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Continúan descarrilando

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Un año después de que el ministro de Transporte y Obras Públicas, Víctor Rossi, anunció que iba a "mejorar el funcionamiento" de AFE, el transporte de cargas descendió en el segundo semestre del 2015 en casi un 22%, o sea el tonelaje de carga transportado más bajo de las últimas décadas.

Lo grave es que esta caída ocurrió una vez que el transporte de cargas, realizado por Servicios Logísticos Ferroviarios (SLF), pasó a regirse por el derecho privado, en tanto el conjunto de AFE se mantuvo en el sistema público. Se suponía que con ese desdoblamien- to las cosas mejorarían pero sucedió lo contrario.

Aunque hay varias razones para explicar ese fracaso inicial, el más importante radica en la enconada oposición del gremio —la Unión Ferroviaria (UF)— a la privatización parcial del servicio que suponía para una parte de sus integrantes la pérdida de la condición de funcionarios públicos. Solo unos pocos accedieron a integrarse a SLF para quedar sometidos al derecho privado, lo que complicó la puesta en marcha del nuevo sistema por falta de personal experimentado. Hoy, los directivos de ese gremio proclaman —no sin un dejo de satisfacción— que la gestión cumplida hasta ahora bajo la conducción del ministro Rossi "ha sido un desastre".

De este modo, lo que hoy sucede en AFE es un ejemplo emblemático de có-mo el desmedido poder de los sindica-tos de funcionarios públicos termina por doblegar a los gobiernos del Frente Amplio. Lo hicieron en el primer gobierno de Tabaré Vázquez cuando este quiso crear una sociedad anónima a cargo de los trenes y la UF lo bloqueó al grito de "¡no a la privatización!". Y lo repitieron durante la administración de José Mujica, quien a poco de llegar al poder había proclamado que "en dos años habrá trenes de carga circulando a 60 kilómetros por hora".

Más comprometido que Vázquez en el tema, Mujica hizo todo tipo de intentos por superar la oposición sindical y rescatar a AFE de la inopia. Incluso viajó al País Vasco y a China en busca de socios para invertir en el ente, pero sus proyectos se estrellaron ante la negativa de la UF, un gremio pequeño aunque capaz de ahuyentar al inversor más resuelto. El ministro de la época, Enrique Pintado, que propuso crear una sociedad anónima para ocuparse de las cargas, fue etiquetado desde el gremio como un político "neoliberal" y "privatizador", dos de los peores insultos que puede recibir en nuestro país cualquier izquierdista que se precie.

Su idea de dividir a AFE en dos áreas, una pública y otra privada, la recogió su sucesor, el ministro Rossi, con el plan reformista en el que depositó sus esperanzas al asumir el cargo un año atrás. Su primer escollo fue el freno a sus eventuales inversiones dado que en el presupuesto no se le otorgaron los recursos solicitados para mejorar vías y trenes, unos 360 millones de dólares. Aunque AFE tiene además un crédito concedido por el Focem (el fondo del Mercosur), por unos 200 millones, su ejecución es demasiado lenta como para fundar expectativas optimistas. Algo similar ocurre con la idea de obtener dinero fresco del sector privado en régimen de PPP (participación público-privada) por lo que la situación del ente ferroviario sigue siendo vidriosa.

Un buen comienzo del nuevo régimen instaurado a partir de julio de 2015 hubiera sido quizás el acicate que se necesitaba para recuperar la fe en la posibilidad de dotar al país de un servicio eficiente de transporte por rieles que permitiera aliviar la sobrecarga existente en las rutas nacionales. No fue así sobre todo porque los encargados de manejar los nuevos Servicios Logísticos Ferroviarios eran insuficientes. Es que la campaña gremial para persuadir a los funcionarios a oponerse al pase al sector privado tuvo efecto pese a que la oferta de AFE era tentadora e incluía la posibilidad de seguir con la nueva operadora o de pasar a retiro recibiendo —por quedarse en casa— el 75% del salario. Ni aun así se pudo salir adelante.

En suma, tres gobiernos del Frente Amplio descarrilaron tras chocar con la misma piedra. Ni los impulsos de Váz-quez (que en su reciente discurso en cadena de radio y TV prometió aumentar el aporte del "modo ferroviario" en 2016) ni los arrebatos de Mujica alcanzaron para doblegar la resistencia de quienes resisten el cambio y se niegan a perder el preciado estatus de funcionarios públicos. Tal parece que para el gobernante Frente Amplio sigue siendo más importante estar en paz con un pequeño y tozudo sindicato que solucionar un problema crucial para la economía como es dotar al país del adecuado transporte ferroviario de cargas.

Editorial

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