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El claro mensaje del campo

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De la bonanza a la antesala de la crisis. El discurso del presidente de la Asociación Rural, Ricardo Reilly Arrarte en la Expo Prado fue un toque de alerta del sector más pujante de la economía uruguaya, factor del despegue cuando todo se hundía en el 2002, y hoy seriamente amenazado (o golpeado) por un cambio de realidades en la esfera internacional al que se suma el quietismo de tendencia suicida del gobierno nacional.

No hubo bombos, ni pancartas ni consignas explosivas durante su alocución; prefirió englobarlo en el concepto de un "contexto desafiante", pero el mensaje fue claro y rotundo.

La realidad dice que luego de crecer durante 10 años a un promedio del 5,3%, hoy tenemos un déficit fiscal del 3,5% del Producto Interno Bruto. La cifra es más elocuente si se suma lo que se dejó de percibir con lo que se perdió: la caída es del 8,8%. Y de aquel pujante sector queda poco para pelear y creer, si las autoridades no asumen que sin políticas internas y externas (la lucha por la inserción internacional) el Uruguay, además de ser un país pequeño da ventajas gratuitas a sus competidores: más grandes, más fuertes y más astutos.

"Nos preocupa el hecho de ceder terreno en nuestra capacidad de competir frente a otros países de perfiles exportadores similares al nuestro", advirtió Reilly. Sobre la base de que el Mercosur hace tiempo que no funciona en la búsqueda de acuerdos comerciales que abran esta parte de la región al mundo, una adecuada política internacional juega un rol determinante para entrar allí donde hay trabas y barreras. Uruguay paga costos crecientes (impuestos, aranceles) para colocar sus productos en los mercados compradores, que ascienden a US$ 660 millones por año. Mientras tanto Australia, por ejemplo, un referente y un fuerte competidor, acaba de firmar con China un acuerdo que facilita la colocación de sus productos. Obviamente que ingresarán en ese mercado a precios mucho más baratos y de a poco, nos irá excluyendo.

Reconoció en esta Cancillería una nueva estrategia de proyección al mundo, pero para ello no puede ni debe dejar jamás una silla vacía toda vez que se negocien tratados internacionales, como ocurrió con el TISA. Sin decirlo directamente, dejó en claro que el gobierno tiene un camino empedrado de buenas intenciones, pero lamentablemente no es el que decide en definitiva. Y así vamos.

El presidente de ARU apuntó también a la verdadera revolución que se operó en la producción agropecuaria, con la genética en materia bovina y ovina para mejorar las exportaciones de carne (que llegan a un centenar de mercados), el empuje del sector lechero y el auge de los granos, sobre todo de la soja. El Valor Agregado a través de la innovación que se ha dado al producto generado, "rompiendo con un viejo paradigma de que la producción primaria no agrega valor". Pero destacó que si el esfuerzo no se reconoce y no se apoya, se corre el riesgo de retroceder varios casilleros: los sistemas son más intensivos y la utilización de insumos más compleja y de mayores costos. En la actual coyuntura, lo que aumenta es el endeudamiento y los números en rojo, mientras caen las exportaciones y los puestos de trabajo.

Reclamó "un combustible a precios competitivos internacionalmente" y "mejorar la eficiencia del Estado y la calidad del gasto público, de forma que esas ineficiencias no sean trasladadas al sector productivo". No es para menos, en los últimos 12 años los aportes del agro por concepto de impuestos se incrementaron en un 290% y solo en los últimos 6 años se multiplicaron casi el doble. "Y lo hicieron de la peor forma, que fue gravando un medio de producción como es la tierra". Aunque los números estén en rojo, deberán pagar igual o vender. Absorber más impuestos, imposible.

Reilly repasó otros temas o debes del gobierno: la falta de infraestructura vial (en los últimos cinco años fue nula), el auge del abigeato y la falta de seguridad que golpea sobre todo en el crecimiento del rubro ovino, y puso el énfasis en que la gente del campo goce para su desarrollo e inserción social de las mismas oportunidades de los que viven en las ciudades: el acceso a la salud, educación, capacitación y comunicación.

Fue una jornada sin estridencias y de apuesta al diálogo. El tono del discurso del agro fue muy medido y más si tomamos en cuenta que en el sector agroindustrial, en el año 2014 trabajaban 244.240 personas (16% del total del personal ocupado en todo el país ) y que sus exportaciones pasaron de US$ 1.378 millones en 2000 a US$ 7.500 millones en el mismo 2014 (más del 70% de las exportaciones nacionales). Esos argumentos son muy pesados.

Editorial

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