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¿Cambio de era?

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El presente año ha estado movido a nivel internacional por resonantes resultados electorales que no solo no eran los predecibles, sino que apuntan al nacimiento de un cambio de era en las naciones democráticas.

Tres son los más salientes: el Brexit, el No al proceso de paz en Colombia y el reciente triunfo de Donald Trump en las elecciones norteamericanas.

Cada uno de estos episodios tiene características y explicaciones propias, pero a su vez algunos puntos comunes que parecen señalar un nuevo tiempo en la canalización del enojo y desconformidad ciudadana respecto a cada situación personal o a la del país. Otro elemento común es que la elite intelectual estuvo en la vereda de enfrente de cada uno de estos resultados, que la prensa en muchos casos se embanderó con la opción derrotada y que las encuestas fallaron a la hora de anticipar el resultado.

El Brexit, vale decir la decisión de Gran Bretaña de abandonar la Unión Europea, tiene consecuencias duraderas en el largo plazo y ciertamente representa un toque de alerta para el modélico acuerdo de integración que representaba.

No pueden desconocerse algunos fundamentos atendibles del Brexit, como el exceso de regulación del acuerdo europeo, pero tampoco los componentes antiinmigratorios cuando no abiertamente xenófobos.

El resultado de la consulta popular respecto del proceso de paz en Colombia es más complejo y no es sencillo de interpretar y también quienes votaron por el No tenían argumentos de peso, mezclados con resentimiento e incapacidad para la reconciliación y la vuelta de página.

En cuanto a las recientes elecciones en Estados Unidos que culminaron con el sorpresivo triunfo de Donald Trump, los días transcurridos y los anuncios del presidente electo han disminuido los peores temores, o al menos eso reflejan las bolsas de valores del mundo. En efecto, el nuevo mandatario se ha desdicho de muchas de sus propuestas de campaña y ya no piensa prohibir el ingreso de musulmanes a Estados Unidos, que el muro con México no es para toda la frontera y que piensa mantener el sistema estatal de salud conocido como Obamacare.

Para explicar los cambios de posición simplemente afirmó, en buen romance, que sus posiciones anteriores eran dichos de campaña y que ahora tenía que lidiar con la realidad.

Sin embargo la preocupación que quedó instalada es la victoria de su retórica populista y demagógica, en especial teniendo presente que el año próximo tendremos elecciones cruciales en Alemania y Francia. Es indudable que detrás del triunfo de Trump hay explicaciones más complejas, pero es muy preocupante para la propia supervivencia de la sociedad abierta, tolerante y liberal, que pueda ya no solo ser el candidato de uno de los partidos más antiguos del mundo, sino ganar la elección nacional en los Estados Unidos una persona que defiende ideas repudiables.

La pregunta que queda flotando en el aire es si estamos asistiendo a un cambio de época, vale decir, si las democracias liberales nos seguirán dando el año próximo y los siguientes sorpresas como las de 2016 o volveremos a algo más parecido a lo que conocíamos como la normalidad. Es evidente que solo los propios hechos y el paso del tiempo pueden dar una respuesta a esta pregunta esencial para develar el tiempo en que viviremos de ahora en más.

Para ponerlo en negro sobre blanco, e imaginando el peor escenario, si el año próximo Le Pen gana las elecciones en Francia y Merkel es derrotada en Alemania por una alternativa populista, Occidente habrá cambiado para siempre. Ya no estaremos ante el triunfo de un bufón peligroso, estaremos viviendo un tiempo en que la democracia liberal perdió terreno ante las ideologías totalitarias que habrán logrado pervertir el sistema desde dentro.

Si por otro lado los triunfos de retórica populista, xenófoba y racista quedan aislados a un mal recuerdo en 2017, de todas formas nos servirán para despertar a la realidad de que las instituciones, libertades y garantías de que gozamos, no están dadas por la naturaleza sino que requieren de un esfuerzo deliberado y consciente para su preservación.

En cualquier caso son tiempos para sostener altas las banderas de la libertad, la electoral —aunque sus resultados espanten—, de la libertad individual de los derechos humanos, de la igualdad ante la ley, de la libertad de expresión, de la libertad económica y la de un Estado de Derecho que nos asegure su plena vigencia sin sobresaltos, ahora y siempre.

EDITORIAL

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