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El "Brexit", no tan lejano

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La isla del Reino Unido es la quinta economía mundial y la segunda de la Unión Europea, por lo que la decisión del jueves adquiere una significación de ribetes importantes tanto a nivel global como del continente europeo.

Lo primero que surge son los aspectos económicos y comerciales desde que la retirada del Reino Unido de la Unión Europea elimina las preferencias arancelarias existentes y afecta a inversionistas que, radicados en su territorio, manejan sus negocios hacia Europa favorecidos por la libre circulación de bienes y servicios consagrada por los Tratados de la Unión. De ahí que el contexto tendrá una gran variación, porque a partir de esta decisión el Reino Unido dispondrá de dos años para negociar su retirada de acuerdo al art. 50 del Tratado de Lisboa, a excepción de la libra que se mantuvo fuera de la moneda común adoptada por la comunidad.

Muchos aspectos puntuales también serán afectados además de los comerciales, entre ellos, y a vía de ejemplo, hasta los relacionados con el deporte, en especial el fútbol, al modificarse en el futuro el régimen de cupos de jugadores del Reino Unido en equipos europeos, los que no podrán beneficiarse de las normas vigentes en la comunidad.

En el ámbito político donde la decisión tiene un enorme impacto; en primer lugar, porque demuestra que la integración europea dejó de ser un proceso irreversible a pesar de los esfuerzos realizados ante la euro crisis, el colapso griego y la recesión que sufrió el continente en el pasado reciente. En segundo lugar, porque los brotes de nacionalismo se verán fortalecidos al comprobarse la satisfacción que la decisión del Reino Unido produjo en los líderes de ultraderecha como Le Pen en Francia, Wilders en Holanda y Salvini en Italia; a lo que no es ajeno el atentado que costó la vida de una joven laborista parlamentaria inglesa a manos de un extremista cercano a un grupo anti inmigración. En tercer lugar, porque fuera de la eurozona, en los EEUU, el candidato republicano Trump aplaudió el resultado calificándolo como un acto de independencia que debería ser imitado. Y ello, porque el Reino Unido ya no se regirá por las normas de la Unión que limitaban su comercio y estará en condiciones de negociar libremente con otros países, fundamentalmente a nivel político.

En cuanto a América Latina, la Unión Europea ha celebrado varios acuerdos comerciales con algunos países centroamericanos, México, Perú, Colombia y Chile, por lo que, cuando se concrete la salida del Reino Unido del bloque se deberán renegociar nuevos acuerdos si se desea mantener las preferencias comerciales actuales. Y si bien, no se producirá un escenario apocalíptico, la nueva situación implica, por lo menos, un serio "dolor de cabeza".

En el caso del Mercosur la situación es distinta, porque las negociaciones con la Unión Europea están en curso, aunque a partir de esta decisión, el Reino Unido seguramente negociará por separado con las economías mercosurianas, sin perjuicio del debilitamiento que el bloque europeo sufrirá por su alejamiento.

Por otra parte, debe tenerse en cuenta que la incontenible ola migratoria debilitó el proyecto europeo insertando inseguridad en los países y en sus mercados laborales. Y son circunstancias que pesaron en el resultado del referéndum, a pesar de que el Reino Unido no forma parte del espacio de Schengen que permite la libre circulación de personas.

Los británicos, más allá de los remezones causados a la libra y al mercado de valores, han apostado a construir un cerco que les permita defender su calidad de vida, los puestos de trabajo y recuperar la estabilidad fiscal; en otras palabras, a canalizar sus frustraciones hacia lo que entienden como un moderno nacionalismo político.

En consecuencia, las repercusiones son imprevisibles porque la señal que el Reino Unido ha emitido no quedará reducida al espacio europeo. Y a pesar de que la canciller alemana Merkel afirma que la decisión es un "golpe a Europa" y a los 27 países que la integran, sus efectos se sentirán en todo el mundo y se expresarán en todos los temas que hacen a la compleja realidad global.

Puede decirse que una vez más la "rubia Albion" sacude el escenario como lo hizo tantas veces desde los tiempos que impuso "el equilibrio de poder" reservándose el derecho de seguir su propio curso, privilegiando, como sostuvieran Canning y Palmerston sus "intereses como único principio guía".

Nuestro gobierno debería encarar esta situación con una visión más larga que le permita analizar con proyección de futuro estas decisiones. Es fundamental hacerla con pragmatismo y no con sus habituales anteojeras ideológicas.

EDITORIAL

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