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Buenismo tendencioso

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EDITORIAL

Además, repiten una vieja falacia de falsa oposición: “endurecer las penas no disminuye los delitos”. Nadie pretende que lo haga: simplemente el legislador las endurece para separar por más tiempo al individuo peligroso de la sociedad a la que se debe proteger.

No es intención de este editorial la defensa de la propuesta de reforma constitucional que impulsa el senador Larrañaga. Lo que nos interesa es echar luz sobre la pieza audiovisual que una denominada “Articulación Nacional No a la Reforma” presentó en cadena nacional.

La primera impresión que da el video es que formula una fuerte crítica a la política de seguridad del gobierno. Porque si bien omite los preocupantes datos de criminalidad, por todos conocidos, no deja por ello de cuestionar con dureza las medidas que se vienen aplicando: “en Uruguay, hace más de 25 años que se endurecen las penas, se reducen libertades, se aumenta el presupuesto público y privado en seguridad. Pero la criminalidad no ha dejado de crecer. Este no es el camino”, dicen.

También emiten juicios muy severos contra la actual política carcelaria: “las cárceles deben dejar de ser instrumentos de sufrimiento y fábricas de delincuentes”; “hay que combatir la reincidencia”; “necesitamos que las personas que cometen delitos tengan oportunidades reales de rehabilitación”, etc. ¿Quién no coincide con esto? Más aún cuando destacan una de las vergüenzas que atestiguamos cada día: “hoy, la mitad de las personas que duermen en la calle son ex presos”. Todo esto, muy cierto, es indicativo de la profunda incapacidad del gobierno en dar cumplimiento al objetivo de rehabilitación al que lo mandata la Constitución, y los voceros de esta iniciativa se cuidan de enjuiciar directamente a las autoridades por tales desastres. El hecho de que los más protagónicos sean ciudadanos que adhieren notoriamente al FA, muestra un manejo tendencioso del mensaje, porque terminan poco menos que responsabilizando a los autores del proyecto de reforma, de errores no imputables a ellos.

No es la primera vez que percibimos ese contrasentido comunicacional. Bajo la polarización “oligarquía-pueblo” que definió con sinceridad la candidata a vice Graciela Villar, los voceros del FA se convierten muchas veces en severos críticos de la realidad, como si no fuera responsabilidad de ellos. Amigos: ¡tuvieron quince años para reparar el tejido social, mejorar la educación y el acceso al empleo, la salud y la vivienda! ¡Quince años con mayoría parlamentaria y por lo menos la tercera parte de ese período, con bonanza económica! ¿Ahora la culpa de la exclusión la tienen los autores del proyecto de reforma?

Hubiera sido intelectualmente más honesto que empezaran por admitir que la debacle de la seguridad no se produjo por la tendencia internacional en ese sentido (cada vez hay más países donde los índices mejoran), sino particularmente por la brutal ineficiencia de las políticas emprendidas por el FA. Desde la irresponsable liberación de presos comunes cuando llegó al gobierno, hasta el insólito mutismo actual cuando se les escapa uno peligroso, pasando por las inefables recomendaciones a los vecinos de no exhibir sus bienes en la vía pública para no tentar a los ladrones, o de no ofrecer resistencia, para facilitarles la rapiña.

En el mensaje de estos ambiguos defensores del statu quo también hay falacias importantes. Por ejemplo en el eslogan que promueven: “el miedo no es la forma”. Uno de los lugares comunes con que se combate el proyecto de Alianza Nacional es que incentiva el miedo, y es al revés: lo que hace es recoger el temor que realmente existe en la sociedad (demostrado por el aluvión de firmas que habilitó el recurso), y aspirar a trasmutarlo en la promesa de, justamente, vivir sin él.

Además, repiten una vieja falacia de falsa oposición: “endurecer las penas no disminuye los delitos”. Nadie pretende que lo haga: simplemente el legislador las endurece para separar por más tiempo al individuo peligroso de la sociedad a la que se debe proteger. ¿Qué proponen? ¿Emprender el camino contrario, o sea, reducir las penas y eliminarlas? ¿Acaso así los delitos bajarían? Cuánta retórica vacía, ¡por favor!

Un símbolo de ese buenismo tendencioso está en las palabras de una militante social que participa en el video, cuando dice que “debemos generar oportunidades, nuevos sentidos de ser y estar en una sociedad basada en el respeto de los derechos humanos, porque cuando conectamos humanamente con las personas, cuando no compartimos nuestra sed de venganza, se van generando nuevas oportunidades y de verdad se inician los procesos de transformación y cambio”.

Con argumentos en contrario como este, no es difícil predecir que a la reforma le será tan fácil juntar los votos, como le fue obtener las firmas.

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