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Caetano contra los blancos

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EDITORIAL

Tampoco se preocupó de que ese año Sendic utilizara la publicidad institucional de Ancap en favor de su Lista 711, siendo que era evidente que se servía así de “mucha plata” y que, sobre todo, se trataba de dineros públicos.

La semana pasada Gerardo Caetano, historiador y politólogo frenteamplista, cargó en televisión contra un precandidato del Partido Nacional. El asunto no es nuevo, ya que así ocurrió en 2009, contra la campaña de Luis Alberto Lacalle Herrera; y también lo hizo en la campaña de octubre de 2014, cuando las encuestas señalaban que los blancos podían llegar a votar muy bien y hacer peligrar entonces el triunfo de Vázquez en el balotaje.

Esta vez Caetano la emprendió contra el precandidato Sartori. Le criticó nunca haber votado en el Uruguay, haber vivido en el exterior, interesarse recientemente en la política, aportar únicamente mucha plata a la campaña, y que, sin saber el número de desempleados, esté prometiendo crear 100.000 empleos en cinco años. Para el frenteamplista Caetano, todo esto significa faltarle el respeto al ciudadano, pero además implica hacerle daño al Partido Nacional. El votante de Sartori, según su visión, es el “votante de la auto verdad”, es decir, el que opina en las redes.

Todo este discurso es un buen ejemplo del despliegue de la cultura hegemónica izquierdista para defender, en momentos electorales claves, las posiciones del Frente Amplio. Porque resulta que hoy el Frente Amplio y buena parte de la intelectualidad izquierdista de la que forma parte Caetano sostienen la idea de que existe una diáspora uruguaya en el exterior que debe ser políticamente tenida en cuenta. Pero eso sí, si llegase a haber un integrante de esa diáspora que retorna decidido a hacer política en el Partido Nacional, como es el caso de Sartori, entonces ya el asunto toma otro color y entonces se criticará el “haber vivido en el exterior”.

Resulta también que el Frente Amplio y la intelectualidad como Caetano aplauden la modernidad que aportan las redes sociales a la vida política del país a partir, por ejemplo, del mayor control ciudadano y la mayor participación en asuntos públicos que ellas permiten. Pero eso sí, si esas mismas redes sociales terminan favoreciendo el auge de un candidato que no sea frenteamplista, o son utilizadas con inteligencia para favorecer una campaña electoral de un candidato blanco, entonces los Caetano, que siempre procuran disimular su frenteamplismo, desacreditarán la actividad de las redes sociales y a los posibles votantes que allí se manifiestan. Dirán incluso, con desprecio, que esa gente es casi que necia o autorreferencial; o, en palabras de Caetano, “votantes de la auto verdad”.

A Caetano no le interesó en 2014, por ejemplo, señalar si Vázquez podía efectivamente llegar a bajar un 30% los delitos, como prometió en su campaña. Jamás afirmó que hacer esa promesa demagógica fuera faltarle el respeto a los ciudadanos. Tampoco se preocupó de que ese año Sendic utilizara la publicidad institucional de Ancap en favor de su Lista 711, siendo que era evidente que se servía así de “mucha plata” y que, sobre todo, se trataba de dineros públicos. Pero eso sí, si un candidato blanco promete 100.000 puestos de trabajo en cinco años, entonces la lupa de Caetano detectará una posible incongruencia y dictaminará, según su espíritu de politólogo frenteamplista, que allí hay una propuesta que no tiene seriedad.

No conforme con la impúdica exhibición de tanta parcialidad izquierdista, Caetano se permite señalar, desde su atalaya de pretendida superioridad moral, que una buena votación de Sartori haría daño a los blancos. Es decir: como a él no le gusta tanto éxito electoral; como le disgusta ampliamente que la candidatura de Sartori crezca, legitimada por decenas y decenas de agrupaciones y dirigentes blancos en todo el país y por positivos resultados de encuestas, entonces menosprecia a los votantes blancos que prefieren a Sartori, a la vez que por arte de politológica magia de comité de base, sostiene que la perspectiva de obtener más votos para el Partido Nacional en realidad perjudicaría al Partido Nacional. Obviamente, jamás nadie encontrará ningún comentario de Caetano en estos quince años en el que él haya señalado que más votos en favor de las posturas demagógicas de Mujica en realidad estaban perjudicando al Frente Amplio.

Caetano es libre de opinar lo que quiera de lo que quiera. Pero lo que sí todos debemos tener presente es que sus opiniones, disfrazadas de expertas, en realidad son políticamente interesadas tanto en la defensa del Frente Amplio como en el ataque a los adversarios de esa coalición. Recordar, en definitiva, que este Caetano es el mismo que hace unos años fue propuesto por Mujica para presidente del Frente Amplio.

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