en promedio ¡unas 90 veces al día!, según un estudio.

Cambios que se convertirán en una consecuencia bienvenida. Y ni qué decir del gran negocio para el laboratorio que produzca la primera vacuna. Hay muchos que están en esa carrera.

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