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Hasta que cambie el viento

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No solo el senador Lacalle Pou tiene la impresión (o la decepción) de que "el gobierno está sentado en el bote mirando la vela a ver si levanta viento, en lugar de remangarse y empezar a remar para llevar al país hacia algún lado". A esta altura esa sensación es bastante generalizada.

Los esfuerzos iniciales del presidente Vázquez por impulsar cambios y ajustar la marcha de lo mucho que en el país funciona mal, han ido perdiendo fuerza en su estéril lucha dentro de la interna de su propio partido.

El Presidente ha perdido, o apenas empatado, las pulseadas más importantes y tiene enormes dificultades para hacer despegar la economía del país tras el formidable desastre de la administración Mujica. Pero solo un sector minoritario del Frente Amplio parece entenderlo así. Para el resto, para la mayoría nada ha cambiado: "papá Estado" todo lo puede y los bolsillos de los contribuyentes son amplios y generosos; se los puede seguir exprimiendo por el solo hecho de tener un trabajo o de haber logrado su jubilación tras años de aportes.

La única luz que ve el Presidente es la nueva inversión de UPM, la construcción de otra planta de celulosa, ahora en el corazón del país y sobre el Río Negro, para sacudir la economía. Aunque la contrapartida de esa obra es una inversión nacional de mil millones de dólares en infraestructuras (ferrocarril, carreteras, puentes, puerto), una suma muy parecida a las pérdidas del Ancap de Raúl Sendic y que no se sabe bien cómo se podrá reunir. Pero habrá empleo y el PBI crecerá.

Por el camino quedó la posibilidad de encontrar petróleo en el mar territorial uruguayo. Con una inversión de entre 150 y 200 millones de dólares, la firma francesa Total perforó un pozo de 3.400 metros de "columna de agua" y otros 3.000 bajo el lecho oceánico en busca de hidrocarburos. El emprendimiento fue compartido por otras empresas líderes mundiales en el negocio, como la noruega Statoil que adquirió un 15% del proyecto y ExxonMobil con un 35%, aunque para la ministra Cosse y el senador y ex presidente de ALUR, Leonardo de León, eso no significa que no hay petróleo; hay que seguir buscando pero ¿con la plata de quién?

Este fin de agosto de 2016 (y no hay señales de mejora) presenta un "debe" tremendo en todos los rubros de gobierno: Poder Judicial, seguridad, salud, defensa, agro, industria láctea, relaciones internacionales y cualquier otro que venga a la memoria. Con todo, el fracaso más estrepitoso de Vázquez es en el área de la educación. Su aspiración de cambiar el ADN de la enseñanza duró poco y ya en los primeros choques con los sindicatos, cuando buscó jugar fuerte y aplicar la "esencialidad", su partido lo dejó solo y abandonó la partida.

Desde octubre del año pasado, cuando habló de que "hay que tener en cuenta que este gobierno tan solo lleva 8 meses y que aún restan 52 meses para trabajar", que el Presidente no menciona el tema de cambiar el ADN. Y en los últimos días ha tenido que soportar un nuevo embate de las gremiales a raíz de la declaración que los profesores anunciaron que iban a leer en clase, al conmemorarse un año de la fracasada esencialidad ("una de las páginas más tristes en la historia de la educación pública nacional"). Obviamente que no lo hicieron, porque tontos no son y sabían que ello violaba la Constitución y el principio de laicidad, pero igual tomó estado público que era lo que pretendían y los dejó —otra vez— duramente enfrentados con el gobierno.

El último informe de la benemérita OCDE, esa organización de amplísimos cometidos que la izquierda abrazó para justificar sus perforaciones al secreto bancario, dice que el retraso educativo de Uruguay es de cinco años respecto a los mejores países y de dos años si se toma en cuenta el promedio. La educación uruguaya es, lisa y llanamente, un desastre y donde más repercute es en la población de escasos ingresos, que ve a sus hijos condenados a una vida sin conocimientos competitivos o mínimos. Y la solución de los sectores mayoritarios del FA es que esa situación se extienda a todos los jóvenes uruguayos: igualemos para abajo.

A Vázquez le quedan todavía más de tres años de Presidencia. No sabemos si seguirá esperando el cambio de viento o asumirá el liderazgo que ese cargo exige y para el cual fue votado. Es cierto que su partido no lo acompaña y le complica lograr las mayorías parlamentarias, pero tiene una responsabilidad. El país no puede quedar a la deriva, seguir con los "fiscalazos" e intentar sobrevivir hasta que decida decidirse o, tal vez, venga el viento de popa.

EDITORIAL

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