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Cómplices de la represión

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Hubo un tiempo en que la Federación de Estudiantes Universitarios del Uruguay (FEUU) era una agremiación respetada, con gran poder de convocatoria y una firme vocación por defender la democracia y los fueros estudiantiles allí donde fueran vulnerados. 

Entre otros hitos, se alineó con la República Española y su legalidad en 1936 para después adherir a la causa de los aliados contra la Alemania nazi en la Segunda Guerra Mundial.

Se pronunció además contra los golpes de Estado que abrumaron al continente en la primera mitad del siglo XX y, sobre todo, puso el grito en el cielo toda vez que un gobierno de América Latina persiguió a los estudiantes.

De esa tradición ya no quedan rastros. Hoy es triste comprobar la completa sumisión de la FEUU a la izquierda troglodita que, populismo mediante, campea en algunos países de la región. Es el caso de Venezuela en donde los pujos dictatoriales del chavismo liderado por Nicolás Maduro han hecho carne en los estudiantes que manifiestan pacíficamente en las calles contra la inflación, el desabastecimiento, la carestía, la inseguridad y la corrupción, flagelos que se abaten sobre ese país latinoamericano.

A la FEUU no se le movió un pelo el año pasado cuando decenas de estudiantes cayeron bajo las balas de la policía del régimen y los golpes de los paramilitares chavistas de boina roja, civiles armados que embisten contra los manifestantes. Hubo decenas de muertos, centenares de arrestos y violación de los recintos estudiantiles, incluidos los universitarios. La Federación no solo permaneció inmutable sino que siguió haciendo sus méritos con el chavismo al punto que una de sus últimas convenciones se denominó "Comandante Hugo Chávez" e incluyó entre sus oradores nada menos que al embajador de Venezuela en Montevideo.

Consecuente con esa actitud tampoco abrió la boca para protestar ante la reciente represión que le costó la vida a un estudiante de 14 años, heridas graves a varios y la prisión a decenas de liceales y universitarios. Ante estos excesos recientes de un gobierno que encarcela uno tras otro a sus opositores, representantes de ese gremio universitario hablaron tan solo para denunciar que Venezuela es víctima de un complot orquestado por "el imperialismo yanqui" y que los jóvenes reprimidos a balazo limpio por el chavismo forman parte de una fantástica trama urdida por Estados Unidos.

Décadas atrás, los dirigentes de la FEUU se habrían reído a carcajadas si alguien les hubiera demandado solidaridad con un gobierno conducido por un personaje como Maduro, el hombre que se conecta con el más allá para hablar con Chávez a través de un pajarito. Hubieran, claro está, rechazado de plano la connivencia con gobernantes que caminan a paso redoblado hacia las peores formas del autoritarismo. Y jamás habrían permitido que un representante de un régimen de tal naturaleza se les acercara a contarles cuentos de hadas sobre la realidad de un país al borde del despeñadero.

Pero la FEUU de hoy es distinta. Duele, avergüenza y sorprende a todos los que están inquietos por la suerte de los venezolanos ver que esa Federación atina únicamente en estos días a emitir un mensaje en defensa de Maduro y su elenco, tal como lo hicieron el PIT-CNT y el Frente Amplio. No les pesan los estudiantes muertos, los opositores encarcelados y los medios de comunicación acallados. No les pesa siquiera que la Internacional Socialista —en la que suelen recostarse cuando les conviene— haya reclamado por la "arbitrariedad, angustia y represión" provocadas por las acciones del gobierno venezolano. Tampoco les importan las acusaciones de Amnistía Internacional cuando describe la violencia ejercida por el Estado venezolano y expone con detalle la situación de presos injustamente detenidos y carentes de legítimo proceso. ¿O acaso creen que la Internacional Socialista y Amnistía Internacional también forman parte de ese complot dirigido desde Washington?

Hace rato que la FEUU dejó de representar a la mayoría de los universitarios uruguayos. Su politización y su dependencia de los dictados de partidos de izquierda a los que adhieren sus dirigentes explican su complicidad con la represión en Venezuela. Ello contrasta con las actitudes adoptadas en otros casos como, por ejemplo, cuando tres años atrás denunciaron al entonces presidente chileno Sebastián Piñera por reprimir a los estudiantes. Aquella sensibilidad expresada ante Piñera por mucho menos de lo que hoy pasa en Venezuela, se trocó en tolerancia —si no complicidad— ante los desbordes del gobierno de Nicolás Maduro.

Editorial

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