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Campeones de la nada

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Cada vez que habla, el ministro Bonomi da la impresión de que es un marciano que acaba de aterrizar en el planeta Tierra, en un punto que la geografía denomino Uruguay.

Y lo que más le sorprende, es ver cómo este pequeño país, de población escasa, vive un auge de la delincuencia que crece de manera exponencial, sin que sus autoridades atinen a tomar ninguna medida para impedirlo o plantear combate serio.

Lo grave es que Eduardo Bonomi no es ningún marciano, sino un ciudadano uruguayo que funge como ministro del Interior desde hace más de cinco años, cargo al que accedió por su pasado tupamaro y que, se suponía, le daba ciertas ventajas o conocimientos de cómo actúan los delincuentes y estaba en condiciones de terminar con ese flagelo. Por lo menos eso fue lo que pensó un compañero de armas, correrías y desmanes que fue elegido presidente (José Mujica) y, lo que es peor, también lo cree o creyó un oncólogo (Tabaré Vázquez) que lo sustituyó en la primera magistratura.

El nombramiento de Mujica estaba en la línea lógica de su pensamiento lineal, pero la ratificación de Vázquez ha sido un grave error. Todos los parámetros delictivos se dispararon rumbo a las nubes durante la gestión de Bonomi. Y salvo el argumento de una cuota política a cumplir, no se entiende cómo Vázquez insistió con él.

No vamos a hacer un repaso de las estadísticas del crimen en los últimos años. Son recontra conocidas, sino observar cómo se han precipitado otras situaciones en un país que ha disfrutado de una bonanza económica sin precedentes y que, según sus autoridades, ha permitido realizar exitosas políticas de reinserción social en los sectores más castigados y ha bajado a cifras históricas el porcentaje de desempleo. Una posibilidad es que "chorro", ladrón o rapiñero sean considerados como una actividad informal, pero un empleo al fin y al cabo, porque eso explicaría cómo baja un índice social y cómo sube el otro.

Ahora resulta, según explicó el ministro marciano en el Parlamento, que ese ministerio y sobre todo la justicia penal están preocupados por el alto número de delitos violentos cometidos por individuos sin antecedentes ni anotaciones como menores. No son de aquellos que se tienen registrados y vuelven a la carga. Son primarios que debutan en el campo delictivo directamente con rapiñas.

¿Explicaciones? No es muy difícil suponerlo: falta de educación que actúe como elemento de contención por un lado y abra perspectivas de futuro por el otro para los jóvenes. De ahí a la droga hay un solo paso. ¿Pero por qué esto y ahora? Obviamente que, como es un fenómeno nuevo, no hay certezas, pero creemos que no nos equivocamos si lo atribuimos a parte del nefasto legado que dejó la presidencia de José Mujica: el estrepitoso fracaso de la educación y la destrucción absoluta de valores en la sociedad. Lejos de usar la Presidencia de la República y su indudable ascendencia en sectores de la sociedad para impulsar conceptos éticos que mejoren a las personas en su carácter de ciudadanos, Mujica los banalizó y destruyó.

Desde el "como de digo una cosa te digo la otra" que predica la poca importancia de la palabra empeñada, pasando por aquello de que "lo político está por encima de lo jurídico" para justificar cualquier barbaridad y violar normas de Derecho, hasta su absoluto desprecio por todo aquel que tuviera "chapa" profesional, sin respetar siquiera el sacrificio y el afán de superación que ello significa, Mujica apostó a destruir todo, a vaciar de valores y derechos (¿burgueses o humanos?) a la sociedad. Y lo logró con altas calificaciones, empezando por el derecho a la vida y siguiendo por el derecho de propiedad.

El daño que ha hecho es terrible y Bonomi es su discípulo. Solo hablan; uno abona su imagen de presidente pobre para la curiosidad del exterior (sin descartar sus aspiraciones a premio Nobel) y el otro recita manuales de estrategia para combatir el delito. Pero los dos son los grandes campeones de la nada. Nada han dejado para el país tras sus actividades gubernativas. Solo palabras, tan vacías y desorientadas como sus ideas, de antes y de ahora.

En su vida pública dentro de la ley, Mujica fue senador, ministro y presidente. Cinco años en la Torre Ejecutiva con mayoría absoluta; se le recordará por el matrimonio igualitario, la ley de marihuana y sus reiterados abrazos con el presidente Maduro después de firmar algunos "acuerdos".

Así vamos y así estamos: si el presidente Vázquez no reacciona ni despierta, liquidados.

Editorial

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