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Cambios en el INE

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Uno de los excelentes cambios que se están llevando adelante en esta nueva administración está ocurriendo a paso firme, pero de manera discreta: se refiere a las mejoras sustanciales en el Instituto Nacional de Estadísticas (INE).

Sabido es que el conocimiento estadístico cierto y confiable es fundamental para la calidad de las políticas públicas. Alcanza con ver lo que ha pasado con las estadísticas del otro lado del Río de la Plata en los últimos quince años, para tener claro la importancia de contar con mediciones buenas y fiables. ¿Cómo saber si una política social que procure bajar la pobreza cumple con su objetivo, por ejemplo, si no hay forma de medir con certeza su impacto porque no hay datos e índices confiables?

En las últimas administraciones frenteamplistas, el problema con las estadísticas públicas no fue tanto en torno a su fiabilidad, ya que nadie puso en tela de juicio la falta de responsabilidad y honestidad del INE, sino la desidia con la que la izquierda manejó las actualizaciones metodológicas y la incorporación de nuevas herramientas para aportar nuevas y confiables formas de conocer la evolución de la sociedad. El caso de las enormes dificultades con las que se llevó adelante el Censo de 2011, en particular en algunas zonas carenciadas de Montevideo y que incluso en algunos casos dejó datos de muy poca calidad, es una buena ilustración de esa mala gestión frenteamplista.

A este caso concreto se suman desactualizaciones claves de índices muy importantes: el índice de precios al consumo (IPC), por ejemplo, se basaba en una canasta de consumo del año 2005, cuando las recomendaciones metodológicas internacionales señalan que ella debe actualizarse, como mucho, cada 10 años. Por otra parte, la línea de pobreza medida por ingresos, que es un dato muy importante sobre todo por las repercusiones políticas que conlleva, también sufría de esta desactualización: su base de canasta de consumo databa de 2006.

El liderazgo en el INE del doctor en economía Diego Aboal ha venido a romper con tanta desidia. Hay que decir que este talante no es casualidad: cuando los blancos llegaron al poder en 1959, inmediatamente procuraron mejorar radicalmente la calidad estadística de un país que no contaba a su población desde el lejano 1908. Es así que se lleva adelante el Censo de 1963, y que se toma plena conciencia de la necesidad de censar periódicamente a la población y a sus condiciones de vida como herramientas claves de evaluación de las políticas públicas.

Al final de 15 años de gobierno, el Frente Amplio dejó un INE desactualizado y desvigorizado y hoy avanza una reforma positiva para el país. Es importante que se sepa y que se valore el empuje y la calidad de esta nueva generación de técnicos en el Estado.

Para el caso del IPC, este año se procesará una actualización con una canasta de consumo del año 2017. Para el caso de la línea de pobreza, se actualizará la encuesta de gastos e ingresos de hogares para llevarla a la del año 2016-2017, lo que cambiará el umbral de ingresos a partir del cual una persona es considerada pobre. Eso era, precisamente, lo que por ejemplo en 2018 criticaba el movimiento Un Solo Uruguay a las estadísticas nacionales con relación a la pobreza: que eran irreales.

El INE quiere implementar para 2022 un índice de pobreza que sea multidimensional, para pasar a incluir temas como el acceso a la salud, el nivel educativo o la calidad de la vivienda. De esta forma, este índice vendrá a complementar el dato tradicional que mide la pobreza por ingresos que, además, pasará a tener una frecuencia semestral y no solamente anual. Todo esto se hará con mejoras de herramientas tecnológicas para medir y procesar datos. Y todo esto preparará el músculo estadístico para el censo general de población previsto para 2023. Finalmente, Aboal se plantea cambios más ambiciosos aún y de largo plazo, como por ejemplo la idea de fijar las bases para desarrollar un censo basado en registros administrativos de la población.

Todas estas son excelentes noticias, porque son decisiones que facilitan la mejor medición de la calidad de las políticas públicas que se implementen. Pero, además, lo que está ocurriendo en el INE es el ejemplo claro de que había que procesar una alternancia en el poder, de que había que abrir la puerta a una renovación en el gobierno, y de que, definitivamente, es un gran mito aquello de que la izquierda es la que cuenta con los mejores cuadros de gobierno para llevar adelante la modernización del Estado: al final de 15 años de gobierno, el Frente Amplio dejó un INE desactualizado y desvigorizado.

En el INE avanza hoy una reforma positiva y beneficiosa para el país. Es importante que se sepa y que se valore el empuje y la calidad de esta nueva generación de técnicos en el Estado.

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