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La calidad democrática

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EDITORIAL

Pasan los días y la sensación (o las noticias) es que el coronavirus no viene fácil. Ni en el mundo, ni acá.

La búlgara Kristalina Georgieva, Directora Gerente del FMI, un organismo que nuclea 189 países y publicará su informe actualizado de las Perspectivas de la Economía Mundial el próximo martes, ya adelantó que el mundo está en la peor recesión global desde la crisis de 1929: “Proyectamos que más de 170 países experimentarán un crecimiento negativo del ingreso per cápita en este año”.

Acá, en el Uruguay, el gobierno ha centralizado todos sus esfuerzos en la lucha contra la pandemia, al costo que tener que paralizar las actividades económicas y productivas en los principales centros urbanos. Ha estado trabajando arduamente para llegar a todos los hogares y a todas las personas en su política de no dejar a nadie desamparado o maltrecho a merced de la enfermedad.

Al mismo tiempo ha encabezado todas las campañas de sensibilización social y, en forma permanente, ha dado la cara ante la ciudadanía, a través de informes prácticamente diarios de sus principales figuras -incluido obviamente el presidente Lacalle Pou- en conferencias abiertas siempre a las preguntas de los periodistas. Ha sido una magnífica exhibición de transparencia que hace años no se veía.

Por primera vez en 15 años, escuchamos a un Presidente que en lugar de oponer a las clases sociales, las integra en el esfuerzo colectivo por llegar a la misma meta. En lugar de satanizar a las "burguesías nacionales" al estilo Mujica, el Presidente asume que hay jugadores adelantados y rezagados, pero no los confronta. Por el contrario, reafirma el paradigma de la llamada "economía social del mercado": la prosperidad no vendrá poniéndole frenos y obstáculos al que lidera la carrera, al revés. Hay que facilitarle el camino para que alcance la meta más rápido y pueda invertir en beneficio de toda la sociedad. Y en paralelo, auxiliar a los más vulnerables. En toda comunidad hay un malla oro, un pelotón y los rezagados. De lo que se trata es de empujar a estos y alivianar a los primeros, que son el dínamo que permitirá sacarla de la postración en forma genuina.

Ahora, con el foco principal siempre en la salud (si se quiere un caso extremo ahí está lo ocurrido con el buque australiano Greg Mortimer), el Presidente y su gobierno han empezado a dar pasos para, de alguna manera, ir fortaleciendo la alicaída economía del país y movilizarlo, en lo que se puede, hacia cierta normalidad. Como por ejemplo, habilitar el funcionamiento de las escuelas rurales, las negociaciones para el retorno de la actividad de la construcción que incluye el régimen de vivienda de interés social y la Ley de Urgente Consideración (LUC) que había sido en un principio la prioridad de este gobierno.

Ahí empezaron los problemas, los palos en las ruedas y, lo que es peor, no sorprendieron a nadie. Como que había gente agazapada esperando esta oportunidad. El blanco preferido fue la LUC. Javier Miranda (¡cuándo no!), se rasgó las vestiduras y proclamó que “genera un problema de calidad democrática”.

Bastante gravecita su acusación, pero nada nuevo para el Frente Amplio, pleno de “apóstoles” de la democracia como Constanza Moreira o Carolina Cosse que también se sumaron “preocupadas” por ese estilo de gobierno. Les faltó decir que corríamos el riesgo de convertirnos en otra Cuba o Venezuela.

Pero pifiaron. Lo que el Presidente anunció no fue la remisión del proyecto de la LUC al Parlamento, sino simplemente su reparto para que los legisladores la fueran vichando, leyendo y, si querían, estudiando o asesorándose, con tiempo y antes de que empiecen a correr los plazos constitucionales. ¿Afecta la calidad democrática o la refuerza?

Mucho más fácil sería para Lacalle Pou aplicar la receta frenteamplista de las mayorías automáticas que rigió durante los quince años de su gobierno. Los proyectos de ley no se abrían y menos se discutían. Así como llegaban, a tapas cerradas, se alzaban las manos de los parlamentarios oficialistas al unísono y las leyes quedaban aprobadas. “Con ese mecanismo, que además le permitió negar todo tipo de investigaciones -como decía Danilo Arbilla en su columna de ayer- el Frente logró un sistema mucho más rápido que cualquier tipo de ley de urgencia”. ¿Calidad democrática? ¿Ese era y es el ejemplo que impulsa el FA?

Con la Ley de Urgente Consideración, Lacalle Pou cumple lo prometido en la campaña electoral. Parece muy correcto que cumpla. Pero que también recuerde bien otra de las promesas que hizo en la campaña: auditar todo el Estado de arriba abajo. Eso hace a la calidad de la democracia.Editorial

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