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El caos previo al golpe de Estado

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Los 15 años que van de 1958 a 1973 fueron los que vieron los triunfos del Partido Nacional a la cabeza del Poder Ejecutivo por dos veces consecutivas; el surgimiento de la guerrilla con una decidida respuesta represiva en tiempos de Pacheco; y la caída de las instituciones democráticas con el golpe de Estado.

Así, ese tiempo histórico del país importa no solamente como objeto de estudio, sino también, y sobre todo, como época clave en la que se asientan las distintas identidades partidarias que en este siglo XXI se disputan la adhesión mayoritaria de los uruguayos.

De forma general, la hegemonía cultural de la izquierda es la que ha ido fijando el relato de estos años políticamente tan importantes. Sacando honrosas y notables excepciones, como por ejemplo la monumental obra de Lincoln Maiztegui Orientales, la historia que se narra a las nuevas generaciones es más o menos la siguiente: los gobiernos blancos fueron funcionales a intereses elitistas y fracasaron en su gestión; el autoritarismo de Pacheco fue la causa del empeño guerrillero; y las acciones violentas de grupos de izquierda que pretendían un mundo mejor, entre las que se destacan las tupamaras, sufrieron una represión injusta que terminó en el golpe de Estado. Así de sencillo y así de falaz.

Para que todo este relato funcione, importa mucho que se describa un trasfondo de fracaso económico del país. En algunos casos será por causa de imposiciones fondomonetaristas, en otros casos será por ineptitud gobernante, pero lo cierto es que varios estudios que se especializan en estos asuntos dejan en claro que en esos 15 años no se logró mejorar la economía nacional. La degradación pasó por el aumento de la inflación y la caída del poder de compra de los salarios. Y un factor esencial de toda esa tendencia al "declive", como se titula uno de los libros que analizan estos asuntos, fue que no hubo un alto nivel de inversiones que apuntalara el crecimiento económico.

Increíblemente, esos estudios económicos de la realidad de esos años jamás hacen un estudio pormenorizado ni tienen en cuenta los daños causados por la explosiva situación social que se sufría. Por un lado, el Partido Comunista se enorgullecía porque éramos el país en el que más huelgas había de todo el mundo, y porque ello era consecuencia del vigor de las movilizaciones obreras. Por otro lado, la multiplicación de atentados conspiraba contra la racionalidad de cualquier decisión de inversión capitalista.

En este sentido, el reciente trabajo de un joven investigador acerca de la historia del MLN- Tupamaros da una cabal idea del daño que produjeron esos atentados. Porque Pablo Brum, en Patria para nadie, se toma el trabajo de cuantificarlos y llevarlos a cifras en dólares de 2014. Y el resultado es tremendo.

Están, por ejemplo, los robos por varias decenas de millones de dólares (valor 2014) a bancos, casinos y demás empresas financieras que, obviamente, generaban inseguridad para los inversores. Están también los atentados a clubes políticos: ¡más de 140 en los seis primeros meses de 1971! Pero, sobre todo, están las bombas tupamaras a empresas que producían y exportaban bienes industriales. Dos ejemplos, entre tantos, vienen al caso.

La mayor pérdida en la historia de la industria uruguaya fue en 1970 con la destrucción de la empresa textil exportadora Sudamtex, subsidiaria de una firma estadounidense. Fue de 23 millones, medida en dólares año 2014. Pero ya un año antes, los tupamaros habían incendiado la planta industrial de vehículos General Motors, causando daños por el equivalente a 6,5 millones de dólares de 2014.

La pregunta elemental es la siguiente: ¿alguien puede analizar con provecho, honestidad e inteligencia el declive de la economía nacional en esos 15 años, sin hacer nunca mención a las miles de huelgas y decenas de atentados que dañaban lo que hoy se llama "el buen clima de negocios" del Uruguay de ese entonces? Dentro del análisis siempre puede haber espacio para la crítica de las medidas tomadas por los colegiados blancos o por el posterior gobierno de Gestido y Pacheco. Pero, ¿es razonable hacer esas críticas sin mencionar nunca este clima de inseguridad generado por los movimientos sociales y la guerrilla de izquierda?

La investigación de Pablo Brum es muy bienvenida. Trae una necesaria honestidad intelectual al análisis de esos 15 años previos al golpe de Estado del cual se cumplen hoy 42 años. Ellos son muy importantes para entender toda la historia reciente del país.

Editorial

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