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Un cambio político necesario

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La circunstancia política que vive el país es especial. El presidente Vázquez, electo por la mayoría más grande en la historia nacional, ha visto debilitada su autoridad. Algunas críticas políticas izquierdistas y sindicales han ganado protagonismo y ponen en tela de juicio el rumbo del gobierno.

El fracaso de la esencialidad para los servicios de educación pública fue grande. Vázquez valoró mal sus fuerzas y tuvo que dar marcha atrás, con el agregado posterior de que diversos sindicatos decidieron mantener medidas de paro. Pero no fue la única muestra de debilidad del Ejecutivo. Entre las más importantes está también el asunto de las negociaciones por el acuerdo internacional de liberalización de servicios (TISA). El canciller Nin y Astori quedaron muy solos en la izquierda defendiendo las ventajas de participar de este proceso. El TISA ha sido criticado por los sectores radicales del Frente Amplio, incluido el sector de Mujica que ahora denosta lo que el propio ex -presidente inició en su administración (pero, se sabe, como te digo una cosa te digo la otra).

En este contexto, lo que no se plantea con la suficiente claridad es una dimensión fundamental de la lógica de gobierno democrática, que es la que legitima todo el sistema en el que vivimos. Se trata de entender y aceptar que ni la mesa del Frente Amplio, ni las autoridades de los sindicatos, ni ninguna ruidosa ONG que ocupe el espacio de críticas a tal o cual política, ni por cierto ningún intelectual que se haya manifestado en contra del TISA o de la esencialidad o de lo que sea que haya fijado el gobierno, ni ningún grupo de poder fáctico empresarial o social, tienen más legitimidad para gobernar que los representantes del pueblo. Se trata del presidente de la República y de los integrantes del Parlamento, que son electos por todos los ciudadanos en comicios secretos, con pluralidad de opciones, con garantías de respeto de la decisión popular, y tienen por tanto una autoridad muy superior, incomparable, para definir el rumbo del país.

Cuando el pueblo vota no elige ser gobernado por sindicalistas de la educación que ni siquiera cuentan con mayorías reales para conducir sus huelgas. Cuando vota el pueblo y define mayorías políticas, no elige que tal o cual trasnochado intelectual izquierdista o envejecido e ideologizado "dirigente de las bases" frenteamplista terminen decidiendo si se lleva adelante negociaciones internacionales o no. El pueblo elige a sus representantes para que sean ellos los que cumplan con su mandato soberano de gobernar. Por supuesto, sin negar el diálogo con empresarios, sindicalistas o con quien fuere. Pero nunca abdicando del gobierno. Nunca cediendo el mando a actores que no los representa, como son los casos de sindicalistas o militantes de base.

El problema es que el propio gobierno de Vázquez, aceptando la cultura izquierdista que privilegia a las minorías movilizadas en sindicatos o en grupos de base del Frente Amplio, termina encerrado en una lógica política que daña al país. Porque en vez de buscar acuerdos con los legítimos representantes del pueblo que están en el Parlamento, termina aceptando el chantaje de unos pocos que desde esa militancia sindical o política izquierdista deciden el rumbo del país. Incluso en sus discursos, esos sindicalistas y militantes tienen la desfachatez de auto- asignarse una representación "del pueblo" que nunca jamás les fue dada legítimamente.

La solución pasa pues por valorar la representación popular verdadera. Respetar el resultado de las elecciones. Dialogar entre representantes del pueblo para encontrar acuerdos amplios que permitan que la voluntad popular, efectivamente, se cumpla en el gobierno. En el caso del TISA, por ejemplo, es evidente que si el Frente Líber Seregni y toda la oposición política del país están de acuerdo con avanzar en esas negociaciones, son todos ellos en conjunto quienes representan a la amplia mayoría del pueblo: más del 60% que votó en octubre pasado. No son el Pit-Cnt, ni el Partido Comunista, ni algún intelectual trasnochado, sino una amplia mayoría plural.

Para devolver autoridad a su gobierno Vázquez tiene que hacer política y buscar acuerdos que incluyan a todos los partidos de la oposición. Eso implica terminar con el discurso de buenos y malos y de la superioridad moral del "campo progresista". Es cierto que se trata de un cambio importante para la cultura de la izquierda. Pero es un cambio necesario para la salud política del país.

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