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Estado clientelista y ausente

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Donde debería tener más músculo para actuar, no aparece. Habiendo gobernado durante la década de bonanza económica más importante, este es el verdadero legado del Frente Amplio en el poder: un Estado clientelista y ausente a la vez.

Uno de los grandes problemas que tiene el país es el tamaño del Estado. La metáfora es conocida: un Estado gordo lleno de costos excesivos en muchas áreas, a la vez que un Estado sin músculo para actuar allí en donde su protagonismo es muy necesario.

Por lo general se conocen y se critican los datos que muestran al Estado gordo y clientelista, ya que en estos años se han multiplicado esos focos de atención que tanto irritan a la opinión pública. En efecto, se trata, por ejemplo, de los centenares de cargos muy bien remunerados para amigos y compañeros de ruta de la izquierda, sobre todo en distintas dependencias del Poder Ejecutivo; de los al menos 100.000 funcionarios que entraron en la Administración central, las empresas públicas y los gobiernos departamentales en esta década frenteamplista; o de los centenares de acomodados en distintas organizaciones no gubernamentales cuyos principales sustentos son estatales.

Ese Estado gordo es el que encarece la producción y le quita competitividad al sector exportador. Además, claro está, hay que agregar las malas gestiones en entes claves, que también hacen al tamaño del Estado ya que suman costos por graves ineficiencias. El caso más evidente es el del combustible carísimo de Ancap. Pero hay que añadir otras ineficiencias, como por ejemplo las demoras burocráticas y los costos operativos-laborales altísimos, que todos ellos enlentecen y complican al sector privado que es el generador real de la riqueza nacional.

El problema es que mientras ocurre todo esto bien sabido, también pasa que el Estado está ausente en tareas fundamentales para el bienestar social. Por estos días hubo tres ejemplos muy distintos pero a la vez muy ilustrativos de omisiones del Estado en tareas en las que su presencia y eficiencia son claves.

El primer ejemplo es de una gravedad insólita. La presidenta del Instituto del Niño y Adolescente del Uruguay (INAU), informó que actualmente se investigan 280 casos de presunta explotación sexual en todo el país. Se podrá decir que aquí no hay falencia del Estado porque el INAU se está ocupando del tema. Pero justamente el razonamiento es exactamente el contrario: lo asombroso es que haya tantos casos de explotación sexual de adolescentes, es decir, que el Estado esté fallando tanto en la tarea de prevención de situaciones tan repudiables que son además sufridas sobre todo por los jóvenes más vulnerables de nuestra sociedad. Sin contar con el horror de las decenas de gravísimos casos de explotación sexual de menores que estaban a cargo de dependencias del INAU constatados en todos estos años.

El segundo ejemplo es bien diferente. Se trata de la omisión estatal de controlar que todos los vehículos estén al día con el seguro obligatorio automotor (SOA). En efecto, el 40% de las motos y casi el 10% de los autos que circulan no lo pagan. Cuando se sabe que las motos son las principales involucradas en siniestros de tránsito, la omisión de la fiscalización del Estado termina repercutiendo en los “nabos de siempre”, al decir de Tomás Linn, que son los que sí pagan su SOA y que sufren en su bolsillo la avivada de los evasores. Porque son esos nabos los que pagan un SOA encarecido, con un costo que no es chico: en 2015 fueron cerca de 5 millones de dólares en total.

El tercer ejemplo muestra la tragedia de la inseguridad. Los enfrentamientos entre delincuentes en Montevideo se siguen cobrando al menos una víctima menor de 30 años cada semana. Pero además, la ineficiencia de la gestión de Bonomi ha hecho que la desobediencia civil hacia la policía sea el pan nuestro de cada día en ciertas zonas de la capital.

La ausencia del Estado perjudica así a la gente trabajadora y honesta de las clases populares que es la que más sufre esta inseguridad. Un dato terrible ilustra esta realidad: mientras en los barrios de la costa de Montevideo la tasa de homicidios cada 100.000 habitantes es similar a la de Santiago de Chile, la capital con mejores resultados de la región, en los barrios de la zona oeste está por encima de 20/100.000, es decir, una cifra propia de los países más inseguros del mundo.

Tenemos un enorme problema con el Estado. Por un lado, es un socio gordo que es un lastre para el país productivo. Por otro lado, allí donde debería tener más músculo para actuar, no aparece. Habiendo gobernado durante la década de bonanza económica más importante en la historia del país, este es el verdadero legado del Frente Amplio en el poder: un Estado clientelista y ausente a la vez.

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