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El batacazo republicano

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En una noche interminable, la redacción de El País trabajó sin descanso del 8 al 9 de noviembre, muchas horas más allá de la medianoche, atenta a las elecciones presidenciales de Estados Unidos.

La competencia entre Trump y Hillary nada tenía que envidiarle a un gran clásico de Maroñas. Como cualquier medio que se respete, no era posible echar a andar la rotativa antes de conocerse el ganador de esa reñida carrera cuyo desenlace terminó dejando atónito a medio mundo y convulsionando a los mercados, tanto por la sorpresa que significó el triunfo del irreverente Donald Trump, como por la incertidumbre que provocan su personalidad, sus actitudes y sus dichos.

Contra todos los pronósticos, este inédito candidato republicano será, a partir de enero del 2017, el Presidente de la primera potencia mundial, quien además contará a su favor con mayorías en ambas cámaras (una superioridad que puede a llegar a ser muy negativa, según lo que hemos podido ver en nuestro país). El futuro mandatario proviene de un sector ajeno al ambiente político y se ha caracterizado por escandalizar con sus aseveraciones, sus actitudes y sus ideas, inclusive a muchos de los líderes del "Grand Old Party" como Paul Ryan, jefe de la Cámara de Representantes, quien solo al final y a desgano, le dio su apoyo.

Frente al inesperado desenlace, la pregunta que cabe es: ¿por qué fue tan sorprendente el resultado, tanto fuera como dentro de fronteras? Y la respuesta se condensa fácilmente con solo leer al día siguiente de los comicios, nada menos que en el New York Times, el prestigioso referente del periodismo norteamericano, su dolido "mea culpa". "La prensa en general, no supo ver lo que sucedía a su alrededor a pesar de que se trataba de la gran historia del año. Los números no fueron solo una pobre guía para la noche de la elección, fue un desplomarse por la rampa, respecto de lo que verdaderamente estaba sucediendo".

Cuando Trump mismo decía descreer de las encuestas y las denunciaba como amañadas, un manto de escepticismo se esparcía a su alrededor. Tan contundente era la información de las encuestas indicando que difícilmente pudiera ser él quien alcanzara el gran premio. Y la mayor parte del periodismo, en el fondo, quería creer que eran acertados ya que justamente coincidían con el sentir mayoritario, a no ser que se tratara de la cadena Fox. Así que en estos comicios, no solo ha sido derrotada Mrs. Clinton, quien amargamente estará pensando en la ironía de haber sido quien obtuvo de la población una mayor cantidad de votos populares. Al día miércoles aventajaba a Trump en unos 200.000, pero debido al sistema electoral de esa nación lo que realmente importa son los votos de los llamados "electores", y en ese campo, la superó holgadamente el empresario devenido en político.

También la prensa norteamericana siente que ha fracasado por no haber sido capaz de percibir que una amplia porción del electorado de los Estados Unidos estaba profundamente disgustado: con el "establishment" de Washington, del cual Hillary era la perfecta representante, con Wall Street y con la prensa en general. Que siente haber sido dejada de lado en la reactivación económica selectiva que se ha producido y traicionada por las pérdidas de puestos de trabajo que atribuyen a una perversa globalización. La cual también supone la invasión de otras razas, otras nacionalidades y otras religiones dentro de su territorio, al punto de estar cambiando la idiosincracia nacional. No supieron captar esa realidad social a pesar de toda la tecnología, de la "big data" y de las sofisticadas salas de prensa. Pero el Sr. Trump sí, se dio de cuenta de que había mucha gente que pensaba de esa manera y que él podía representar una esperanza y "Make America Great" (volver a hacer América grande), como rezaba su eslogan. Ahora, por fin, su discurso ha sonado pacificador.

El tiempo dirá si es más sensato de lo que aparentaba.

Por otro lado, las que han perdido toda su credibilidad son las encuestadoras. Sus esquemas de trabajo han quedado muy mal parados y no solo a raíz de las elecciones norteamericanas. En estos pocos meses los sondeos de opinión llevaron a engaño al otro lado del Atlántico, al pronosticar que en el Reino Unido no se impondría el Brexit, mientras en Latinoamérica le erraron feo en el referéndum colombiano, donde desde el presidente Santos para abajo, los promotores del Sí creían que iban a imponerse sobre el No. En este caso no pudieron detectar el dilema de los millones que, si bien ansiaban la paz con igual fervor, rechazaban el contenido y la forma en que se había negociado el acuerdo.

EDITORIAL

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