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La Constitución de 1830

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El de hoy no es un aniversario más de la Constitución de 1830. Porque este año ocurre que la inmensa mayoría del partido de gobierno ha planteado su voluntad de embarcar al país en una reforma importante de la actual Carta Magna.

Siempre el país recordó este 18 de julio como una de sus fechas históricas más relevantes junto con la del 25 de agosto de 1825. Sin embargo, el proceso político abierto con los gobiernos del Frente Amplio ha cambiado esta tradición nacional. En efecto, sabido es que desde la primera administración del presidente Vázquez se ha querido concentrar los recuerdos patrios solo en la fecha del 19 de junio que es el natalicio de José Artigas. Incluso en tiempos de la presidencia de Mujica, tan adepto a la utópica idea de la patria grande latinoamericana, nunca hubo festejos por la conmemoración del aniversario de la Constitución de 1830 que estuvieran a la altura de la importancia histórica de la fecha.

Así las cosas, este desprecio oficial por uno de los hitos más importantes de nuestra historia patria se ha traducido, infelizmente, en un progresivo desconocimiento de la ciudadanía acerca de qué es lo que se conmemora efectivamente en este 18 de julio. Se sabe sí que es un feriado de los que está en rojo en el calendario, y que por tanto es de los importantes. Pero a poco que se consulte aquí o allá, las nuevas generaciones en particular mostrarán un desconocimiento feroz acerca de la relevancia de lo ocurrido en esta fecha.

De alguna forma, la falta de sentido y de cohesión ciudadana en torno a valores nacionales, y la mengua que muchas veces se percibe en la voluntad de convivir como una comunidad unida, pasan por este desconocimiento de la historia que hace a nuestro derrotero nacional. Es así que se debilita el plebiscito cotidiano del querer vivir juntos que, como lo definía tan bien Ernest Renan, es la esencia de la nación. Y es un debilitamiento que se ratifica en este desdén sistemático hacia la conmemoración de la jura de nuestra primera Constitución, así como de otras fechas muy caras a nuestra identidad.

En este sentido importa entonces recordar lo más elemental y claro que nos lega el 18 de julio de 1830: se trata de las bases de convivencia liberales y republicanas que hasta el día de hoy organizan la vida de nuestro país. Es algo que no siempre se dice lo suficiente, pero que es justamente lo que hace tan importante a la herencia de aquel 18 de julio en el que el pueblo oriental juró en cada plaza de cada pago su flamante Constitución.

En efecto, es desde aquel lejano 1830 que se mantiene la esencia del pacto ciudadano y de la forma de gobierno que nos dimos los orientales en aquel proceso de independencia primero y de soberanía después. Es desde aquel 18 de julio que nuestra Constitución dice que "los habitantes del Estado tienen derecho a ser protegidos en el goce de su vida, honor, libertad, seguridad y propiedad"; o que los hombres son iguales ante la Ley, "no reconociéndose otra distinción entre ellos sino la de los talentos o las virtudes"; o que "ningún habitante del Estado será obligado a hacer lo que no manda la Ley, ni privado de lo que ella no prohíbe", o que el hogar "es un sagrado inviolable. De noche, nadie podrá entrar en él sin su consentimiento; y de día, sólo de orden expresa del juez competente, por escrito y en los casos determinados por ley".

Por supuesto que los cambios que se introdujeron desde aquel entonces fueron variados y de distinto tipo. Sin ir más lejos, desde hace ya casi un siglo, por ejemplo, que el presidente de la República no se elige indirectamente por el Parlamento como lo establecía aquella primera Constitución.

Y por supuesto, es verdad también que aquella Constitución fue muchas veces superada por la realidad política y social de aquel siglo XIX tan violento que sufrió el país.

Sin embargo, a pesar de tantas dificultades, fue en aquellos albores de la Patria que nos dimos una organización estatal con separación de poderes —Ejecutivo, Legislativo y Judicial. Ella es muy distinta a la lógica política de tantos referentes izquierdistas para quienes, por ejemplo, el Poder Judicial debe acompañar la voluntad del Ejecutivo y nunca ser del todo independiente.

En este sentido, hace años ya que los sectores más duros de la izquierda quieren refundar nuestras bases de convivencia dejando de lado las garantías individuales que son propias del orden liberal. Importa recordarlo hoy que se cumple un nuevo aniversario de la Constitución que, precisamente, fijó las bases de nuestra tradición de convivencia liberal y republicana.

EDITORIAL

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