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Concepciones equivocadas

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EDITORIAL

Para que Uruguay sea un país de primera se precisa más actitudes como las de Suárez y Godín y menos servilismo pro gobierno. Por un lado, debemos dejar de compararnos con los peores del barrio.

Hace un año, Suárez y Godín, los exitosos jugadores de la selección, narraron su desazón y vergüenza por la situación que vivía el fútbol uruguayo. La violencia desanimaba a las clases medias a concurrir al estadio, y la mala organización y la falta de recursos impedían que el fútbol local fuera competitivo internacionalmente.

Nada de lo señalado parecía novedoso en 2016, como tampoco lo era años antes, cuando cada uno de ellos empezó su carrera deportiva en Uruguay. Sin embargo, partir al exterior y lograr competir en el primer nivel internacional fue lo que permitió a Suárez y a Godín ver la realidad del fútbol. Como tantos otros uruguayos, salieron del país, conocieron cómo funciona el mundo profesional y de alta competencia en su campo laboral, y se dieron cuenta de que a Uruguay le falta muchísimo.

Es evidente, claro está, que Suárez y Godín se miran en el espejo de las mejores ligas, incluso de aquellas de las que, hasta no hace tanto tiempo, estábamos muy cerca. No se fijan en las peores como, por ejemplo, algunas del continente sudamericano. Así las cosas, son justamente los equipos de esas mejores ligas, como la española, los que competían de igual a igual con nuestros equipos de hace algunas décadas atrás: allí está el ejemplo del Peñarol de los años 60 triunfando sobre el Real Madrid; o el de Nacional, campeón del mundo de finales de los 80.

Esto que ocurre en el fútbol no se entiende tan fácilmente con otras dimensiones de la vida nacional. Por un lado, cuando se trata de mirarnos en algún espejo para ver cómo estamos en otros ámbitos en comparación internacional, hay un talante oficialista y una cultura hegemónica complaciente pro Frente Amplio que siempre hace hincapié en lo que pasa en la región. De esta forma, en esa comparación social o económica casi siempre salimos mejor parados que el resto. Por otro lado, cuando alguno de esos cultores de la autocomplacencia nacional levanta la vista fuera de la región, casi siempre lo hace para ratificar que, como dijo un conocido politólogo oficialista, el Uruguay sigue siendo un "sitio amable" para vivir.

Tres ejemplos bien distintos vienen al caso para ilustrar esta concepción del mundo tan equivocada como oficialista. El primero es cuando se pretende hacer creer que hay una crisis en Estados Unidos que tiene como resultado el fin del sueño americano del ascenso social. La verdad es que es posible que ese sueño americano ya no vaya tan bien como antes, pero también es innegable que hoy por hoy funciona muchísimo mejor que cualquier ascensor social uruguayo. Solo una mirada provinciana y complaciente con la izquierda gobernante puede querer hacer creer algo diferente.

El segundo es cuando se pretende que a raíz de la crisis económica que se sufrió en España en esta década, la pobreza allí es peor que la situación de pobreza actual en Uruguay. Se comparan burdamente porcentajes estadísticos hechos en Madrid y en Montevideo, sin prestar atención a que definen la pobreza monetaria de forma completamente distinta. De esa forma, el talante oficialista y autocomplaciente concluye que como el progresista Uruguay, no hay. La verdad, se sabe, es muy distinta: cualquiera que analice bien los datos verá que España tiene mucho mejor nivel de vida y mucho menos pobres que nosotros.

El tercero es cuando algún índice internacional, como el de "Freedom House" en su edición de 2017, por ejemplo, nos recuerda que Uruguay es una de las mejores democracias del mundo, con más libertades políticas y civiles. Cuando verifican la noticia, los oficialistas cultores de la ideología del "sitio amable" deducen que, a pesar de nuestras dificultades, estamos en la cima de un mundo que "apesta". De esta forma omiten ver que incluso para este tipo de índices internacionales hay decenas de países con muy buenas prácticas democráticas en los que, además, la calidad de vida es muchísimo mejor que la nuestra: por ejemplo, España, Italia Austria, Reino Unido, Japón y, por supuesto, el actual Estados Unidos de Trump.

Para que Uruguay sea un país de primera se precisa más actitudes como las de Suárez y Godín y menos servilismo pro gobierno. Por un lado, debemos dejar de compararnos con los peores del barrio. Por otro, debemos dejar de mirar al mundo con los ojos provincianos de la ideología del "sitio amable", esa que nos quiere hacer creer que estamos construyendo un país de vanguardia. Hay que ver al mundo de verdad, sin autocomplacencia y con voluntad real de ser mejores. Y estamos muy lejos de eso.

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