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Cambios en las identidades

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Esta semana ha dejado dos episodios políticos relevantes: los resultados de la elección interna del Frente Amplio y los festejos de los 180 años del Partido Nacional. Cada uno de ellos muestra cambios importantes y de largo plazo en las identidades partidarias.

El Frente Amplio siempre fue considerado un partido de militantes. En sus inicios, sus multitudinarias movilizaciones llevaron a algunos a pensar que podía llegar a tener una gran votación en 1971, cuando en realidad ni siquiera alcanzó el 20% del total. Luego, sus estructuras de comités de base en los años 80- 90 y su lógica de acumulación política, que lo llevó a su amplio triunfo en 2004, dejaron la sensación de que era una coalición capaz de generar un entusiasmo ciudadano dispuesto a una gran participación partidaria.

Con el ejercicio del poder las cosas cambiaron. Desde 2006, las tres elecciones internas que ha procesado el Frente Amplio movilizan cada vez menos ciudadanos. La caída entre 2012 y 2016 medida en votos válidos es realmente impresionante: de 153.000 pasó a 86.000. Sin embargo, esos significativos derrumbes electorales, que traducen una fuerte merma de apoyo militante, no se tradujeron en sustantivas bajas en las votaciones generales: desde 2004, el Frente Amplio mantiene mayoría absoluta en el Parlamento.

Ocurre entonces que hubo un cambio relevante en la identidad partidaria frenteamplista. Aquella vieja coalición de militantes ha perdido protagonismo y ha ganado peso una identificación política más difusa, menos activa quizá pero siempre muy eficiente al momento de definir el voto en elecciones generales en favor de la coalición de izquierda. Es una evolución de largo plazo que implica una normalización de la estructura frenteamplista, ya que hoy en día esta izquierda conformada por sectores muy diversos oficia de eficiente red "atrápalo- todo" electoral. Así siempre fueron los partidos tradicionales, capaces de sintonizar con talantes, valores y genuinas sensibilidades extendidas en la sociedad sin precisar para ello de una aguerrida militancia política. Por eso se puede hablar de cierta tradicionalización frenteamplista.

Por otro lado, los festejos del Partido Nacional por sus 180 años también muestran cambios muy importantes. Primero, porque el partido de Oribe parece estar completamente curado de aquella vieja enfermedad divisionista que lo persiguió gran parte del siglo XX: cuenta con dos grandes sectores sólidos y de fuerzas equivalentes, que potencian su dinamismo electoral a la vez que preservan un sentido de unidad partidaria cuya firmeza carece de antecedentes cercanos.

Segundo, porque la extensión y variedad de sus festejos muestran a un partido lleno de vida que, lejos de vegetar en la inacción que implica estar alejado del poder, es capaz de vibrar en su perspectiva de identidad histórica para proyectarse a futuro, convencido de ser la alternativa de gobierno del país.

En definitiva, los blancos ratifican con estas celebraciones que cuentan con un peso militante mucho más importante que el que normalmente se admite. No es algo novedoso: en las internas de 2004, 2009 y 2014, el Partido Nacional recibió una cantidad de votos siempre similar a la del Frente Amplio, que se suponía debía de ser el más convocante por causa de su multitudinaria militancia. Luego, en las elecciones internas de la juventud de 2007 y 2012, las votaciones en el entorno cada vez de 50.000 jóvenes volvieron a mostrar el vigoroso involucramiento partidario blanco, con una perspectiva además muy promisoria, porque se trató siempre de nuevas generaciones dirigentes fogueándose en el compromiso de las urnas.

Mientras que todo esto señala un mayor peso militante blanco, el Partido Nacional en sí no mejoró drásticamente en esta década su votación general. Para promediar, recibió en el eje del 30 y poco por ciento de votos cada vez. En este sentido entonces, hay como una inversión de roles entre el Frente Amplio y el Partido Nacional: la izquierda que antes era fuertemente militante ahora se apoya en una tradicionalización de su inserción electoral; y los blancos, que antes eran sobre todo un partido "atrápalo- todo", hoy en día no pierden esa dimensión que les asegura gobernar doce Departamentos, pero se terminan transformando en el partido más activamente militante de todo el sistema político.

Así, estas evoluciones de largo plazo permiten entender mejor el contexto de cambios electorales que, según distintos analistas, es muy probable ocurran en 2019.

EDITORIAL

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